martes, 25 de diciembre de 2018

lunes, 26 de noviembre de 2018

Celebración Corona de Adviento


Les comparto este hermoso artículo  de www.aciprensa.com para la celebración de la Corona de Adviento de este año.



Celebración de la Corona de Adviento para cada domingo siguiendo la Historia de la Salvación

Principio del formulario
Primer Domingo de Adviento: La promesa de salvación.
Para empezar: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el Génesis, capítulo 3:
Adán y Eva se dejaron engañar por el demonio al pensar que podían saber más que Dios y hacer lo que Él había prohibido. Así comenzó el pecado en el mundo y todo se volvió obscuridad para el hombre, pues el pecado nos aleja de Dios. Pero Dios prometió enviarnos a un Salvador.
Vela: Se enciende la primera vela, que es la vela del arrepentimiento. El color de la vela nos recuerda que es un tiempo de penitencia, de conversión.
Oración: Que esta corona nos ayude a preparar los corazones de cada uno de los que formamos la familia para tu llegada el día de Navidad. Te lo pedimos, Señor.
Para terminar: Te damos gracias, Señor, por mandarnos a tu Hijo a salvarnos y te pedimos ayuda para preparar nuestro corazón a la venida de Cristo. Amén.
Cantar: Se puede concluir con una canción que todos conozcan. Se sugiere "Ven, ven, Señor, no tardes".
Ven, Ven Señor, no tardes
Ven, ven que te esperamos
Ven, ven Señor, no tardes
Ven, pronto Señor.
El mundo muere de frío,
el alma perdió el calor;
los hombres no son hermanos
el mundo no tiene amor.
Envuelto en sombría noche,
el mundo sin paz no ve,
buscando va una esperanza,
buscando, Señor, tu fe.
Al mundo le falta vida,
al mundo le falta luz,
al mundo le falta el cielo,
al mundo le faltas Tú.

Segundo Domingo de Adviento: La alianza con Noé.
Para empezar: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Se enciende la vela del domingo anterior, recordando que existía un poco de luz por la promesa del Salvador a pesar del pecado de Adán y Eva. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el Génesis, capítulo 7 y 8:
En la historia de Noé, se ve como el pecado se fue extendiendo en el mundo y los hombres cada vez más se olvidaban de su amor y mandamientos. El arca de Noé nos recuerda el deseo de Dios de salvar a los hombres. El arco iris es el símbolo que nos recuerda el amor de Dios hacia los hombres.
Vela: Se enciende la segunda vela, que es la vela de la promesa de Navidad, de la promesa de la venida del Salvador.
Oración: Te pedimos que nos ayudes a no alejarnos de Ti por las cosas materiales, las prisas, los regalos. Te pedimos nos ayudes a vivir cerca de Ti estos días y siempre.
Reflexión: Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura del Génesis del Arca de Noé: En la familia ¿qué nos está alejando de Ti en estos momentos? ¿A qué le estamos dando mayor importancia en nuestra vida?
Propósitos: Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para mejorar en la semana.
Para terminar:
Te damos gracias Señor por mandarnos
a tu Hijo a salvarnos y te pedimos ayuda
para preparar nuestro corazón para su venida.
Amén.
Cantar: "Levántate, pueblo mío"
Levántate pueblo mío;
pueblo mío levántate,
viene el Señor.
Brilla ya en tus calles,
en tus plazas
y en los hombres
donde hay amor.
Levántate pueblo mío,
despierta porque sale el sol,
su fuego brilla en la mañana,
el viento canta su voz.
Alégrate pueblo mío,
ya llega nuestro Salvador
Su luz nos llena de esperanza
su fuego alegra el corazón.
Su reino es de justicia,
de esperanza,
su reino es de salvación.

