sábado, 23 de septiembre de 2017

De los valores actuales: IV


Nuestros límites e impotencias
Se trata, sin duda, de una alusión sugestiva en el sentido de que parece presuponer una cierta relación de sucesos –misteriosos-, entre los términos en cuestión. He aquí el misterio del hombre: el hombre, ese ser infinito en sueños y tan poca cosa en posibilidades.
Image result for imagenes de ANGUSTIADe todos modos, no se plantea una evolución, ya que los sueños nos permitieron avanzar y seguir avanzando como especie. Aun así, como esas hendiduras abiertas en las pendientes de las montañas, así lleva en hombre marcadas en sus raíces unas fronteras infranqueables: desea mucho, desea todo el poder y puede poco; apunta alto y llega muy bajo; hace lo que no le gusta y no puede hacer lo que le gustaría; intenta ser humilde y no puede; se esfuerza por agradar a todos y no lo consigue; se propone metas concretas y, frecuentemente, se queda a medio camino.
Lo indudable es que a través de todos los tiempos el hombre bregó y brega por transponer sus propias fronteras, suavizar los rasgos negativos de su personalidad; pero ciertos condicionamientos, que le vienen desde los senos más profundos de su ser, se le cruzan en el camino. Una vez articulados en cada estrato los elementos correspondientes, el hombre opta por un decurso sorprendente.
¿Cuántas veces lucha por extirpar sus rencores, soslayar sus envidias, calmar sus tensiones y proceder siempre con paciencia y bondad…; pero no se sabe qué demonios interiores interceptan sus esfuerzos y lo dejan maniatado? Una y mil veces cae. Como hemos podido apreciar, permanece en su vida esta disyuntiva entre el bien y el mal. Esto nos invita a atender un fenómeno singular: nuevamente el tema de la fe.
Originalmente el hombre es falla, contingencia, precariedad, limitación e impotencia.
Y he aquí el origen más profundo del sufrimiento del hombre: sus propias fronteras.
                   

La angustia

sábado, 16 de septiembre de 2017

Frases para meditar




Image result for imagenes de SAN JUAN BOSCOLa santidad consiste en estar siempre alegres. 


San Juan Bosco



sábado, 9 de septiembre de 2017

De los valores actuales: III


La rutina

Image result for imagenes de RUTINA AGOBIANTE  en personasLos interrogantes esbozados a partir de las cuestiones de la voluntad y de la dispersión merecen un apartado especial, no menor que el tema de la rutina que ahora nos convoca. La función indicativa de la rutina, señalada con insistencia en todos los medios de comunicación actuales nos invitan a decir de ella que es como una termita, que silenciosa e invisible, avanza por las entrañas de la madera, hasta corroerla y debilitar los fundamentos del edificio; la rutina se asemeja a la penumbra que, imperceptiblemente, se desliza en los aposentos interiores a la hora del crepúsculo: por no ser luz, no es amada; por no ser oscuridad, no es terminada. Y así pasa  desapercibida. A eso que casi no podemos definir pero sí sentir, se llama rutina.
Muchos no la consideran un carcinoma ni tampoco un virus. No aparece tipificada en ningún cuadro patológico. Los profesionales no la conocen, o al menos no se preocupan demasiado por ella. Por eso nadie estudia su etiología ni se buscan remedios para combatirla. Excepto algunos cosméticos y paseos para ricos y ociosos que pueden escapar por unos días a un spa elegante o a algún lugar remoto y solitario, libre de todo lo conocido. La rutina   no se mete en aventuras, no conoce riesgos, ni se mezcla en escándalos. Pasa tan desapercibida, que nadie se asusta ni siquiera de su sombra.
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Sin embargo, y por lo dicho, la rutina es la fuerza más desestabilizadora de las instituciones humanas y de la vida misma. Por de pronto, es, sin duda alguna, el roedor más temible de la institución matrimonial. Más allá de los problemas de la adaptación que pueden surgir entre los esposos, ya desde el viaje de luna de miel comienza la rutina a socavar las raíces de la ilusión y el amor.
Se hace presente en las oficinas de los profesionales, en las actividades de los sacerdotes, en las tareas maternales, en la vida de las comunidades y los grupos; en fin, se apodera de todo el quehacer humano, hasta reducirlo todo a monotonía y aburrimiento. Por los efectos de la rutina, las personas experimentan una constante caída de tensión en sus compromisos, pierden el ímpetu inicial, aflojan en el entusiasmo. Y aparece la apatía, desfallece la ilusión y se hace presente la tibieza. Nada es frío ni caliente, y por eso todo acaba causando tedio.
Una preciosa melodía que hoy nos arrebata, luego de escucharla quince veces, ya no nos gusta tanto, porque se nos está gastando. Si la oímos treinta veces, acaba por aburrirnos; y después de escucharla cincuenta veces, nos produce hastió. Un manjar exquisito repetido durante varios días, mañana y tarde, primero cansa; luego, fastidia, y, finalmente, nos provoca nauseas.
               ¿Qué es, pues, la rutina? Sí es difícil detectarla, mas difícil es describirla y prácticamente imposible definirla.

