Revitalización
En los
próximos días comienza la semana agustiniana. Todos recordamos a ese gran santo
y doctor de la Iglesia que fue San Agustín.
En estas
líneas queremos expresar nuestra inquietud por el proceso de nueva
Evangelización y en especial de revitalización que se está llevando a cabo en
la Iglesia.
«Soy plenamente consciente y no
tengo la menor duda de que te amo, Señor. Has herido mi
corazón con tu palabra y te he amado. Pero también el cielo y
la tierra y cuanto hay en ellos me andan diciendo desde todas partes que te
ame. Y no cesan de decírselo a todos, para que no tengan excusa posible (Rom 1,
20)»
Los
cambios culturales que vivimos precisan de nuestra audacia, sacrificio y en
especial de nuestra pasión, es lo que la Iglesia espera hoy de nosotros todos,
y nos piden reafirmar el compromiso de la familia agustino recoleta en el
proceso de revitalización y así, dar respuesta a la llamada de la Iglesia
a la Nueva Evangelización. No debemos perder de vista que la revitalización ya
desde su significado simple desde el diccionario: es la “acción de dar a algo
nueva energía o actividad, especialmente después de un período de deterioro o
inactividad”[1]
Este proceso
de revitalización implica desde nuestro entender varios desafíos: en primer
lugar nos pide aceptar diversos retos para llevar adelante el proceso de
revitalización: nos conduce a reorganizar nuestra vida personal y comunitaria,
y, por otro lado superar las dificultades del proceso.
1) Los
desafíos para la Revitalización:
Para
llevar adelante este proceso de Revitalización hay aceptar los impulsos de la
Gracia, hacer carne en nuestra propia existencia el misterio de Cristo en
nosotros haciendo de la oración nuestra herramienta preciada,
dejando de lado aquellos miedos que nos atan a una existencia inauténtica, ya
que, el Espíritu Santo construye y se comunica en la Iglesia. Por eso al
hablar de los métodos más eficaces para la Revitalización y la Nueva
Evangelización destacamos que todos ellos se tornan ineficaces si no están
“fundados en la oración”. Ya el mismo Jesús nos dejó este ejemplo: predicaba y
oraba constantemente.
Tal
como nos propone el trienio, tenemos que: ser testigos de la inclusión de los
“dos tiempos” en uno. El tiempo es siempre único, el de la historia. Pero la
historia adquiere, en virtud de la resurrección del Señor, una dimensión nueva:
la de ser tiempo de gracia, tiempo de trascendencia, esta realidad que se
actualiza hoy en aquellos que encarnan en su propia existencia el misterio de
Cristo.
Esta
doble propuesta lo postularemos desde los siguientes báculos a saber:
-asumir
nuestra renovación espiritual personal desde la identidad carismática
- el
encuentro con Jesucristo y la experiencia de la fe,
-compartir
con nuestros hermanos la propia espiritualidad
La
propuesta es pensar y meditar acerca de nuestra identidad carismática para
cumplir mejor con nuestra misión, no perdemos de vista que es Cristo la piedra
angular, ya las palabras de San Agustín nos ilumina al respecto: “somos piedras
vivas, trabajadas por la fe, asentadas por la esperanza, ensambladas por la
caridad. Nuestro fundamento es Cristo, y él es también la piedra angular. Es
fundamento porque nos sostiene. Es piedra angular, porque nos compagina” (San
Agustín en Sermón 377, 1ss).
Es
fundamental permanecer en la fidelidad al carisma, lo cual implica un
acto de fe. Permitir que otros gocen de la experiencia de familia en la fe y
familia de fe que compartimos todos, que aquellos que están alejados puedan
primero observar este elemento esencial y puedan llegar a sentirse “en casa”.
Enfrentamos en el proceso de revitalización, de renovación de
estructuras, que nos piden conversión y la expresión de una vida de fe
que comprometa toda nuestra vida vivir un verdadero encuentro con Cristo
y manifestarnos como personas comprometidas con el Señor cuya razón de ser
se vislumbra desde la configuración con Él.
Es importante recordar aquel pedido que surgió en el Capítulo General donde se ha pedido que se elabore un Itinerario Formativo que facilite a los seglares el seguimiento de Cristo según nuestro carisma y un itinerario de formación permanente. En el cual se busca promover transformación, conversión, y no mera asimilación de contenidos o estrategias de autorrealización, volvemos a insistir que la revitalización empieza por cada uno de nosotros mismos y la nueva evangelización por consiguiente nos pide evangelizarnos primero.
