miércoles, 16 de septiembre de 2015

Santo Tomás de Villanueva: La caridad y la dinámica de su prática desde el seno de la familia



Santo Tomás de Villanueva                                                                    
La caridad y la dinámica de su práctica desde el seno de la familia.

I
Cuestiones preliminares
Cuando se intenta hacer un trabajo breve y que sea de alguna manera, una revisión histórica de la contribución de un santo a lo largo de su vida, la primera reacción es de cierta ambivalencia, pues, el entusiasmo inicial da paso a un amago de reserva y perplejidad al tener que seleccionar algunos hechos relevantes y no mencionar otros de igual importancia. Santo Tomás de Villanueva, santo agustino del siglo XV-XVI a quien Dios regaló muchos carismas y dones sobrenaturales, y sin embargo lo que más lo distinguió fue su amor a los pobres, caridad que ya desde niño le fue inculcada por el ejemplo de sus padres. 
Es de esta cualidad de la que nos ocuparemos en estas líneas. Se entiende, comprendemos, la razón que nos impone a escribir un solo aspecto de la vida de este santo, -la limitación propia de nuestro trabajo y la vasta vida del santo-. Lo que tal vez no resulten igualmente claras son las razones de nuestra elección al enfocar el ejemplo que nuestro santo recibió en su primera infancia. Sin embargo, es fácil reconocer que en el conjunto de razones y dudas en la elección y definición del tema se destacaban al menos tres razones. En primer lugar, esta biografía acotada que nos proponemos contar del contexto total de la biografía en cuestión tomará como eje central el tema de la caridad. Si bien ésta es una consideración valedera en todos los casos, no puede dejarse de reconocer que es particularmente cierta para las vicisitudes del quehacer y del ejemplo de los padres y educadores con respecto al tema que nos convoca. De ahí a cuestionarnos nuestro propio concepto de la transmisión de la caridad como parte fundamental de la educación es trascendente para cada uno de nosotros está a un paso. A menos que nos decidamos a tomar una solución alternativa como por ejemplo recortar sin amputar las articulaciones más significativas de nuestro parecer y abocarnos en lo pertinente a la vida y educación del santo. Esta fue la opción que finalmente decidimos seguir. El segundo elemento disuasivo ante la tarea de evocar el tema con cierta coherencia, deriva del ejercicio de la investigación y de la permanente autocrítica a nuestro limitado proceder. La descripción de una vida, jalonada por estudios y trabajos, supone una cierta coherencia en el desarrollo del itinerario que nos proponemos recorrer desde lo teórico. Pero, como sucede a menudo, en el camino vamos rectificando y desarrollando en otras direcciones. El tercer motivo de perplejidad consistía en la infundada creencia que considera una distorsión  al discurso que carece de un hilo conductor que sirve para ensamblar aspectos y momentos de una biografía que suelen ser heterogéneos. Es cierto que estamos acostumbrados a un discurso lineal de los hechos acontecidos en el pasado, pero mirando con cierta atención, no deja de advertirse a menudo la unidad y congruencia.
Con todo y por fin, optamos por dejar de lado cavilaciones perfeccionistas. La decisión es recordar por escrito un aspecto fundamental acontecido desde una época muy lejana pero con un ejemplo y vigencia permanente.
Siguiendo con lo anterior, es necesario destacar que el amor a los pobres que sentía nuestro santo lo entendemos como el hilo conductor de toda su vida. Los pobres eran parte de su familia y tal era su amor que les sustentaba en las necesidades siendo arzobispo de Valencia, todas las rentas del arzobispado con excepción de una parte para pagar los gastos mínimos eran para los pobres. Una aproximación al sentido de la entrega a los necesitados lo encontramos en uno de sus gestos más recordados: Santo Tomás de Villanueva decía que las rentas del arzobispado eran sagradas, y que eran de los pobres. Tal fue su amor que nada propio dejó al morir y mandó a dar a los necesitados hasta el último centavo e incluso la cama en donde estaba esperando la muerte. Por otra parte, no