sábado, 9 de septiembre de 2017

De los valores actuales: III


La rutina

Image result for imagenes de RUTINA AGOBIANTE  en personasLos interrogantes esbozados a partir de las cuestiones de la voluntad y de la dispersión merecen un apartado especial, no menor que el tema de la rutina que ahora nos convoca. La función indicativa de la rutina, señalada con insistencia en todos los medios de comunicación actuales nos invitan a decir de ella que es como una termita, que silenciosa e invisible, avanza por las entrañas de la madera, hasta corroerla y debilitar los fundamentos del edificio; la rutina se asemeja a la penumbra que, imperceptiblemente, se desliza en los aposentos interiores a la hora del crepúsculo: por no ser luz, no es amada; por no ser oscuridad, no es terminada. Y así pasa  desapercibida. A eso que casi no podemos definir pero sí sentir, se llama rutina.
Muchos no la consideran un carcinoma ni tampoco un virus. No aparece tipificada en ningún cuadro patológico. Los profesionales no la conocen, o al menos no se preocupan demasiado por ella. Por eso nadie estudia su etiología ni se buscan remedios para combatirla. Excepto algunos cosméticos y paseos para ricos y ociosos que pueden escapar por unos días a un spa elegante o a algún lugar remoto y solitario, libre de todo lo conocido. La rutina   no se mete en aventuras, no conoce riesgos, ni se mezcla en escándalos. Pasa tan desapercibida, que nadie se asusta ni siquiera de su sombra.
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Sin embargo, y por lo dicho, la rutina es la fuerza más desestabilizadora de las instituciones humanas y de la vida misma. Por de pronto, es, sin duda alguna, el roedor más temible de la institución matrimonial. Más allá de los problemas de la adaptación que pueden surgir entre los esposos, ya desde el viaje de luna de miel comienza la rutina a socavar las raíces de la ilusión y el amor.
Se hace presente en las oficinas de los profesionales, en las actividades de los sacerdotes, en las tareas maternales, en la vida de las comunidades y los grupos; en fin, se apodera de todo el quehacer humano, hasta reducirlo todo a monotonía y aburrimiento. Por los efectos de la rutina, las personas experimentan una constante caída de tensión en sus compromisos, pierden el ímpetu inicial, aflojan en el entusiasmo. Y aparece la apatía, desfallece la ilusión y se hace presente la tibieza. Nada es frío ni caliente, y por eso todo acaba causando tedio.
Una preciosa melodía que hoy nos arrebata, luego de escucharla quince veces, ya no nos gusta tanto, porque se nos está gastando. Si la oímos treinta veces, acaba por aburrirnos; y después de escucharla cincuenta veces, nos produce hastió. Un manjar exquisito repetido durante varios días, mañana y tarde, primero cansa; luego, fastidia, y, finalmente, nos provoca nauseas.
               ¿Qué es, pues, la rutina? Sí es difícil detectarla, mas difícil es describirla y prácticamente imposible definirla.

   

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