Se nos pide una revitalización para una nueva evangelización, es decir volver a mirar nuestros orígenes y orientar conscientemente el presente hacia el futuro, ver aquello que no está funcionando en nuestra vida y en nuestras comunidades pero para hacerlo es necesario la conversión personal, dejarnos llenar del Espíritu de Dios, que es lo fundante. De ahí que revitalización es reconocernos como testigos de Jesús. Todo nuestro proyecto de vida sea el personal o el debería estar dirigido a confesar la fe profesada por Pedro y por la Iglesia (Mt 16,13-20) “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Cabe recordar que la fecundidad de la misión paulina dependió no de la prudencia pastoral o del fruto de su retórica, por el contrario, dependió del sufrimiento de su unión a la pasión de Cristo (Cor 2, 1-5).
San Agustín lo dice de la siguiente manera:"Apacienta mis ovejas, es decir, sufre por mis ovejas" (Sermón 32: PL 2, 640).
Cuando
hablamos de existencia inauténtica, es renunciar a nuestro propio yo, tal como
Cristo lo dijo: “Quien pierda su vida por mi y por el Evangelio,
la salvará” (Mc 8, 35).
2) Las
dificultades del proceso de revitalización.
En todo
proceso hay desafíos y dificultades, lo importante es salir del
desencanto y del pesimismo. Se nos invita a seguir en fidelidad, confesar a
Cristo en un mundo real, saliendo de nuestra superficialidad, para llegar
a ser seguidores fieles del Señor.
“¿Quién
está más enfermo: el que se siente molesto con su enfermedad y llama al doctor,
o el que se empeña en negar su enfermedad y ni siquiera se toma la molestia de
llamarlo?” (San Agustín en Sermón 175, 2, 2). En otros tiempos y culturas
homogéneas era posible reconocer un tejido cultural ampliamente aceptado en su
referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, no sucede
así hoy en día con los abruptos cambios culturales y una profunda crisis
de fe que afecta a muchas personas lo que nos lleva a pensar que nuestros
propias dificultades y ambiciones complican en gran medida el camino de nuestra
conversión y sin olvidar también que las dificultades del camino, que no
son pocas, pueden embotar nuestro espíritu.
Ya
nuestro padre San Agustín nos advierte acerca de las aspiraciones y las
penurias de nuestra vida vistas a la luz de las Escrituras:
«Son
muchas las cosas a las que aspira mi corazón, dentro de la penuria actual de mi
vida, sacudido por las palabras de tu Santa Escritura. Ocurre, de ordinario,
que la insuficiencia de la comprensión humana suele ser abundante en palabras,
ya que la búsqueda es más parlanchina que el hallazgo, la demanda es mucho más
larga que la consecución y más se fatiga la mano en llamar a la puerta que en
recibir» [2]
«Cuando
oramos a Dios, ya con la boca, cuando sea necesario, ya en silencio, siempre ha
de clamarse con el corazón. El clamor del corazón es un pensamiento vehemente
que, cuando se da en la oración, expresa el gran afecto del que ora y pide, de
suerte que no desconfía de conseguir lo que pide. Se clama con todo el corazón
cuando no se distrae en alguna otra cosa» [3]
La
invitación de San Agustín es un convite a abandonar la dispersión en cuestiones
impropias y centrarnos en nuestra interioridad, compartiendo este recorrido
revitalizante con los otros de manera comunitaria, no solamente
formándonos de modo permanente, para provocar una verdadera transformación y
conversión.
Decimos
pues, que la revitalización comienza por nosotros mismos, y ésta es una de las
formas de hacerlo. San Agustín fue capaz, desde la gracia, de
responder al “toma y lee” nos propone que escuchemos la voz de Dios, para ello
de nada valen, pues, las posturas cómodas ni el ser meros
espectadores ni tampoco los lamentos ante un posible futuro lúgubre. Muchas
veces por propia comodidad olvidamos que “la fe que actúa por el amor” (Gál
[1] Diccionario
Manual de la Lengua Española Vox. 2007 Larousse Editorial, S.L.
[2] Confesiones XII,
1, 1, p. 415.
[3] Enarraciones 118, XXIX,
1, T. XXII, pp. 181-183.
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