Tercer Domingo de Adviento: Los Mandamientos
Para empezar: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Se encienden las dos velas de los domingos anteriores recordando cómo la luz fue regresando para el hombre con la promesa de salvación y con la alianza de Noé. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el libro del Éxodo :
Moisés fue escogido por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Este es un símbolo de la liberación del pecado por la venida de Jesús al mundo. Más adelante, Dios le da los diez mandamientos a Moisés en el monte Sinaí, con los que nos muestra el camino para la salvación y se abre una luz en la vida de los hombres.
Vela: Se enciende la tercera vela, que representa al amor de Jesús por los hombres.
Oración: Te pedimos Señor nos ayudes a cumplir con tus mandamientos para poder acercarnos a Ti durante toda nuestra vida.
Reflexión: Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura anterior: En la familia: ¿cómo estamos cumpliendo los mandamientos de Dios? ¿Qué mandamiento nos está costando más trabajo cumplir?
Propósitos: Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para mejorar esta semana.
Para terminar: Te damos gracias Señor por dejarnos un camino a seguir con tus mandamientos y te pedimos nos ayudes a cumplirlos para preparar nuestro corazón a tu venida. Amén.
Cantar: "Allanad los caminos"
Hay que allanar las sendas de la vida,
porque el Señor está cerca. (bis)
Los ojos de los ciegos se han despegado.
Las lenguas de los mudos cantan tu gloria,
los cojos han saltado como los ciervos:
todo quiere hacerse vida.
Estad siempre alegres en el Señor.
Sed fieles y constantes en el orar.
Guardaos de maldades y desprecios:
Dios cumple sus promesas.
Si quieres que cumpla las profecías;
si quieres la gloria de tu Señor;
si quieres que tu Dios venga a visitarte:
Cuida y limpia sus caminos.

Cuarto Domingo de Adviento: La Anunciación
Para empezar: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Se encienden las tres velas de los domingos anteriores recordando cómo se fue haciendo la luz para los hombres en la promesa de salvación, en la alianza con Noé y la alianza con Moisés. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el pasaje de La anunciación de San Lucas 1, 26-38:
Con el mensaje que el ángel lleva a María se hace realidad la promesa de salvación a los hombres. Gracias a su "sí" se pudieron llevar a cabo los planes de dios para el mundo.
Vela: Se enciende la cuarta vela que representa la llegada de Cristo a los corazones.
Oración: Señor, te pedimos nos ayudes a estar
siempre dispuestos a dar un "sí"
a lo que nos pidas en nuestras vidas.
Reflexión: Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura anterior:
¿Cómo hemos cumplido con lo que Dios nos ha mandando en nuestras vidas? ¿Qué tanto hemos aceptado la voluntad de Dios en nuestras vidas?
¿Estamos dispuestos a dar un sí a lo que Dios nos pida?
Propósitos: Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede decir cuáles son sus propósitos para mejorar en la semana.
Para terminar: Te damos gracias, Señor, por haber enviado a tu Hijo a salvarnos y por darnos una Madre en el Cielo. Amén.
Cantar: "Dijo que sí María"
Dijo que sí María, cuando al amanecer
pudo ofrecer su casa al Santo de Israel.
Era un jardín la Virgen, Dios quiso ser clavel,
nunca mi pobre tierra, fuera tan buen vergel.
Dijo que sí María y al recibirle a Él
en su morada humilde nos acogió también,
Madre de Dios y nuestra, Virgen de Nazaret,
En tu jardín de amores yo quiero florecer.
Dijo que sí María cuando al amanecer,
supo Dios quería en su jardín nacer.
nunca mi pobre tierra fuera tan buen vergel
Dijo que sí María cuando al amanecer,
Dios la envolvió en su sombra.

miércoles, 10 de octubre de 2018

La atención y la concentración: un tema de amor



Hacia el amor

Un tema que nos llevará por el camino contrario al que transitan la mayoría de las terapias actuales en nuestra tierra es el tema del amor.
En el punto anterior, bajo un aspecto similar, cabe distinguir que con la supresión del “yo”hemos conseguido la tranquilidad de la mente. Pero no basta con alcanzar este objetivo. Estas energías liberadas  necesitamos derivarlas en el amor y la unidad. El amor: un término tan viejo y discutido, tan frágil y tan grande que merece un capítulo aparte. En todo caso, en los textos freudianos, muchas veces se encuentra como impedimento para la cura de un paciente, en los anales lacanianos corresponde al orden del engaño, pero para el mundo en general tiene otro significado. Como se recordará, este recorrido no excluye ningún concepto –estemos de acuerdo o no con ellos-, en pos de una búsqueda de un mejor posicionamiento a la hora de dirigir la cura de un paciente, vale decir, de ser responsables ante la integridad de los otros, ante nosotros mismos y ante la sociedad que todos componemos.

