Hacia el amor
Un tema que nos llevará por el camino contrario al
que transitan la mayoría de las terapias actuales en nuestra tierra es el tema
del amor.
En el punto anterior, bajo un aspecto similar, cabe
distinguir que con la supresión del “yo”hemos conseguido la tranquilidad de la
mente. Pero no basta con alcanzar este objetivo. Estas energías liberadas necesitamos derivarlas en el amor y la
unidad. El amor: un término tan viejo y discutido, tan frágil y tan grande que
merece un capítulo aparte. En todo caso, en los textos freudianos, muchas veces
se encuentra como impedimento para la cura de un paciente, en los anales
lacanianos corresponde al orden del engaño, pero para el mundo en general tiene
otro significado. Como se recordará, este recorrido no excluye ningún concepto
–estemos de acuerdo o no con ellos-, en pos de una búsqueda de un mejor
posicionamiento a la hora de dirigir la cura de un paciente, vale decir, de ser
responsables ante la integridad de los otros, ante nosotros mismos y ante la sociedad
que todos componemos.
Así, desde el principio de los tiempos puede
rastrearse el término “amor” y su uso en la literatura, en la filosofía, en el
Psicoanálisis, en las distintas religiones, a los efectos de aprehender en qué
medida dicha concepción se aproxima a brindarnos sus aportes en nuestra
búsqueda.
Decíamos entonces que el recurso del amor
constituye la mejor verificación de cómo el hombre reacciona frente al
determinismo que le imprime las situaciones externas. De modo que es lícito
postular que el ser hablante es algo más que lo que se pretende al señalar que
es tan sólo un ser para la muerte.
Tomando un gran ejemplo, el que nos da Jesucristo
en “El sermón de la montaña”, allí, no implica una suerte de fatalismo
resignado, la visión de un mundo de mansos cobardes y estáticos dirigidos por
los hilos del destino de miseria, todo lo contrario, en sus primeros tramos,
despliega lo que podríamos llamar el programa del despojarse; y posteriormente,
en sus instancias decisivas, nos entrega el proyecto del darse.
Una vez sentada la viabilidad conceptual de los
engaños propios del yo, la única muralla de separación entre el otro y el yo es
el propio “yo”, cabe ubicar ahora que al
afirmarse en sí mismo y por sí mismo, el “yo” se siente distinto y, de alguna
manera, opuesto a lo que no es él. De esta oposición nace una suerte de tensión
o dialéctica, acompañada de un cierto sentimiento de inquietud. Es sumamente
difícil situarla a esta oposición, ya que, si así fuera estaríamos
hablando en definitiva, de que se
produce algo parecido a un conflicto dualista, cosa que desaparece en cuanto es
derribada esa muralla; pero, en cuanto el hombre se siente ligado y abrazado a
sí mismo, diferente, diferenciado y opuesto a los demás, le nace
automáticamente la inseguridad, por el hecho de encontrarse solitario; y, a la
inversa, al desligarse de sí mismo y dejarse arrastrar por la corriente
universal, se siente inmerso en la unidad con todos los seres, encontrando
seguridad y armonía.
De modo que dicha característica torna imperativo
el decir que ya no existen el sujeto y el objeto como polos opuestos;
desaparece también la dicotomía yo-tú, yo-mundo; y, en este momento, al perder
los seres vivos, en especial el hombre, aquellos perfiles que lo diferencian
del resto de la creación, el hombre se siente emparentado con todos los seres
en su realidad última y acaba por instalarse en una unidad en común con todos
en la más entrañable fraternidad. Es la experiencia de la unidad universal. “Que
sean uno”. Por otro lado, es más que amor.
Pues, en el amor, una persona ama a otra persona. Pero en esta experiencia los
dos sujetos acaban por sentirse uno parte del otro, como en una empatía
cósmica, hasta llegar a sentir las cosas del otro como si fueran propias. Es
obvio que en este contexto no caben rivalidades ni envidias.
Luego de examinar en este capítulo algunos temas
desarrollados acerca del hombre sabio, ha llegado la hora de abordar lo que
podemos denominar como funciona la metodología que nos alivia de tanto
sufrimiento vano.
