sábado, 24 de febrero de 2018

Familia y violencia social






Violencia como reacción social


Hemos considerado hasta ahora, o bien el hombre en su conjunto, o bien las características que son comunes a todos los individuos de una misma sociedad dando interés particular a aquellas situaciones que frustran a los individuos y los llevan a conductas agresivas.
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El fenómeno de la violencia es anterior a la constitución de las familias tal como hoy en día la concebimos. La violencia, como hecho, se viene realizando desde los orígenes mismos de la humanidad. Toda sociedad humana, para poder subsistir como sociedad y renovarse, necesita transmitir a las nuevas generaciones su acerbo cultural y esto incluye modelos de conductas y respuestas determinadas ante una situación determinada. Cuando una comunidad es incapaz de transmitir su visión del mundo y todo su caudal de conocimientos y experiencias, esa comunidad está condenada a desaparecer.
Hasta en las agrupaciones más rudimentarias y con escasos número de integrantes, observamos que la comunidad ejerce en todo momento una acción sobre sus integrantes más jóvenes, esta influencia es espontánea y sistemática, incluye la participación activa de sus miembros en las actividades y hábitos sociales. Evidentemente, consideramos que es aceptado el esfuerzo de las generaciones adultas para capacitar a los más jóvenes aportando recursos destinados a satisfacer las necesidades básicas y a así adaptarse a las pautas de la sociedad. Es así como en las sociedades primitivas las nuevas generaciones se incorporan a la vida adulta sin demasiada reflexión sobre la importancia del hecho violento dentro del seno de la familia.
Pero la mayoría de la gente no elige de buena gana la violencia abierta cuando dispone de otros recursos, porque el precio a pagar por la violencia es elevado, el hombre no debe necesariamente recurrir a la fuerza física si tiene otras posibilidades de influencia, de poder, pues los costos de la fuerza física son más elevados.
El uso de la violencia familiar muestra la consecuencia, que los recursos de los cuales dispone el individuo llegan a sus límites. Y los riesgos  de esta violencia aumentan cuando la persona no está integrada en los tres campos importantes que son el trabajo, la familia y la vida social.
La acción violenta y sistemática aparece, como vemos, en su forma más pura en todos los grupos sociales y en todos los tiempos, muestra un cierto grado de sistematización a pasar de las diferencias de épocas y  culturales.
Desde lo que consideramos un punto de vista social, decimos que cuando la sociedad, sus políticas, su situación económica y financiera no permiten a sus integrantes la posibilidad de que cada uno de ellos desde su singularidad logre realizar sus proyectos y sus deseos, frustrando permanentemente al individuo, la violencia aparece como respuesta de parte de éste. Hay un grado de condicionamiento social el cual parece influir desde la infancia sobre los individuos y los instiga a recurrir a la violencia como forma de resolver conflictos. Debido a su magnitud, trascendencia y fácil difusión entre la población toda, la violencia se ubica en un lugar privilegiado dentro del amplio panorama de la epidemiología moderna, ya que la violencia es considerada como un fenómeno epidemiológico de la sociedad actual que se presenta la mayoría de las veces con el afán de manifestar la búsqueda de un cambio de estructuras.
A lo largo de la historia vimos que es también posible que llegue a organizarse un grupo de personas frustradas. Pues, dichas personas tienen tendencias de conducta agresiva, son susceptibles de organizarse o unirse alrededor de una norma de agresión.
Ya hemos visto anteriormente  que el individuo frustrado no precisa una agresión específica; como consecuencia recurrirá a cualquier forma de agresión.  Un ejemplo acentuado y repetido son el de ciertos grupos llamados subversivos que tienen un comportamiento negativo, en estos grupos no propugnan de manera serie reformas u objetivos sociales a obtener, sino que reducen sus esfuerzos a incitar ataques sobre ciertos individuos o grupos, a veces con tinte político, otras con tinte religioso, pero el afán primero sigue siendo el mismo: someter al otro. En cuanto a los dirigentes de estas organizaciones no existe la menor duda de que están constituidas por personas frustradas que poseen una fuerte motivación por un objetivo y están adaptadas socialmente.
El estudio de la conducta en los tumultos y los desórdenes sociales, revela también el atractivo que la conducta destructiva tiene para ciertos grupos de personas, una vez se les abre o simplemente se les manifiesta una vía para tal actividad no dejan de involucrarse en ella. Es imposible explicar la conducta de una multitud refiriéndonos simplemente al incidente que la ha puesto en marcha. Las frustraciones y las tensiones en gran escala preceden a estos estallidos sociales y son las causas que le dan sustento: Los incidentes ocasionales y las sugestiones sirven para precipitar, coordinar y dirigir el curso de la acción agresiva, así como para proporcionar la seguridad de la acción del grupo y su triunfo que lo llevará a ser más y más fuerte.
La naturaleza no específica de los sentimientos de agresión y el hecho de que todos los seres humanos no carecemos de ella ­-aunque  difiera el grado de manifestación- , hace que sea relativamente fácil organizar grandes cantidades de personas frustradas y agresivas. Los movimientos sociales de este tipo son potencialmente grandes y el programa de acción es destructivo.
El por qué de algunos actos de violencia puede, en determinadas circunstancias, no tener una motivación única.