queremos olvidar que nuestro santo fue una persona eminente, de grandes dotes intelectuales, gran profesor de la universidad de Salamanca, y un  consejero ejemplar; fue un religioso que ocupó altos cargos, siendo muy estimado dentro de la Orden. Estos sucesos destacados de la vida de nuestro santo nos conducen a cuestionarnos el modo de inserción de las personas con prestigio y poder en la actualidad que olvidan o disocian de su quehacer la caridad. Así nos lleva a cuestionarnos, siempre en el contexto de nuestra problemática, la caracterización y encasillamiento que existe en la sociedad actual sobre lo reñido entre poder y caridad.
Pero retomando nuestro punto central, creemos que es de sumo interés y vemos la vocación de un modo nuevo a partir de la mirada en la vida infantil de nuestro santo. Aquí es donde situaciones no estrictamente científicas ni estrictamente religiosas se entremezclan con la tarea y potencian nuestra sed de búsqueda sobre esta cierta clase de cuestiones. Es entonces cuando nos proponemos abordar algunos de los temas básicos de la condición humana, tal como el tema de la caridad y la dinámica de su práctica desde el seno de la familia, aparecen o se ocultan en las diferentes culturas y tiempos. Al investigar así el comportamiento de la familia del santo (con una metodología eminentemente descriptiva y biográfica), creemos que el sentimiento hacia los desvalidos se despertó en él desde su más tierna infancia y fue rodeado por un ejemplo de vida familiar propiciatoria. Solo que con una nueva configuración y nueva interrelación que nos permite transparentar todos los niveles del desarrollo evolutivo y de las áreas del comportamiento de un sujeto.
II
Contexto histórico
El material estudiado nos sugiere una obligada lectura de los aspectos principales de la infancia del santo y una mirada de de nuestra concepción en la actualidad con respecto a la caridad. El objeto de nuestro estudio sigue siendo el mismo: esa interesante relación familiar y básica que funda la sociedad, que configura una vida. Ahora bien, si desde el advenimiento de las nuevas corrientes psicológicas y psicoanalíticas logramos comprender la dinámica y las interrelaciones familiares, es nuestra obligación destacar que otros dramas o también otros milagros suceden en el mismo contexto a la luz del amor cristiano. Lo vemos en la vida y muerte de nuestro santo: al morir tanto los ricos como los pobres de su época lo lloraron sintiendo que habían perdido a un buen padre, pues él para todos tenía consejo, amor, y se preocupaba por lo fundamental: la salvación de sus almas.
Otros dramas se desarrollaron  crípticamente en el mismo tiempo en que nacía Santo Tomás de Villanueva. Y que se puede, aplicando el mismo método descriptivo, desentrañar sus otros sentidos escondidos. Uno de ellos es el de la situación social que reinaba en aquellos tiempos: fue en el año 1486 en el que Tomás nació, en tiempos en que la reina Isabel la Católica cumplía 35 años de edad y 17 de matrimonio con Fernando el Católico. Eran los tiempos previos donde  se comenzaba a dar los primeros pasos hacia el  descubrimiento de América en 1492. Eran los tiempos en que Fernando el Católico en 1516, nombró a su nieto Carlos I heredero del reino de España, quien también sería conocido como Carlos V de Alemania, por ser nieto del emperador alemán Maximiliano. Este hecho que convierte a Carlos I de España en emperador  del Sacro Romano Imperio Germánico el 28 de junio de 1518 tiene un valor clave en nuestro relato, pues cuando en mayo de 1520 el emperador sale de España para Alemania muchos nobles españoles, celosos de su autonomía, pensando que, al ser emperador, iba a imponer un absolutismo monárquico, comenzaron a rebelarse. En este contexto varias  ciudades de Castilla comenzaron a levantarse contra el poder real, especialmente Toledo, Segovia, Zamora, Ávila, Cuenca, Burgos, Salamanca, León, Murcia y Alicante. Estos movimientos insurrectos se extendieron a otras ciudades y luego se constituyo un mando supremo con Pedro Lasso de la Vega como presidente y Juan de Padilla como capitán general, declarándose independientes del poder real. Más adelante un representante del emperador llamado Adriano de Utrech le declara la guerra a estas comunidades. Los representantes de las comunidades se dividieron y muchos se pasaron de bando. Este era uno de los aspectos del marco social en el cual nació nuestro santo. Pero dentro de la vida social de aquellos tiempos existían también otros problemas. 