El problema de esta metodología se liga a la conocida
referencia -a la que ya aludimos- acerca de una fe firme. Cabe preguntarse,
ante la reiteración: se trata de un paradigma, pero descartando esa vana
presunción ¿fe en qué? ¿en dónde aparece la fe? ¿para quién se manifiesta y a
qué pedido responde? Son preguntas –no fácilmente escindibles ni fáciles de
responder-que se nos plantean en un primer análisis.
El punto inicial es que en cuanto el hombre ha
detenido la actividad de la conciencia ordinaria no se produce un vacío
“hueco”, por el contrario, sino que la conciencia se hace en sí misma. Es la
realidad de la persona que se hace presentifica a sí misma. Es la experiencia la
propia realidad, y la de todo el mundo, es decir, mi realidad está toda en sí y
toda-en-el-universo: se experimenta a sí mismo en los demás y a los demás en sí
mismo.
Los sabios argumentan siempre una suerte de
sabiduría en dónde anida el respeto por todo y por todos. Es por esta causa que
el sabio respeta todo, venera todo, de tal manera que en su interior no hay
espacio libre para actitudes posesivas ni agresivas. El sabio hace honor a esa
frase tan conocida que reza: “Ama al prójimo como a sí mismo”.
Pero además, el sabio es capaz, de cargar a hombros
con el dolor de la Humanidad, ha pasado definitivamente a la com-pasión con el
mundo.
¿Pero qué es lo que necesitamos para conseguir esta
liberación? En primer lugar, se
necesita, una práctica intensiva y constante de mente vacía. En segundo
lugar, es necesario que vivas despierto, atento a ti mismo. Mediante una
constante introspección-meditación-intuición tienes que descubrir que el
“yo”(el falso yo) es la raíz de todas sus desventuras, y debes convencerte de
la falacia e inexistencia de esa imagen ilusoria de ti mismo y estar atentos a
las resistencias que este yo presenta.
Por otro lado, es importante no satisfacer a esa
fiera hambrienta, pues cuanto más la alimentas, más tiranía ejercerá sobre ti:
Es difícil llevar a la práctica algunos de estos consejos, por ejemplo: si hablan mal de ti, no te defiendas; deja que
sangre hasta morir el amor propio. Nunca te justifiques si tus proyectos no
salieron a la medida de tus deseos. No des paso a la autocompasión, que es el
bocado más apetecido por el “yo”. No busques elogios ni abierta ni
solapadamente. Rehuye sistemáticamente los aplausos. No saborees el éxito.
Ahuyenta, en tu intimidad, los recuerdos halagüeños, que también son bocados
exquisitos para el “yo”.
Si le vas retirando el aceite, la lámpara acabará
apagándose.
“Esta es la batalla de la libertad.
Recuerda también las consignas tantas veces
repetidas: no te hagas ilusiones, el progreso será sumamente lento; pasarán
años hasta que puedas saborear la deliciosa fruta de la liberación; y en el
camino habrá vacilaciones, retrocesos y desalientos. Así es la naturaleza
humana; comienza por aceptarla tal como es.
Sabemos que el actual cerebro humano es muy
superior al de los demás mamíferos y vertebrados, y, a pesar de todo esto, y de
los avances de los estudios sobre la química cerebral, de todas formas es muy
limitado el control sobre nosotros mismos; y es temible que fuerzas inmensas
como las que hoy posee el hombre estén manipuladas por cerebros poco dominados
debido al poco control que el hombre ejerce todavía sobre su mente.
Hablábamos sobre el camino que conduce a la
libertad y a la felicidad y éste está
erizado de obstáculos, como hemos visto en las páginas anteriores; y no siempre
el dominio de la estructura y funciones cerebrales coincide con el progreso
paralelo de la libertad. Entonces, debemos preguntarnos si el hombre moderno
es, o no es, víctima de la angustia y el miedo en mayor o menor grado que el
hombre antiguo, por ejemplo, o el mismísimo profesor universitario está más
cerca o más lejos de la paz que, por ejemplo, el hombre de una lejana tribu
africana.