Así, desde el principio de los tiempos puede rastrearse el término “amor” y su uso en la literatura, en la filosofía, en el Psicoanálisis, en las distintas religiones, a los efectos de aprehender en qué medida dicha concepción se aproxima a brindarnos sus aportes en nuestra búsqueda.

Decíamos entonces que el recurso del amor constituye la mejor verificación de cómo el hombre reacciona frente al determinismo que le imprime las situaciones externas. De modo que es lícito postular que el ser hablante es algo más que lo que se pretende al señalar que es tan sólo un ser para la muerte.

Tomando un gran ejemplo, el que nos da Jesucristo en “El sermón de la montaña”, allí, no implica una suerte de fatalismo resignado, la visión de un mundo de mansos cobardes y estáticos dirigidos por los hilos del destino de miseria, todo lo contrario, en sus primeros tramos, despliega lo que podríamos llamar el programa del despojarse; y posteriormente, en sus instancias decisivas, nos entrega el proyecto del darse.

Una vez sentada la viabilidad conceptual de los engaños propios del yo, la única muralla de separación entre el otro y el yo es el propio “yo”, cabe ubicar ahora que  al afirmarse en sí mismo y por sí mismo, el “yo” se siente distinto y, de alguna manera, opuesto a lo que no es él. De esta oposición nace una suerte de tensión o dialéctica, acompañada de un cierto sentimiento de inquietud. Es sumamente difícil situarla a esta oposición, ya que, si así fuera estaríamos hablando  en definitiva, de que se produce algo parecido a un conflicto dualista, cosa que desaparece en cuanto es derribada esa muralla; pero, en cuanto el hombre se siente ligado y abrazado a sí mismo, diferente, diferenciado y opuesto a los demás, le nace automáticamente la inseguridad, por el hecho de encontrarse solitario; y, a la inversa, al desligarse de sí mismo y dejarse arrastrar por la corriente universal, se siente inmerso en la unidad con todos los seres, encontrando seguridad y armonía.
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De modo que dicha característica torna imperativo el decir que ya no existen el sujeto y el objeto como polos opuestos; desaparece también la dicotomía yo-tú, yo-mundo; y, en este momento, al perder los seres vivos, en especial el hombre, aquellos perfiles que lo diferencian del resto de la creación, el hombre se siente emparentado con todos los seres en su realidad última y acaba por instalarse en una unidad en común con todos en la más entrañable fraternidad. Es la experiencia de la unidad universal. “Que sean uno”.                                   Por otro lado, es más que amor. Pues, en el amor, una persona ama a otra persona. Pero en esta experiencia los dos sujetos acaban por sentirse uno parte del otro, como en una empatía cósmica, hasta llegar a sentir las cosas del otro como si fueran propias. Es obvio que en este contexto no caben rivalidades ni envidias.

Luego de examinar en este capítulo algunos temas desarrollados acerca del hombre sabio, ha llegado la hora de abordar lo que podemos denominar como funciona la metodología que nos alivia de tanto sufrimiento vano.
El problema de esta metodología se liga a la conocida referencia -a la que ya aludimos- acerca de una fe firme. Cabe preguntarse, ante la reiteración: se trata de un paradigma, pero descartando esa vana presunción ¿fe en qué? ¿en dónde aparece la fe? ¿para quién se manifiesta y a qué pedido responde? Son preguntas –no fácilmente escindibles ni fáciles de responder-que se nos plantean en un primer análisis.

El punto inicial es que en cuanto el hombre ha detenido la actividad de la conciencia ordinaria no se produce un vacío “hueco”, por el contrario, sino que la conciencia se hace en sí misma. Es la realidad de la persona que se hace presentifica a sí misma. Es la experiencia la propia realidad, y la de todo el mundo, es decir, mi realidad está toda en sí y toda-en-el-universo: se experimenta a sí mismo en los demás y a los demás en sí mismo.

Los sabios argumentan siempre una suerte de sabiduría en dónde anida el respeto por todo y por todos. Es por esta causa que el sabio respeta todo, venera todo, de tal manera que en su interior no hay espacio libre para actitudes posesivas ni agresivas. El sabio hace honor a esa frase tan conocida que reza: “Ama al prójimo como a sí mismo”.

Pero además, el sabio es capaz, de cargar a hombros con el dolor de la Humanidad, ha pasado definitivamente a la com-pasión con el mundo.
     
