Hacia la pureza de corazón
En esta concepción que incluye a la fe, apenas
delineada, se debe tener en todo momento presente –aunque parezca ocioso
reiterarlo-, los conceptos Evangélicos. Por eso nos atrevemos a caminar por un
tema harto espinoso: Todos los pobres de espíritu son sabios y sólo los pobres
de espíritu son sabios, porque ellos miran el mundo con ojos limpios, sin las
interferencias alucinantes del “yo”. Los desposeídos están purificados de las
escorias y el smog con que el “yo”contamina la interioridad; los pobres son
puros, y los puros, sólo ellos, no solamente verán a Dios, sino que también
verán el mundo tal como es, sin deformarlo con una visión interesada.
Todos aquellos hombres que actúan solo bajo los impulsos del
“yo”contemplan la vida a través del prisma de sus deseos o de sus miedos. Esta
es una discriminación fundamental para entender las formulaciones del hombre
cuando se libera de la prisión imaginaria del yo, pues cuando este domina de
una u otra manera, todo lo exterior lo pasan por su órbita personal.
Existe, en cierto modo desligada de lo anterior,
otra vertiente en las lecturas posibles de lo dicho sobre el hombre sabio, un
hombre puro de corazón. En lo tocante a los intereses. Los propios intereses
hacen distorsionar el verdadero rostro de la realidad. Aparece así la dimensión
del engaño. De este modo muchas veces hacemos que las cosas sean tal como las
deseamos o tememos, no como son en realidad. Pero ellas siguen siendo tal como
son: sólo un hombre puro las puede contemplar en su esencial originalidad. Si
la pureza nos determinó un tratamiento de las cosas más o menos detallado de
las nociones de un corazón que no distorsiona la realidad, el corazón impuro es
prisionero siempre del engaño.
Este tipo de engaño incluye evidentemente la
participación de la dimensión narcísica, del hombre y mientras éste no se
libere y no sea puro no verás las cosas y personas en sí mismas, sino a través
del miedo o de la codicia que le causan. Siempre estará cautivo de las miradas de
un modo o de otro: de forma apropiada o repulsiva, pero siempre será una
deformación de la realidad a causa de la impureza.
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