Los factores sociales, religiosos, económicos y raciales son susceptibles de entrelazarse y producir resultantes tan trágicas como los asesinatos de personajes importantes en la sociedad de su tiempo  como por ejemplo: Gandhi, Kennedy y Luther King.

Una sociedad intolerante ubica a los comportamientos violentos en un sitio de privilegio. Leemos: Julián Marías en sus "Reflexiones sobre la tolerancia", ubica a la violencia como una forma intolerante de actuar. "La intolerancia -dice- no consiste en una simple actitud  hostil hacia posiciones, ideas, creencias que no se comparten. Se puede muy bien discrepar enérgicamente o combatir  enérgicamente cualesquiera puntos de vista, sin ser por ello intolerante. La intolerancia surge cuando no se acepta  la realidad, cuando se ejerce la violencia sobre esa tal realidad, en otras palabras, cuando se la descalifica, cuando no se reconocen sus títulos, sus derechos a existir. La lucha no está en oposición con la tolerancia. La intolerancia consiste en querer suprimir una realidad, no en dejarla ser lo que es y combatirla porque parece inconveniente. El partido político que está persuadido de ser el mejor y combate al adversario y procura vencer y conseguir el poder, no es forzosamente intolerante; pero lo es si lo que quiere es eliminar al adversario, no dejarlo luchar, estorbar su existencia o su expresión, impedir que presente su programa, sus razones y sus argumentos ."  [1]

Otra forma de conducta antisocial que también se expresa con violencia y que tiene como agentes causales un conjunto de factores diversos es la delincuencia. Los principales factores que la promueven son: sociales, educacionales y psicológicos, generalmente superpuestos entre sí y que están vinculados con el ambiente familiar y social del individuo: en el primer caso, la carencia de cohesión familiar y la falta de afecto de los padre son fundamentales; en el segundo, es frecuente encontrar delincuencia asociada a grupos de baja condición social, en la ciudad más que en el campo, y en general se observa un aumento de la delincuencia aparejado con el deterioro socioeconómico y la quiebra de los valores morales.

Un movimiento político violento promueve destrucción entre sus integrantes y en la sociedad a la que ataca. Un movimiento de esta clase puede ser muy fuerte debido a que se encauza y sincroniza la acción de una gran masa de personas que son coordinadas por un dirigente de dicho  movimiento que se organiza sobre una norma de agresión y está en una posición muy poderosa respecto de sus subordinados. Es el líder el  que determina la forma de agresión que se tomará y el modo en que dispone para regular la acción. La gran provisión de energía destructiva generada por la frustración se provee fácilmente, y el dirigente puede no sólo hacer de proveedor, sino que puede también hacer de conductor de dicha frustración.

Si miramos la historia reciente, vemos, para mencionar algunos episodios y con el simple propósito de ilustrar nuestras líneas, que hubo una serie de hechos  que conmovieron al mundo como manifestación exterior de un proceso social de profundas raíces protagonizado por la rebelión estudiantil de universitarios en diversos países desarrollados en Europa y Estados Unidos en la década del sesenta. Este episodio, intentó demostrar que el movimiento de rebeldía y violencia de los estudiantes universitarios no se conformaba con la transformación profunda de la universidad, sino que se proclama como " fuerza política " de oposición al régimen establecido.

Este hecho tuvo y tiene singular trascendencia en los países europeos y altamente desarrollados, pues los grupos estudiantiles se constituyen en dirigentes de una masa de juventud que representa más de la mitad de la población total, lo cual traducido en elemento epidemiológico, significa que el número de susceptibles es muy importante. Por ejemplo, en mayo de 1968, Alemania Occidental, un grupo de jóvenes estudiantes elevó la violencia a la condición de doctrina al desatar una campaña progresiva de desórdenes que se extendió rápidamente a Francia, España, Italia, Checoslovaquia, Japón, Yugoslavia y Estados Unidos. La campaña mostró un evidente grado de homogeneidad en el contenido y en la acción de estos hechos de los cuales solo mencionamos algunos de ellos y hace pensar que no son sino manifestaciones de una real y profunda enfermedad de nuestra sociedad actual.

