sábado, 23 de septiembre de 2017

De los valores actuales: IV


Nuestros límites e impotencias
Se trata, sin duda, de una alusión sugestiva en el sentido de que parece presuponer una cierta relación de sucesos –misteriosos-, entre los términos en cuestión. He aquí el misterio del hombre: el hombre, ese ser infinito en sueños y tan poca cosa en posibilidades.
Image result for imagenes de ANGUSTIADe todos modos, no se plantea una evolución, ya que los sueños nos permitieron avanzar y seguir avanzando como especie. Aun así, como esas hendiduras abiertas en las pendientes de las montañas, así lleva en hombre marcadas en sus raíces unas fronteras infranqueables: desea mucho, desea todo el poder y puede poco; apunta alto y llega muy bajo; hace lo que no le gusta y no puede hacer lo que le gustaría; intenta ser humilde y no puede; se esfuerza por agradar a todos y no lo consigue; se propone metas concretas y, frecuentemente, se queda a medio camino.
Lo indudable es que a través de todos los tiempos el hombre bregó y brega por transponer sus propias fronteras, suavizar los rasgos negativos de su personalidad; pero ciertos condicionamientos, que le vienen desde los senos más profundos de su ser, se le cruzan en el camino. Una vez articulados en cada estrato los elementos correspondientes, el hombre opta por un decurso sorprendente.
¿Cuántas veces lucha por extirpar sus rencores, soslayar sus envidias, calmar sus tensiones y proceder siempre con paciencia y bondad…; pero no se sabe qué demonios interiores interceptan sus esfuerzos y lo dejan maniatado? Una y mil veces cae. Como hemos podido apreciar, permanece en su vida esta disyuntiva entre el bien y el mal. Esto nos invita a atender un fenómeno singular: nuevamente el tema de la fe.
Originalmente el hombre es falla, contingencia, precariedad, limitación e impotencia.
Y he aquí el origen más profundo del sufrimiento del hombre: sus propias fronteras.
                   

La angustia


Para comenzar, diseñaremos una recolección del recorrido, circunstancia que también implicará una reformulación ampliatoria.
Así, es específicamente significativo que el hombre, digamos, llamado medieval, vivía afirmado sobre un determinado sistema de seguridades. Si atendemos a la realidad cómo estaba constituida la sociedad en ese marco –pensado bajo un análisis verdaderamente histórico-, este sistema estaba a su vez, constituido por una visión sobre el hombre y su destino y, en generImage result for imagenes de ANGUSTIAal, por una concreta cosmovisión, todo ello basado en la fe cristiana. Se produce luego en forma progresiva un paso hacia el período siguiente. A partir del Renacimiento, el esquema de ideas se fue desmoronando lentamente. Por otra parte, el campo queda acotado enseguida por la limitación de la escala de los valores y el sistema de seguridades; y mientras se consumaba este derrumbe, el espectro de la angustia fue, paralela y, simultáneamente, poblando las entrañas de la humanidad; en suma, la referencia es tan súbita como precisa:
¿Es que podemos creer que en épocas anteriores no existía la angustia? Por supuesto que existía. Probablemente no en la proporción de los tiempos modernos; no del mismo modo; pero existía aunque paliada y absorbida por las convicciones y certezas de la fe.
Tomando el paradigma vigente por aquellos años donde la fe reinaba, la angustia vital estaba amortiguada por las creencias religiosas.
No caben dudas de que el hombre actual cree que es verdad que se ha liberado de las ataduras de la religión; pero, aquello  que daba lugar a un sistema de seguridad –como actividad, acción o efectivización proporcionada por las creencias religiosas-, al desaparecer, al esfumarse el sistema de seguridades, el hombre se ha encontrado desplumado e indigente frente al abismo, al absurdo, a la angustia. ¿De qué le han  servido al hombre desprenderse de los conceptos de la religión y acceder a tal supuesta liberación?

Podemos afirmar, -casi sin temor a equivocarnos-, que el subproducto más característico de la modernidad es la angustia. Además, en la misma constitución humana encontramos como característica principal a la angustia como lugar privilegiado. Si nos asomamos a los horizontes de la filosofía, el teatro, la poesía, el cine, la literatura en general, nos encontraremos con la extraña identificación entre el hombre actual y la angustia en su diario vivir.

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