Entendemos que importa diferencia en este proceso y en su elaboración, la influencia en la vida infantil de nuestro santo en tres momentos o etapas: la situación social reinante, la vida en familia, sus propias experiencias como niño.  Los otros problemas sociales que marcaron la vida de nuestro santo y que queremos mencionar en estas líneas, no escapan a otros tantos problemas que se viven en la actualidad: en aquellos días los judíos que no se habían convertido habían sido expulsados por los Reyes Católicos en 1492, aquellos que seguían practicando su fe en secreto, eran perseguidos por la Inquisición fundada en 1478 para controlar la autenticidad de los convertidos. Otro conflicto de la época era el de los musulmanes conversos que vivían especialmente en Valencia y Granada, quienes apoyaban los ataques de piratas turcos  y berberiscos contra las costas españolas. La mayoría de ellos vivía su fe musulmana en secreto y no estaban realmente convertidos. Eran tiempos en que Lutero (1483-1546) se rebeló contra la autoridad del Papa al querer luchar contra los abusos y defectos de la Iglesia de su tiempo, pero su rebeldía lo llevó a separarse definitivamente de la Iglesia e imponer sus propias ideas, y su autoridad. La lucha de Lutero -aunque decía que en todo seguía a la Biblia y sólo a la Biblia-; proclamando que somos salvados sólo por la fe en Cristo y no por las obras, aparece como una táctica para fortalecer su posición que simplemente llevó a una gran división dentro de la Iglesia, que ocasionó guerras y divisiones políticas entre los príncipes y reyes partidarios de ambos bandos.
El siglo  XVI, en que vivió santo Tomás, fue el siglo de Oro de España. Quizás un aspecto ligado al contexto sociocultural en el que Tomás vivía determinó una distorsión para nuestros ojos en la apreciación del sentido de grandes y opuestos conflictos y grandes santos y descubrimientos definitivos.
 Pero también la época de lucha aparece teñida por grandes sucesos: se fijan las bases y estructuras del idioma español con la publicación de una gramática castellana, la de Nebrija (1444-1522). Eran tiempos en que, Hernán Cortes conquistaba México y Francisco Pizarro conquistaba el Perú. Comenzaba la etapa de organización y civilización, adoctrinamiento religioso y explotación de las riquezas naturales. Fue la época de la reforma de la Orden franciscana, la universidad de Salamanca era dirigida por clérigos y estaba en todo su esplendor, era la época de las grandes reformas de las Órdenes religiosas, por ejemplo la de los Carmelitas por parte de  santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz. También fue fundada la Compañía de Jesús por san Ignacio de Loyola. La Iglesia era en ese tiempo la más importante de las Instituciones, convirtiéndose en la principal fuerza impulsora de la sociedad a través de la cultura, dirigiendo las universidades y teniendo gran poder económico. Nuestro santo vio que en general el pueblo era muy pobre y muy religioso. La mayoría de ellos eran campesinos que convivían sin el sacramento del matrimonio, hecho que también se producía  entre la gente principal y noble. También entre el clero eran frecuentes los hijos naturales. Muchos de los sacerdotes, sobre todo seculares, llevaban una vida mundana en todo sentido. A pesar de ser una época teñida de grandes conflictos, también fue una época de grandes santos: san Ignacio de Loyola (1491-1556), san Juan de Dios (1495-1550), san Juan de Ávila (1499-1569), san Pedro de Alcántara (1499-1562), san Alonso de Orozco (1500-1591), san Francisco Javier (1506-1552), san Francisco de Borja ( 1510-1572), santa Teresa de Jesús (1515-1582), san Juan de Ribera (1532-1611), santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606), san Juan de la Cruz (1542-1591), nuestro santo (1486-1555) y muchos otros beatos.