¿Pero qué es lo que necesitamos para conseguir esta liberación? En primer lugar, se  necesita, una práctica intensiva y constante de mente vacía. En segundo lugar, es necesario que vivas despierto, atento a ti mismo. Mediante una constante introspección-meditación-intuición tienes que descubrir que el “yo”(el falso yo) es la raíz de todas sus desventuras, y debes convencerte de la falacia e inexistencia de esa imagen ilusoria de ti mismo y estar atentos a las resistencias que este yo presenta.

Por otro lado, es importante no satisfacer a esa fiera hambrienta, pues cuanto más la alimentas, más tiranía ejercerá sobre ti: Es difícil llevar a la práctica algunos de estos consejos, por ejemplo:  si hablan mal de ti, no te defiendas; deja que sangre hasta morir el amor propio. Nunca te justifiques si tus proyectos no salieron a la medida de tus deseos. No des paso a la autocompasión, que es el bocado más apetecido por el “yo”. No busques elogios ni abierta ni solapadamente. Rehuye sistemáticamente los aplausos. No saborees el éxito. Ahuyenta, en tu intimidad, los recuerdos halagüeños, que también son bocados exquisitos para el “yo”.

Si le vas retirando el aceite, la lámpara acabará apagándose.
“Esta es la batalla de la libertad.
Recuerda también las consignas tantas veces repetidas: no te hagas ilusiones, el progreso será sumamente lento; pasarán años hasta que puedas saborear la deliciosa fruta de la liberación; y en el camino habrá vacilaciones, retrocesos y desalientos. Así es la naturaleza humana; comienza por aceptarla tal como es.
Sabemos que el actual cerebro humano es muy superior al de los demás mamíferos y vertebrados, y, a pesar de todo esto, y de los avances de los estudios sobre la química cerebral, de todas formas es muy limitado el control sobre nosotros mismos; y es temible que fuerzas inmensas como las que hoy posee el hombre estén manipuladas por cerebros poco dominados debido al poco control que el hombre ejerce todavía sobre su mente.

Hablábamos sobre el camino que conduce a la libertad y a la felicidad y éste  está erizado de obstáculos, como hemos visto en las páginas anteriores; y no siempre el dominio de la estructura y funciones cerebrales coincide con el progreso paralelo de la libertad. Entonces, debemos preguntarnos si el hombre moderno es, o no es, víctima de la angustia y el miedo en mayor o menor grado que el hombre antiguo, por ejemplo, o el mismísimo profesor universitario está más cerca o más lejos de la paz que, por ejemplo, el hombre de una lejana tribu africana.

Uno de los métodos olvidados por el hombre moderno y que retorna en diversas ofertas terapéuticas de hoy en día es el tema de la relajación. Ya que toda tensión es un esfuerzo, y todo esfuerzo, una quema y desgaste  de energías. Esta quema puede ser útil o inútil. Si la tensión se canaliza para el logro de un gran propósito, es un esfuerzo positivo. Lo lamentable es cuando la energía es desperdiciada inútilmente. Y no sólo puede ser un desperdicio inútil, sino también y sobre todo, nocivo.
Y así nos encontramos, en nuestros días, con personas que viven día y noche en un tenso estado general, con el rostro crispado y la musculatura contraída, llenos están los consultorios de kinesiología, los spa, los centros de relajación muscular, los centros turísticos que proponen días de descanso y diversión,-que no son más que simples paliativos-, la verdad es que estas  circunstancias son ideales para que se produzcan los estados obsesivos y angustiosos. Y así, la persona llega a sentirse impotente, infeliz. Pero la relajación, es nuestro primer aliado en el camino de recobrar la paz. Otro de los pasos a seguir es la concentración. Para esto debemos retomar un tema olvidado por la Psicología actual: la atención. De tan olvidada retornó en un síndrome: el síndrome de la falta de atención. Hoy muchos de nuestros niños lo padecen.

