Dejar de lado los imposibles
Una de nuestras premisas es que tanto los
acontecimientos, las personas y las cosas que son nuestros enemigos, lo son en
la medida en que nosotros mismos las rechazamos. Es un terreno fértil dónde el
hombre puede cultivar todo lo que desee en él.
Todas las cosas que nos resultan agradables o
desagradables corresponden a nuestro sentir:
rechazo o resistencia.
Pero esta situación humana del desagrado nos remite
a la relatividad del propio concepto de lo desagradable, cuando hace referencia
a la relación entre objeto, agente y la sensibilidad nuestra. Y es subjetiva
dicha sensibilidad: pinta el cuadro según el viento, la brisa, el vendaval de
los preconceptos, los juicios valorativos, la fuerza de la voluntad, los
diversos estados de ánimo...
El término psicoanalítico conocido como fantasía,
no es muy útil aquí, ya que si bien esta pude llegar a hacerse conciente,
siempre tiene un origen que es inconsciente, trae aparejado grandes problemas
con su contenido mental.
Todo sufrimiento es producto de una resistencia
mental. Sabemos que donde hay resistencia inevitablemente hay sufrimiento. Entonces
sabemos que cuando el hombre se convierte en enemigo, en su propio enemigo al
rechazar, puede transformarse en un ser sombrío, temeroso, temible e
impredecible a la vez. Esto lo puede conducir a un círculo vicioso: cuanto más
le desagrada una cosa mayor rechazo se produce y cuanto más las rechaza más le
desagradan. Para demoler esto hay que salir del círculo vicioso.
Como se recordará mencionaba que por medio de la
resistencia emocional tendemos a anular y dejar fuera de combate todo aquello
que nos resulta desagradable. Pero también es cierto que con disciplina,
estrategia aplicada con métodos eficaces podemos vencer enfermedad, pobreza,
injusticias. No obstante, para resolver esta tesitura aparentemente
inconciliable, es factible procesar varias condiciones que perjudican a los
seres humanos.
Por consiguiente una de los enemigos es la
pasividad
Ahora bien, el sujeto humano a través de un
adecuado método y el suficiente entrenamiento, llega a adquirir la capacidad de
suprimir de forma momentánea toda actividad mental nociva, en especial para
detener el pensamiento atrapado por obsesiones y tendencias negativas.
Ese es el gran desafío desde siempre: cómo lograr a
ser dueño de nuestra propia mente, cómo obtener detener aquello nociva que se
nos imponen.
Este es uno de los pasos hacia la liberación.
La mente muchas veces es esclava de sus obsesiones,
recuerdos y complejos torturadores, desconociendo que puede liberarse de ellos
y adquirir la soberanía de modo permanente.
Posteriormente deterjamos, en el mismo transcurrir
de la vida, una y mil variantes, sobre este punto, en efecto, hay muchos
tratamientos terapéuticos, lo que indica que el problema puede cambiar: ya no
se trata de una condición única y estable e irreversible, sino de un malestar
que es plausible de ser modificado. Entre otras cosas, dicha consideración abre
el campo a funciones que quedan para futuras investigaciones.
Si planteamos la ventaja impresionante que
representa que si todas las cosas existen en la medida en que son captadas por
nuestra mente y el dominio mental es un tesoro pleno de valores, no lo es menos
el reino de la liberación y la serenidad.
Este es el fin último de toda terapia: buscar el
medio de liberación. Con este fin tenemos numerosos métodos para alcanzar la
liberación, a través de la paciencia y el entrenamiento que nos llevan a
alcanzar la capacidad de desconectarnos voluntariamente de las obsesiones y
transformar el alma en un jardín pleno de virtudes.
Este poder mental es, aun dormido, uno de los
pilares que nos deberían acompañar en todo momento en nuestro largo recorrido.
Por eso, en vez de maldecir el obstáculo, la
salida, en primer lugar sería preguntarnos como anular su efecto, en qué manera
podemos mitigar su peligrosidad. ¿Qué es lo que debo hacer?
Siempre la respuesta será una realidad hostil,
posible de ser solucionada en un porcentaje más o menos alto. Hay que poner toda la energía en pos de dejar
afuera de nuestras vidas a esos enemigos.
El problemático solucionar realidades hostiles nos
retrotrae necesariamente a la relación del sujeto con el mundo. Esto nos
plantea una situación verdaderamente compleja para la exposición que
pretendemos hacer: es que el hombre no tiene todo a su favor, porque
constitucionalmente está en falta.
En otras ocasiones tenemos que enfrentarnos a
situaciones que nos desagradan o provocan nuestro rechazo pero que no está en
nuestras manos solucionar. Estas son las llamadas situaciones límites, hechos
consumados o simplemente un imposible.
Y de modo humilde queremos comentar que, en nuestra
condición d humanos y en una proporción que nos es difícil reconocer por lo
elevado de su influencia, somos seres desvalidos (impotentes), que la mayoría
de las veces no sabemos cómo responder ante las circunstancias, que nuestra
libertad está cada día condicionada por nuestra actitud descuidada y torpe,
muchas veces infatuada, otras tantas disfrazada de autoritarismo, otras tanta
aprisionada o anulada; nos cuesta admitir que somos seres limitados. Pocos son
los capaces de admitir esta condición humana de manera consciente, pero aquel
que sí lo hace ya ha recorrido los primeros tramos del camino de la libertad.
Cuando sentimos que todas las puertas están
cerradas y los caminos de salida bloqueados, es nuestro deber preguntarnos que
es lo que entendimos, para luego enfrentarnos a la situación dolorosa, tenemos
opciones a seguir que solo dependerá de nosotros y de la actitud adoptada para
resolver el problema, a saber: en lugar de responder con llanto infantil deberíamos responder con una pregunta simple
y valiente: ¿Qué tanto puedo hacer? ¿Que me quiere decir esta situación, qué
parte de mi está reflejando? Si abrimos el corazón y sentimos que es posible
hacer algo, avancemos decididamente hasta enfrentar la situación y liberarnos
del dolor. Pero si sentimos que todo está perdido es una actitud loca y
reaccionaria tornar más intolerante la situación con nuevas actitudes agresivas
como si con el mal pudiéramos anular el mal realizado, me temo que esta es la
salida fácil que casi todos los grupos humanos siguen haciendo del conflicto un
sólido templo del dolor.
La manera de liberarse de los conflictos es pues,
aceptarlos para luego dejarlos ir.
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