III
Su familia
La lucha universal de un padre o de una madre para tener en el hijo a un aliado aparece como una táctica para fortalecer su posición y hegemonía en la vida familiar y social. Eso vuelve a centrar nuestra atención sobre una de las dos dimensiones propuestas: la influencia de los padres en la vida del santo. Y nos permite entender que la formación en el amor y caridad no puede darse desligada de la otra dimensión esencial: el amor a Dios. Ya la describe el psicoanálisis al hablar de la influencia en los primeros años de vida de los niños. La vida de hombres y mujeres de aquella época que sobrevaloraba el papel social del varón –protagonista privilegiado de una sociedad patriarcal por sobre el de la mujer-; sin embargo es evidente que ambos padres convenían en educar a su hijo con el mismo ejemplo en la fe. Sus padres llamaban Alonso Tomás García y Lucía Martínez de Castellanos, personas muy cristianas, pías y devotas, con nobles costumbres. Pertenecían a una familia rica, sin embargo todo lo daban por amor de Dios. Uno de sus principales biógrafos, el padre Muñatones, anota que nació de padres honrados y estimados, no sólo cristianos sino “ajenos a toda mancha”.
Lucía Martínez de Castellanos, es esa madre que, además de ser gran limosnera y caritativa, vivió en oración y frecuentes sacramentos todos los días de su vida, esa madre es la misma que llevó a su hijo por el camino y el ejemplo de la caridad, es la misma que protagoniza la actitud ejemplar y piadosa. Esa mujer de caridad eterna, representada por su propia madre y también sostenida por la figura de su padre, es la expresión de una determinada conducta en la relación con los otros, de modo benéfico y absoluto. Esto se vincula con una discriminación propuesta frente a otros modos de comportamientos que podemos observar de los seres humanos en su relación con los otros y que se resuelven de modo negativo y violento. Creemos entonces fundamental destacar la abnegación y vocación de estas madres como ejemplo para sus hijos al desarrollar su rol materno, de modo no posesivo, si expansivo y propiciatorio para la futura personalidad de los hijos y con beneficio que redunda en el bien de toda la comunidad. Tal es así que el padre Muñatones, afirma que nuestro santo “tuvo una madre insignemente piadosa, de gran caridad con Dios y con el prójimo, y de espíritu tan encendido que experimentó en sí aquellas suavidades y espirituales deleites que suele Dios comunicar a las personas cuya conversación es en los cielos y cuyas almas desfallecen con amor divino. Contaba el hijo de su madre estas cosas de manera que pudieras pensar que Agustín refería la historia de su madre Mónica[1].”
Esto reitera la firmeza del rol de esta madre y la hipótesis que arriesgamos a plantear de la cas inexistencia de una conducta oscilante por parte de los padres entre la dependencia y la libertad otorgada a su hijo ante los avatares de la cultura reinante y del mundo de aquellos días. Esa firmeza en la educación de su hijo derivada de un modo particular de ver la vida –a la luz de la fe-, permitió iluminar la educación de su hijo contra las injusticias del medio en que vivían, forjando en él un compromiso desde pequeño hacia los necesitados, propiciando una conducta recta, austera y gustando lo bueno. De este modo vemos una instancia en genera en el hijo una actitud de cambio que se jugará entre una apetencia por lo bueno y santo y una apetencia por ser justo con los necesitados, amar a Dios y ocuparse de los problemas del mundo. La confrontación aparente de estas dos posiciones y construcciones y la comprobación de que la realidad psíquica forjada desde la primera infancia rodeada de buenos ejemplos no deja de impactarnos. Como también sorprende la configuración triádica de esas estructuras al estudiar la figura del padre y la familia extendida.
Así, en las profundas influencias familiares podemos destacar según afirmaciones de otro de sus biógrafos el padre Salón, que los ejemplos y conductas que rigen y motivan luego la conducta en la vida religiosa de nuestro santo y que le transmitieron sus abuelos fueron también ejemplares. Dice el padre Salón:
 “sus padres y abuelos eran gente principal y honrada en sus pueblos, y de hacienda… El abuelo, por parte de su madre, llamado García Castellanos, fue muy grande cristiano y muy caritativo con los pobres de Fuenllana porque siendo hombre que tenía mucho ganado, del cual sacaba grande esquilmo de quesos y leche los miércoles y viernes, toda la leche que sacaba mandaba dar a los pobres y con ella mucho pan, además de otras limosnas que hacía de ordinario en su casa[2].
El ir reseñando las diferentes vivencias de santo Tomás de Villanueva, al ir describiéndolas, a veces de modo confuso, a partir de estos planteos, nos lleva a resumir en forma condensada, y por lo tanto inevitablemente con distorsión, aunque tratamos de evitar ese riesgo. Preferimos remitir al lector interesado a la lectura de la biografía o biografías de nuestro santo, cuya lectura deseamos y sugerimos. Sabemos que en aquellas páginas hay sobrados y sorprendentes ejemplos de la caridad de la familia de nuestro santo y de los distintos aspectos de la vida familiar, descripciones imposibles volcar en un trabajo reducido, y con el intento de formular la coherencia y racionalidad de la educación recibida por el mismo durante su vida infantil. De ahí que siempre es necesario acotar el cuadro teórico lo que implica una fundamentación metodológica. Pero sabemos que esas páginas pueden estimular lecturas enriquecedoras.
Habíamos prometido, más arriba aludir a algunas de esas claves que encontramos en la vida del santo para descifrar las situaciones familiares que en apariencia herméticas se dan y se vislumbran tanto en el ámbito clínico como en el antropológico y social.