   

sábado, 2 de septiembre de 2017

De los valores actuales: II



La falta de voluntad
Para ver claramente esta conexión y considerar que hay que tomar en cuenta cómo falta de voluntad, lo que pertenece estrictamente a su campo, haremos un rodeo por síntomas que se presentan muy a menudo hoy en día.
En primer lugar hablaremos de la dispersión:
Image result for imagenes de dispersion en personasLa dispersión en si misma, no es semilla propiamente dicha del sufrimiento humano sino mas bien es efecto de múltiples factores pero, que, de todas formas, conlleva entre sus pliegues notables dosis de esa sensación desagradable que llamamos desasosiego. Y esto que denominamos desasosiego, transpone con la mayor facilidad las fronteras de la angustia.
Al comienzo señalamos a la dispersión, como aquella que porta desasosiego, y es en ese sentido en el que la vamos a analizar aquí, se identifica, en cuanto al contenido y efectos, con el nerviosismo. Es prioritario decir qué entendemos cuando hablamos de nerviosismo: decimos de una sobrecarga de energía neuroeléctrica en estado de descontrol.
En el caso de la dispersión, entonces –para graficar-, encontramos la pregunta casi con su respuesta incluida: es la enfermedad de nuestro tiempo. La dispersión es la enfermedad típica de la sociedad moderna, de la sociedad tecnológica. Si bien  no está tipificada en ningún cuadro clínico; pero, de hecho, viene a ser el subsuelo ideal en el que normalmente germinan y se alimentan la depresión y la obsesión y, sobre todo, la angustia, encontramos la pregunta que nos lleva a el tema del desanimo, punto crucial de nuestro trabajo. Por este sesgo, captamos otro punto crucial, atinente a las interrogaciones por la proveniencia y por la diferencia de los conflictos actuales o de cómo se llega a tales conflictos. En definitiva: ¿qué hay aquí sino interrogaciones por el desamor en que vive el hombre de hoy?
Las preguntas por el ser, por el amor, y por el desamor surgen muy frecuentemente en el análisis cuando caen las máscaras yoicas. El devenir de un análisis comenzaría en teoría por la introducción del síntoma y finalizaría por el atravesamiento del fantasma, o bien dando un paso más por la aparición del síntoma desde el punto de vista lacaniano. Pero bien sabemos que la teoría en estas cuestiones tiene sus múltiples revisiones momento a momento. Bien, volviendo a la dispersión, tema tan caro en estos días, esta es un representante de la manifestación conductal colectiva. Al negar su existencia, afirmamos la creencia de que el hombre es un ser que no vive en un ostracismo casi permanente para cubrirse de lo que considera son sus peores enemigos y para enfrentarlos utiliza el recurso de la dispersión.
 En definitiva, la dispersión es la desintegración de la unidad interior. Este modo de actuar convoca mediante la creación de conductas, hábitos y disciplinas, a todo un sistema bioquímico que lo sustenta y lo ayuda en sus fines. Sentirse integrado interiormente equivale a gozo y fiereza para enfrentar un mundo cada vez más hostil. Una persona dividida, temerosa, enfrentada a un mundo complejo, en cambio, experimenta desasosiego y debilidad.
El sujeto dispersivo, en lugar de sentirse unidad, se siente como un acervo de fragmentos de su propia esencia.
Estos fragmentos de sí mismo, yuxtapuestos y sin coherencia como si diferentes y contradictorias fuerzas clavaran sus garras en él y lo tironearan en direcciones contrarias provocan diversas cuestiones a saber: por un lado; desafíos por, amenazas por el otro: frustraciones por aquí, entusiasmos por allá. ¿Resultado? De acuerdo con esto, se entiende por dispersión un descoyuntamiento, una formidable descomposición interna que le hace sentirse al hombre abatido e infeliz.
El hombre se siente infeliz, porque se siente débil, y se siente débil, porque se sabe incapaz de retener en sus manos las riendas de sus energías e impulsos.