La atención, es una facultad connatural al ser humano. Nuestra atención, reclamada por mil estímulos exteriores e interiores, muchas veces incapaz de centrarse durante unos segundos en un punto fijo, la vamos a sujetar ahora allí donde nuestra voluntad determine. En nosotros se da una naturaleza esencial y otra psicosocial. Ambas maneras forman parte del ser humano y, aunque la segunda tiene sus bases en la primera, ambas se complementan. Pero es necesario concentrarse. Y para concentrarse es necesario estar presentes en aquello que estamos haciendo. Esa es la esencia de la concentración.
Por eso es imprescindible, pues, establecer una buena relación entre nuestra atención y nuestros actos. Pero como generalmente no estamos presentes debido a las constantes castigos, obsesiones, y fantasías del yo, nos ausentamos, no nos concentramos debidamente nos herimos a nosotros mismos, por eso los estímulos exteriores nos golpean y nos hieren, porque nos toman desprevenidos, porque estábamos ausentes de nuestra casa.
Esta noción nos aconseja de estar atento a una sola cosa a la vez. La atención es la facultad automática del sistema nervioso para valorar lo que interesa y dejar de lado lo que no interesa, pues cuando seguimos varias ideas, no simultáneas, sino entrecruzadas o interpuestas, y al mismo tiempo no podemos desentendernos de otra idea parásita, entonces la fatiga es muy grande. En cambio, cuando seguimos una idea con exclusión de toda otra, o estamos atentos tan sólo a lo que hacemos, olvidándonos de todo lo demás, entonces el cansancio es mínimo y el rendimiento máximo. Lo importante es que la atención esté en un solo punto cada vez.
Otra de las técnicas que se enseña es la técnica de la respiración.
Debido al estado de tensión, nerviosismo y malhumor en que viven la mayoría de las personas en la actualidad es debido, en parte, a una deficiente irrigación. Normalmente, el hombre actual vive y trabaja en oficinas, talleres, fábricas etc., y tienen una respiración deficiente.
Nuestra naturaleza está determinada por la influencia de los estados anímicos, y a la vez, que estos  influyen decisivamente en la respiración. Cuando la persona está tranquila, su respiración es apacible. Cuando está agitad psíquica o físicamente, su respiración se torna irregular. Podemos afirmar, pues, que la respiración es el espejo de los estados interiores. Por consiguiente, será también correcta la conclusión inversa: si las tensiones interiores repercuten en la respiración, podemos influir y modificar los estados interiores.



martes, 11 de septiembre de 2018

Artículo: El corazón y su pureza



Hacia la pureza de corazón

Resultado de imagen para el corazon puro imagenesEn esta concepción que incluye a la fe, apenas delineada, se debe tener en todo momento presente –aunque parezca ocioso reiterarlo-, los conceptos Evangélicos. Por eso nos atrevemos a caminar por un tema harto espinoso: Todos los pobres de espíritu son sabios y sólo los pobres de espíritu son sabios, porque ellos miran el mundo con ojos limpios, sin las interferencias alucinantes del “yo”. Los desposeídos están purificados de las escorias y el smog con que el “yo”contamina la interioridad; los pobres son puros, y los puros, sólo ellos, no solamente verán a Dios, sino que también verán el mundo tal como es, sin deformarlo con una visión interesada.


Todos aquellos hombres  que actúan solo bajo los impulsos del “yo”contemplan la vida a través del prisma de sus deseos o de sus miedos. Esta es una discriminación fundamental para entender las formulaciones del hombre cuando se libera de la prisión imaginaria del yo, pues cuando este domina de una u otra manera, todo lo exterior lo pasan por su órbita personal.
                                         
Existe, en cierto modo desligada de lo anterior, otra vertiente en las lecturas posibles de lo dicho sobre el hombre sabio, un hombre puro de corazón. En lo tocante a los intereses. Los propios intereses hacen distorsionar el verdadero rostro de la realidad. Aparece así la dimensión del engaño. De este modo muchas veces hacemos que las cosas sean tal como las deseamos o tememos, no como son en realidad. Pero ellas siguen siendo tal como son: sólo un hombre puro las puede contemplar en su esencial originalidad. Si la pureza nos determinó un tratamiento de las cosas más o menos detallado de las nociones de un corazón que no distorsiona la realidad, el corazón impuro es prisionero siempre del engaño.