Decimos que el padre de nuestro santo si bien tenían muchas posesiones  y haciendas y hasta un molino, distribuía entre los pobres de la región parte en pan cocido y parte en harina, además de esto, el padre de nuestro santo, en las fiestas principales, enviaba a los pobres vergonzantes pan, vino, leña y dinero y había siempre en su casa una canasta con pedazos de pan para todos los pobres que llegaban a sus puertas, de manera que ninguno se fuese sin recibir su limosna. También tenía por costumbre prestar a los labradores de la región trigo para sembrar sin recibir a cambio ningún interés por ello, simplemente la condición era que se lo devolviesen de manera no apremiante y nunca los molestaba por ello. Muchas veces les perdonaba la deuda y les volvía a prestar otro tanto cuando era necesario en tiempos de siembra. También prestaba dinero a hombres honrados que necesitaban de su ayuda, costumbre que mantuvo durante toda su vida. Toda esta situación humana sólo puede entenderse en función de una relación siempre basada en la fe y el amor a Dios y al prójimo traducido en obras concretas y sencillas, aun cuando pueda a veces no ser visible en las relaciones inter-humanas. Hablar de la relación de un niño con sus padres y familiares en la primera infancia siempre está basado en la problemática personal de estas relaciones, lo cual deja de lado la implicancia subjetiva de las buenas obras de los padres que no se erigen como modelos absolutos sino como modelos posibles a seguir. Hablar de triángulo, de tres protagonistas: padre, madre, hijo y la relación que los involucra significa aludir más que a personajes a tres roles que, si bien son diferentes en cada relación interpersonal, responden a un modelo de la realidad psíquica de los individuos que lo componen. Otro de los ejemplos que podemos observar en la vida de nuestro santo es que una vez muerto su padre, su mujer,  doña Lucía Castellanos, continuó con la misma piedad prestando trigo para sembrar con la misma caridad que su marido y perseveró en ella siendo viuda todo el tiempo que vivió. Fue asimismo mujer muy devota, recogida y de mucha oración; para lo cual tenía en su casa un oratorio donde se recogía cada día a ciertas horas con sus criadas y nietas a tener oración. Y los días, que no podía ir a la iglesia por algún justo impedimento, allí le decían misa y confesaba y comulgaba cada semana. Y era tan dada a la frecuencia de los sacramentos y tan ejercitada en la meditación y oración que, como contó el mismo padre fray Tomás a algunos amigos muy familiares suyos, gozaba ya en esta vida aquella santa mujer de muchos consuelos y regalos del cielo y de aquellos divinos sentimientos y suavidad de espíritu que suele Dios comunicar a los que se dan de veras al recogimiento interior y en él buscan a Dios con todo su corazón[3].
Una clave fundamental es la que reconoce como de vital importancia la familia como pequeña iglesia, vale decir, en ambos casos la lucha permanente por asistir a los pobres y cumplir con las leyes de Dios prevaleció más allá de la muerte del padre de la familia. Esas situaciones suponen dos condiciones: la primera de amor, basada en la búsqueda de una relación de complementación y de integración familia; y la segunda basada en el cumplimento de las leyes divinas y en la búsqueda de una relación social de inclusión e integración.
Otro de los aspectos de importancia para destacar de la madre de nuestro santo fue el siguiente: En la lucha diaria que la vida impone, ambos padres de Tomás,  encontramos que los roles masculino y femenino se jugaron a mostrar al hijo no la rivalidad y el poder patriarcal, por el contrario se destacaron en la lucha por la vida y la vida en abundancia para todos, tal como reza en el Evangelio. La relación marital entre las figuras masculinas y femeninas en lo concerniente a la educación del hijo, se destacó no en la hostilidad hacia las personas sino todo lo contrario se basó en la unión e integración, dejando en el hijo huellas definitivas socioculturales de amor y de unión hacia todos los hombres.
Un elemento esencial fue el comportamiento materno a saber:
 En tanto que fue casada, vistió siempre honestamente y, viuda, se puso hábito y escapulario de religiosa y lo llevó toda la vida. Fue también muy penitente en su persona, llevando siempre cilicio y ayunando... A su ejemplo, llevaban también cilicio y ayunaban los mismos días las más de sus criadas. El recogimiento de su casa era tan grande que, cuando venían soldados a Villanueva, muchas doncellas honradas, pareciéndoles que no estarían bien seguras en las casas de sus padres, se recogían a la casa de esta santa mujer y ella las recibía y sustentaba con mucha caridad hasta que se iban los soldados. Estaban allí con tanta seguridad como pudieran hallar en el monasterio de monjas más encerrado y recogido[4].
Este comportamiento ejemplar  de la madre de Tomás nos revela no solamente un elemento esencial en la educación del hijo que condiciona su formación futura y sus valores, ya sea para forjar su alma y ganarla para Dios o para educarlo en favor de toda la humanidad. Según se ve la conducta y la motivación central de la madre es siempre la protección de los desvalidos, la caridad, y el celo apostólico.
Otra de las características que vemos en este pasaje es que la lucha permanente, en lo que tiene de enfrentamiento con lo erróneo o desviado se manifiesta en el modo en que protegía a las doncellas, también es de destacar el valor que le daba a la penitencia y la austeridad.  La idea de alianza, que es muy importante para comprender la dinámica de esas relaciones interpersonales, surge en función de su objetivo, que es precisamente unirse al hijo o a los hijos que son sinónimo de futuro mediante el buen ejemplo, para sobrevivir a través de ellos y de sus obras y así contribuir a ser levadura del Reino.
En la biografía de Tomás, decimos de su madre lo siguiente:

Jamás la vieron ociosa, ni sufría que lo estuviesen sus criadas. Labrando 
(cosiendo) o hilando o cualquier otra cosa que hiciese, siempre estaba rezando. Jamás se le caía el rosario de las manos. La hacienda y labor en que ella y sus criadas de ordinario se ocupaban era hilar lino y lana, de lo cual hacía tejer sus telas y paños y, en Pascuas, particularmente en la Semana Santa, lo repartía todo entre los pobres y los vestía… Además de esto, a personas honradas y pobres que llamamos vergonzantes, les enviaba secretamente muchas limosnas, ya en trigo o harina ya en cosas de vestir. Socorría también de su casa a los pobres de la cárcel y, particularmente los del hospital, con tanta caridad que para los enfermos ella les guisaba por sus propias manos en su casa y con una criada iba a  darles de comer a su hora y les regalaba y consolaba. Fue tan liberal y misericordiosa con todos los necesitados que, en vida y muerte, tuvo por renombre la santa limosnera...

Un día, habiendo ya dado a los pobres toda la harina que traían cada semana del molino, llegó un pobre a pedir limosna  y, diciendo a sus criadas que sacasen alguna harina para aquel pobre, respondieron ellas que ya se había dado y no quedaba cosa alguna en el granero. Replicó la señora: “Mirad bien, si ha quedado algo”... Porfiaron las criadas que no quedaba polvo de harina…