Personajes tales como Mao, Ho Chi Min y Ernesto Guevara fueron elevadas a la condición de mito que representa la  " nueva conciencia ", y los estudiantes universitarios se transformaron en depositarios, herederos  e intérpretes de esa nueva conciencia emergente de las injusticias de las sociedades desarrolladas. Porque en ese marco, no se trató de invocar los derechos de un estrato o de una clase social, sino de pueblos enteros, los llamados subdesarrollados, para que se enfrenten dialécticamente a los desarrollados, que son los causantes de su situación.

Si bien la violencia es una serie de actos y de situaciones que impiden el desarrollo del hombre y existe una interacción entre la violencia del individuo y la de la sociedad: el desarrollo del individuo se obstaculiza cuando las necesidades biológicas, psicológicas y sociales no están abiertas y como hemos dicho con anterioridad, el umbral de la tolerancia a esta frustración es variable de individuo a individuo, algunos son más proclives a reunirse con otros que comparten el comportamiento violento como respuesta a los conflictos, la manera por medio de la cual la sociedad responde a las necesidades de los individuos en función de su política a nivel del arte, del trabajo y de los valores transmitidos por esta política, determinarán la calidad de vida y de las relaciones. Pero cuando el factor social frustra permanentemente al individuo y en consecuencia bloquea su desarrollo, la energía aparecerá a menudo en forma explosiva y lo más frecuentemente en el medio familiar. Y es  en este ambiente hostil dónde se formarán los niños que integraran entonces, las normas de violencia estructural. Fue muy extendida la aceptación de esta idea, tal es así que incluso fue expresada en muchas ocasiones a través de documentos eclesiásticos.

A modo de conclusión nos hacemos eco de las palabras de Su Santidad el Papa Juan Pablo II, quien formuló en 1979 ante las Naciones Unidas una vehemente exhortación En su apasionada defensa de los derechos del hombre condenó la injusticia como la verdadera raíz de todas las guerras. 
En aquella ocasión  dijo:
"La declaración universal de los derechos del hombre  -dijo-, "ha afectado realmente a múltiples y profundas raíces de la guerra, porque el espíritu de la guerra, en su significado primitivo y fundamental, brota y madura allí donde son violados los derechos inalienables del hombre. Esta es una nueva perspectiva, profundamente actual, más profunda y más radical, de la causa de la paz. Es una perspectiva que ve la génesis de la guerra... en las formas más complejas que derivan de la injusticia considerada bajo todos sus distintos aspectos".  [2]

Retomando el análisis del comportamiento social del hombre resulta demasiado arriesgado asignarle conductas instintivas puras, dado lo determinante de lo social y cultural.  En  la sociedad humana la organización social no está fijada fisiológicamente. No existe diferencia de inteligencia desde el punto de vista de la diferenciación entre sexos. El hombre es el único que tiene conciencia de sí, puede  identificarse con el otro y controlar, en ese proceso de identificación, su propia reacción. Además, los hombres viven en un campo que se extiende desde un pasado distante hasta un lejano futuro: el pasado y el futuro constituyen realidades presente.
Aquello que caracteriza al lenguaje humano es la combinación que logra con sus elementos, no éstos considerados aisladamente. Las características que lo hacen único son las siguientes: por un lado, a arbitrariedad de signo lingüístico y por otro, la posibilidad de revestir combinaciones con significantes arbitrarios. Esto significa la presencia de estructuras enunciativas o la construcción gramatical y por último la doble articulación del lenguaje.

La violencia como problema

Hemos visto que la violencia es un hecho, un fenómeno, una realidad dinámica en la vida del hombre. Pero la violencia familiar es algo más que un hecho condicionado socialmente. Es una tendencia, una forma de resolución de conflictos a través de conductas destructivas. La violencia familiar no puede ser entendida como una solución definitiva ni como un simple hecho privado que está determinado por factores necesarios y forzosos. Por su esencia es un problema complejo que reclama urgentes soluciones.






[1] Mazzáfero, Vicente E. Medicina en salud Pública. El Ateneo página 244

[2] Vicente Enrique Mazzáfero y colaboradores. Medicina en salud Pública. El Ateneo. Página 231

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