Este tipo de engaño incluye evidentemente la participación de la dimensión narcísica, del hombre y mientras éste no se libere y no sea puro no verás las cosas y personas en sí mismas, sino a través del miedo o de la codicia que le causan. Siempre estará cautivo de las miradas de un modo o de otro: de forma apropiada o repulsiva, pero siempre será una deformación de la realidad a causa de la impureza.

sábado, 10 de marzo de 2018

La salvación: segunda parte





Nuevas quimeras

La necesidad de obtener algo de tranquilidad mental es un viejo tema que preocupó a la humanidad desde todos los tiempos, es lo que nos lleva a colocar, en la propuesta actual, nuestro principal objetivo: el preocupante tema  de la tranquilidad mental es un estado en el que el hombre deja de referirse y agarrarse a esa imagen ilusoria, se ha convertido en estos días en un vasto comercio a la hora de vender miles de  horas de televisión, cintas de vídeos, nuevos tratamientos –de origen convencional para la ciencia  formal o de terapias alternativas-, de esos tratamientos podemos partir para verificar que la lista es otra cosa que un recuento heterogéneo y sin rigor; pero todos ellos con la firme promesa de alcanzar la tan mentada tranquilidad mental. Para estas nuevas terapias el yo, es solo una ilusión. La liberación consiste en vaciarse de si mismo, en extinguir la llama que aqueja al hombre, en despertar y tomar conciencia de que simplemente abrazamos a una sombra cuando nos aferramos tan apasionadamente al “yo”. Sí bien, es necesario despertar de este engaño; de suponer que el yo todo lo puede, otra cosa es pensar que el yo no existe, en suponer que es irreal.


La tarea de la liberación, para estas terapias, consiste, pues, en ejercitarse intensamente en la practica del vacío mental, para convencerse experimentalmente de que el supuesto Yo” no existía, ni existió nunca.


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El peso de la consideración del sufrimiento como verdaderamente real, merece un tratamiento detallado, en el cual es posible recurrir a un pequeño rodeo al hablar del origen de todo dolor. Aquí insistimos que, en estas teorías así como el origen de todo dolor, entra en el error de considerar la imagen del yo como entidad real, la liberación del sufrimiento consiste en salir de ese error. Por consiguiente, extinguido el Yo, se apagan las emociones, los temores, los deseos, las ansiedades, las angustias, y nace una gran serenidad. Muerto el Yo nace la libertad.

Para las terapias fundadas bajo la luz de las doctrinas Cristianas, estos programas son equivalentes a los Principios Evangélicos: : “negarse a sí mismos”, para vivir hay que morir, como el grano de trigo: el que odia su vida la ganará. Pero para esto hay un precio que pagar: ejercitarse en la práctica del vacío mental, es una de ellas.

Este tipo de enfoque posee –como los restantes-, un recorrido riguroso, lo que se verifica tanto en su discurrir expositivo como en su concatenación en dos momentos claves. En primer lugar, quien se ha vaciado de sí mismo decimos, que es un sabio. Así, que en este último sentido, cabe recordar que si logramos vaciarnos por completo volveríamos a la infancia de la humanidad. Por otra parte, para aquel verdaderamente desposeído, el ridículo no existe; vivir es soñar, nunca el temor llamará a su puerta; nada le asusta, ni las emergencias. Su lenguaje desconoce los adjetivos posesivos y los verbos “poseer”, “pertenecer”, que son fuente de fricciones constantes. En segundo lugar, sabemos que en el interior del hombre habita el dolor. Por otra parte, no es necesario huir, sabemos como aplacar el dolor, sabemos cómo se apaga el incendio.

El hombre que ha visto cómo el temor surge de la pasión sabe que la tranquilidad de la mente se adquiere apagando la pasión, lo que obliga a tomar en consideración estos datos para advertir que los temas que van surgiendo no lo hacen al azar. Basta despertar, y tomar conciencia del error.

Lo importante es detener la actividad de la conciencia ordinaria, porque ella es una actividad centrada en el “yo”.
Por lo general, cuando la mente actúa, lo hace necesariamente alentado y engendrado el “yo” egoísta; el cual, a su vez, extiende sus brazos apropiadores, llenos de deseo de poder, de poseer, de ser de gloria, y paga el precio de este acto con temores y sobresaltos.