Y volvió a decir: “Id, válgame Dios, barred el granero que no permitirá Dios que se vaya ese pobre de mi casa sin alguna limosna”. Fueron por darle contento y comenzaron a      dar voces que el granero estaba lleno. Ella, huyendo de toda vanagloria, les hizo señal que callasen y dijo: “Bendito y alabado sea el Señor que así remedia a sus pobres”. Dieron de aquella milagrosa harina al pobre y todos alabaron al Señor y lo juzgaron milagro muy evidente que lo obró Dios y Señor por la gran caridad de aquella sierva suya
[5].

De acuerdo con este ejemplo, si el establecimiento de un vínculo parental es fundamental para el comportamiento futuro de los hijos, resulta claro ver cómo más que el decir es el accionar de los padres y madres a través de lo que hacen y para quien o para que lo hacer lo que realmente educa a los hijos en los valores. Es relevante en la vida de nuestro santo que sus padres hayan sido tan caritativos con toda la población.
Pero su madre no solo era la limosnera de Dios, también hacía curaciones ejemplares a saber:

Dióle también nuestro Señor una gracia particular para curar niños quebrados, haciéndoles la señal de la cruz, los cuales quedaban sanos y libres de aquel accidente como si nunca lo hubieran tenido. Y, para que no se atribuyese aquella cura a su virtud, les ponía una venda que llevasen cinco o seis días… En la última enfermedad de la cual acabó, rezaba de continuo sus oraciones y decía con mucho cuidado a la gente de su casa desde la cama: “Dad limosna a esos pobres, vístanme esos pobres”... Fue tan grande la caridad y misericordia de los padres de este santo Prelado con los pobres y neces­itados, así naturales como extranjeros y peregrinos, que no sólo cuando vivían, sino, aún después de muertos, vive y permanece muy fresca la memoria de su gran piedad y se han llamado siempre y se llaman hoy día sus casas, hospital de pobres y necesitados
[6].

Todos estamos sujetos a lo que en nuestro inconsciente se guarda, sea bueno o malo. Todo lo antedicho lleva a comprender de un modo diferente muchos tipos de relación parental, algunos de ellos verdaderamente siniestras, y otros como en el caso que planteamos hoy generadoras de un gran hombre. Esta sería una relación familiar, parental, (padre, madre, hijo, familia) cuya finalidad es santificadora. Vale decir liberadora de todo mal.

El reconocimiento de este modelo parental es básico para comprender que no hay simplemente dos estados: de dependencia e independencia, sino también un puente trascendente que los articula más allá de los límites de la carne, de la vida, de la edad y del tiempo.

