¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: ¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos”. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.
Isaías 35,1-6 a.10
Introducción
Pese a sus riesgos –en el sentido de invitar tal
vez a un sesgo un tanto filozofante- el título del punto a tratar da acabada
cuenta del tema que intentaremos desarrollar. Lo peculiar del encabezamiento
del presente capítulo habría quedado compensado si nos hubiésemos confortado al
utilizar subtítulos simples o herméticos, más alusivos a nuestra propuesta
inicial. Pero estas expresiones inevitablemente –y abusivamente crípticas-,
entendemos que, encuentran su plena justificación, en principio, por
encontrarse inscriptas –si bien de un modo lateral o casi marginal- en los
intereses de los individuos que componen nuestro entramado social actual. En
todo caso, lo que podemos reclamar como propia es nuestra libertad a la hora de
subtitular un trabajo destinado a comentar algunos aspectos de lo que –si bien
no descubrimos nos animamos a escribir sobre ello-, aqueja a una sociedad que a
gritos ha dado en denominar a sus sufrimientos de un modo singular.
Para encararla, vamos a comenzar por la revisión de
algunas de las respectivas opiniones populares, tan difundida como poco
fundadas en algo más que no sea el mero prejuicio. Destacaremos aquí algunas
maneras de entender el nexo entre la mente, su poder y el sufrimiento humano.
En primer lugar, el decir popular afirma que la mente domina todo; en segundo
lugar es la opinión que se puede desterrar a voluntad de modo total y absoluto
la angustia con ejercicios novedosos de dudoso origen; en último término,
encontramos la afirmación que cree que se puede definitivamente erradicar por
completo el sufrimiento humano.
Superar, desterrar, eliminar, erradicar, dominar.
Son imperativos que se mueven en un espacio teórico en el cual habría un cierto
territorio –el correspondiente a la nueva era- que los nuevos chamanes
ampliarían, o del que despegaría o en el que excavarían los problemas de las
mentes modernas.
En la actualidad, hay una fuerte afirmación, y es
ésta: la mente domina todo. Pero esto se convirtió para mucha gente en todo un
infierno, una trampa, un callejón sin salida donde la angustia se apodera de
nuestro ser. Pero no todos los seres humanos están preparados para
autoliberarse a través de ejercicios de respiración supuestamente liberadores
de todo conflicto mental y tornar cada pensamiento en positivo con el fin
último de provocar un cambio radical en sus vidas.
En segundo lugar, encontramos el prejuicio habitual
como dijimos antes, es el de erradicar o superar de modo definitivo la
angustia. Esta noción confluye con el mito de que el hombre puede eliminarlo
todo por sus propios medios, es un semi-dios hacedor de todas las cosas.
Y angustia nos remite a angostura, estrechez. Con
sus imperativos la mente aprieta y oprime al pobre, que experimenta tanta
asfixia como sinsabor.
Por último, como se sabe, en nuestra tradición
occidental nuestros sufrimientos implican el concepto de la culpa.
Ya nos proponemos, explicar esta verdad y hacer una
hipótesis que aclare su terrible aspecto de pesadilla: todos nuestros
conflictos y sufrimientos es producto de nuestra mente, asumiendo que es
también una parte de nuestra estructura como humanos que somos-. Y este
alarmante dato, lejos de ser una noticia que nos paralice, implica la novedad
de que la posibilidad de transformar esos pensamientos está en nuestras manos,
con la cual la existencia se ve beneficiada. Pero lejos estamos aún de poder
dar un posible abordaje benéfico asumiendo que la angustia es parte de la
estructura y que el sufrimiento simplemente hay que asumirlo y luego resolverlo
de la mejor forma posible.
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