Quienes sostienen que el vacío de la mente instala al hombre en un mundo nuevo, en el mundo de la realidad última, -y hay quienes la practican seriamente-, pretenden que aparece algo  diverso del mundo de las apariencias en que normalmente nos movemos. El que ama su vida, la perderá; el que la odia, la ganará. Tal como reza en las Escrituras.
Reparamos en  particular, manifestado bajo el aspecto más usual, que nada desde fuera, nada desde dentro logra remecer la serenidad del sabio, que a menudo se nos ofrece en la vida. Al igual que una terrible tormenta tropical deja mojado pero inmutable a los acantilados, así, del mismo modo, los disgustos dejan impasible, al hombre sabio. No se trata de un proceso mágico sino lógico en su pensar y en su sentir. Simplemente, de esta manera, él se sitúa más allá de los vaivenes de las emociones y de las pasiones. Ni siquiera alude a esa otra variante que es conocida como los “delirios del yo”,-el cual no es privativo del sabio-, pues una vez eliminado el “yo”, el sabio adquiere plena presencia de sí, y va controlando cuanto ejecuta en su diario hacer. Bajo estas condiciones, ya aceptada por lo general, el sujeto sabio, se encuentra libre de los artilugios del yo y, por este sincero y espontáneo abandono de sí mismo y de sus cosas, el verdadero sabio, una vez libre de todas las ataduras apropiadoras del “yo”, se lanza sin impedimento en el seno profundo de la libertad, de este modo se presenta como si estuviese guiado por dictados, que implican –y eso una vez que experimentó el vacío mental-, reiteramos, por eso, una vez que ha conseguido experimentar el vacío mental, el sabio llega a vivir libre de todo temor y permanece en la estabilidad de quien está más allá de todo cambio.

Entonces cabe decir que,  así, el pobre y desposeído, al sentirse desligado de sí mismo, va entrando lentamente en las aguas tibias de la serenidad, opera aquí la humildad, la objetividad, la benignidad, la compasión y la paz. En sentido amplio, puede observarse que, nos encontramos ya en el corazón de las Bienaventuranzas.
En cambio, en el hombre artificial, esto es, el que está sometido a la tiranía del “yo”, está siempre vuelto hacia fuera, como postración singular, permite sacar a la luz esta estructura fundamental de su propio interior que obra en un territorio vasto y pretende de modo obsesionado por quedar bien, por causar buena impresión, preocupado por el “que piensan de mí”, “qué dicen de mí” ocupar un territorio más amplio aún; y, al vaivén de los avatares, sufre, teme, se estremece. La manera aguda de su comportamiento atraen grandes cataclismos interiores. La vanidad y el egoísmo atan al hombre a la existencia dolorosa, haciéndolo esclavo de los caprichos del “yo”.

Por el contrario, el hombre sabio, nos permite entender de qué forma un sujeto puede ir construyendo las condiciones para hacer efectivo  un cambio, el sabio es un ser esencialmente vuelto hacia adentro: como ya se libró de la obsesión de la imagen, porque se convenció de que el “yo” no existe, le tiene absolutamente sin cuidado todo lo que se piense o se diga en referencia a un “yo” que él sabe que no existe; vive desconectado de las preocupaciones artificiales, en una gozosa interioridad, silencioso, profundo y fecundo. Vayamos Ahora a otra postración convergente de la vida y el sentir de un hombre sabio: el hombre sabio ciertamente se mueve en el mundo de las cosas y de los acontecimientos históricos, pero su morada está en el reino de la serenidad.

El sujeto sabio puede desarrolla actividades exteriores como cualquier otro, pero su intimidad está instalada en aquel fondo inmutable que, sin posibilidad de cambio, da origen a toda su actividad.
 Ahora bien, el problema que queremos acotar no reside en las cualidades del sabio antes mencionadas, sino más bien en su capacidad de evitar la cólera.
Sin duda un antiguo dicho refiere que la cobra podría inyectarle su veneno, pero el sabio no tendría fiebre, -sin duda estamos haciendo referencia a la cólera-, sabemos ahora que la cólera no puede atacar a un hombre sabio. Punto harto excepcional, sin duda, y no por algo intrínsecamente irrealizable, sino porque para el sabio es imposible que la cólera lo ataque, pues sus fuentes profundas están purificadas, y el agua que brota desde ellas no puede menos de ser pura. Sin poder mundano ni propiedades, el sabio hace el camino mirándolo todo con ternura y tratando a todas las criaturas con respeto y veneración. La túnica que lo envuelve es la paciencia, y sus aguas nunca serán agitadas.
En este contexto el sabio no tiene nada que defender; a nadie amenaza y por nadie se siente amenazado; por eso cuenta con la amistad de todos. Armas ¿para qué? No las necesita ¿Desde qué trincheras lo pueden amenazar?
No, definitivamente, el verdadero sabio no puede ser picado por la cobra de la cólera.