La necesidad de santificación de todas las tareas cotidianas parece ser una constante en la vida familiar de Tomás, es mucho más que una actitud sociocultural, aun cuando la forma por lograrla parece avalada por los elementos que configuran el contexto de la cultura católica de aquellos años.
IV
Su infancia
Tomás de Villanueva nació entre el 21 de noviembre y el 18 de diciembre, en Fuenllana (Ciudad Real), pueblecito en el que vivían sus abuelos maternos y a donde fueron a refugiarse sus padres con motivo de la peste que asolaba el lugar donde vivían: Villanueva de los Infantes. Por eso, con el tiempo se le conocerá santo Tomás de Villanueva.
El pequeño futuro santo, siguió el ejemplo de sus padres dando muestra de gran caridad con los pobres.
Por otra parte, si quisiéramos caracterizar los roles o múltiples conexiones posibles entre el comportamiento de los padres y el del hijo en la primera infancia, reconoceremos en su complicado tejido, el dibujo de la siguiente trama:
En primer lugar Tomás se relacionaba y sometía a la autoridad paterna y materna sin dejar de hacer lo que su corazón le dictaba. Encontramos en su biografía un gran episodio:
Cuando iba a la escuela, no quería almorzar en su casa, sino que lo tomaba en una cestilla y, advirtiéndolo su madre, quiso saber de los otros muchachos vecinos si lo comía por el camino o en la escuela; y halló que no, sino que todos los días, saliendo de su casa, daba aquel piadoso niño su almuerzo al primer pobre que topaba; ni se desayunaba hasta que, vuelto de la escuela, le llamaban a comer en su casa. Muchos días volvía a su casa ya sin zapatos ya sin calzas ya sin sayo; porque, al ver algún niño desnudo y con frío, decía que no estaba en su mano dejar de darle sus vestidos y ropa y cubrirle lo mejor que pudiese su desnudez.

Un día de invierno, estando en casa de un vecino, llegaron allí unos muchachos casi desnudos temblando de frío, pidiendo les remediasen y, viendo que de aquella casa no les daban cosa alguna, llamóles y a uno dio su sayo, al otro su jubón y al otro las calzas, quedándose él sólo con la camisa. Cuando le vio su madre venir de aquella suerte y le riñese, dijo el bendito niño: “Señora, haga usted lo que mandare y déme castigo que Nuestro Señor sabe cómo, viendo yo aquellos pobrecitos desnudos y tiritando de frío, no he podido hacer otra cosa ni ha sido en mi mano dejar de cubrirlos lo mejor que pude… y alabó su madre al Señor, porque le había dado un hijo tan piadoso y compasivo
[7].
Encontramos es este ejemplo cómo se relacionaba el niño con los necesitados y cómo actuaba ante la adversidad, también cuál era la relación con la autoridad familiar como una relación importante y decisiva a la hora del castigo, pero él siempre mostró tener que responder a una autoridad superior a saber: Dios. Sin embargo, se destaca la relación de sometimiento y respeto a la autoridad paterna y materna. Es una relación en la cual la el pequeño niño imita la bondad de sus mayores y la injusticia, los caprichos propios de la edad infantil tan defendidos hoy en nuestra sociedad no se hacen presentes.
Otro de los relatos de la vida del santo nos dice:
Otro día de fiesta en que le vistieron de nuevo, saliendo de su casa y pareciéndole que no merecía tan buenos vestidos, halló un pobre muchacho de su estatura y talle que los llevaba viejos y le rogó que los cambiasen y, en efecto, los cambiaron y se volvió a su casa con los vestidos viejos de aquel pobre muchacho.

En agosto, como su padre tenía gran cosecha y muchos segadores, le encomendaba que les llevase el almuerzo y la comida y, sin que alguno lo advirtiese, daba mucha parte de ella a los pobres que acudían allí a recoger las espigas que dejan o se les caen a los segadores; y con ser mucho lo que daba a los pobres de lo que traía de su casa para los segadores, siempre había bastante para todos
[8].

Ningún pobre que llamara a su puerta se iba con las manos vacías.

Y fue también siendo muy niño cuando comenzó a ser muy penitente, ayunando muchos días y manteniendo una autodisciplina en silencio. Conocido es que sus disciplinas eran infligirse latigazos pero se guardó muy bien desde niño y durante toda su vida de que nadie lo supiera.




[1]  Muñatones Juan de, Vida de santo Tomás de Villanueva, Alcalá, 1572; publicada por Tomás de Herrera en Historia del convento de san Agustín de Salamanca, Madrid, 1652, p. 312.
[2]  Salón Miguel Bartolomé, Vida de santo Tomás de Villanueva, Valencia, 1588; Nueva Edición, Monasterio del Escorial, 1925, p. 2.
[3]  Ib. p. 3.
[4]  Ib. p. 4
[5]  Ib. p. 5.
[6]  Ib. pp. 5-6.
[7]  Salón, o.c., p. 8.
[8]  Ibídem.

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