Uno de los métodos olvidados por el hombre moderno
y que retorna en diversas ofertas terapéuticas de hoy en día es el tema de la
relajación. Ya que toda tensión es un esfuerzo, y todo esfuerzo, una quema y
desgaste de energías. Esta quema puede
ser útil o inútil. Si la tensión se canaliza para el logro de un gran
propósito, es un esfuerzo positivo. Lo lamentable es cuando la energía es
desperdiciada inútilmente. Y no sólo puede ser un desperdicio inútil, sino
también y sobre todo, nocivo.
Y así nos encontramos, en nuestros días, con
personas que viven día y noche en un tenso estado general, con el rostro
crispado y la musculatura contraída, llenos están los consultorios de kinesiología,
los spa, los centros de relajación muscular, los centros turísticos que
proponen días de descanso y diversión,-que no son más que simples paliativos-,
la verdad es que estas circunstancias
son ideales para que se produzcan los estados obsesivos y angustiosos. Y así,
la persona llega a sentirse impotente, infeliz. Pero la relajación, es nuestro
primer aliado en el camino de recobrar la paz. Otro de los pasos a seguir es la
concentración. Para esto debemos retomar un tema olvidado por la Psicología actual:
la atención. De tan olvidada retornó en un síndrome: el síndrome de la falta de
atención. Hoy muchos de nuestros niños lo padecen.
La atención, es una facultad connatural al ser
humano. Nuestra atención, reclamada por mil estímulos exteriores e interiores,
muchas veces incapaz de centrarse durante unos segundos en un punto fijo, la
vamos a sujetar ahora allí donde nuestra voluntad determine. En nosotros se da
una naturaleza esencial y otra psicosocial. Ambas maneras forman parte del ser
humano y, aunque la segunda tiene sus bases en la primera, ambas se
complementan. Pero es necesario concentrarse. Y para concentrarse es necesario
estar presentes en aquello que estamos haciendo. Esa es la esencia de la
concentración.
Por eso es imprescindible, pues, establecer una
buena relación entre nuestra atención y nuestros actos. Pero como generalmente
no estamos presentes debido a las constantes castigos, obsesiones, y fantasías
del yo, nos ausentamos, no nos concentramos debidamente nos herimos a nosotros
mismos, por eso los estímulos exteriores nos golpean y nos hieren, porque nos
toman desprevenidos, porque estábamos ausentes de nuestra casa.
Esta noción nos aconseja de estar atento a una sola
cosa a la vez. La atención es la facultad automática del sistema nervioso para
valorar lo que interesa y dejar de lado lo que no interesa, pues cuando
seguimos varias ideas, no simultáneas, sino entrecruzadas o interpuestas, y al
mismo tiempo no podemos desentendernos de otra idea parásita, entonces la
fatiga es muy grande. En cambio, cuando seguimos una idea con exclusión de toda
otra, o estamos atentos tan sólo a lo que hacemos, olvidándonos de todo lo
demás, entonces el cansancio es mínimo y el rendimiento máximo. Lo importante
es que la atención esté en un solo punto cada vez.
Otra de las técnicas que se enseña es la técnica de
la respiración.
Debido al estado de tensión, nerviosismo y malhumor
en que viven la mayoría de las personas en la actualidad es debido, en parte, a
una deficiente irrigación. Normalmente, el hombre actual vive y trabaja en
oficinas, talleres, fábricas etc., y tienen una respiración deficiente.
Nuestra naturaleza está determinada por la
influencia de los estados anímicos, y a la vez, que estos influyen decisivamente en la respiración.
Cuando la persona está tranquila, su respiración es apacible. Cuando está
agitad psíquica o físicamente, su respiración se torna irregular. Podemos
afirmar, pues, que la respiración es el espejo de los estados interiores. Por
consiguiente, será también correcta la conclusión inversa: si las tensiones
interiores repercuten en la respiración, podemos influir y modificar los
estados interiores.
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