Atletas del amor
Los interrogantes esbozados a partir de la cuestión
de amor y del sufrimiento humano merecen un apartado especial. Muchos nos
dirán: si yo sufro de dispersión u obsesión, me las arreglaré para superarlas
mediante un ejercicio intensivo de relajación y concentración. Pero si el fuego
me viene del otro, ¿qué se puede hacer? ¿Cómo puedo liberarme de la influencia
del otro? ¿Quién puede penetrar en el santuario de la libertad del otro? ¿Quién
puede abstraerse por completo de la presencia humana y refugiarse en el corazón
de la soledad, en el desierto, como un anacoreta? En resumen. ¿habrá alguna
forma de mitigar o anular los inevitables impactos que nos vienen del otro? Si
las hay. Destacaremos que aparece en el espectro el tema tan desapercibido, tan
descartado y manoseado por el psicoanálisis actual, a saber el tema del amor.
El raro por hoy el día deporte de amar, es el gran antídoto para todos estos
males. El amor opera para que el hombre se vea libre, vale decir que es
remisiva, por cuanto no se orienta hacia el mismo sitio donde es localizable.
Un ejemplo muy básico de una eventual teoría neurótica es improbable con
facilidad en la clínica, es la siguiente: un elevado número de analizantes
sostiene la creencia de no haber sido querida su llegada al mundo, de no haber
sido deseados o amados por sus padres. Sí las hay: es el deporte del amor.
Pero, antes de entrar a explicarlo, de intentar navegar por sus aguas,
aconsejaría al lector ir adquiriendo, por sí mismo, una sabiduría personal y
experimental en base a unas cuantas líneas fuertes de este libro: despertar,
relativizar, desasirse, controlarse…
El arte que vengo a enseñarte no es nuevo, mucho
menos un invento propio, ni es original; es difícil casi utópico, pero de
milagrosos efectos liberadores. Son muchos los que lo practican; así que es
factible. Es un arte eminentemente cristiano, pero no exclusivamente. A partir de esta comprobación empírica y
estadística, podría suponerse que hay en juego un amor curativo que es
universal y, con base en ello, formular una teoría que eleve a la categoría de
concepto de dicha recurrencia. Cuando un ser humano se siente amado por Dios
como hijo único, ese arte de amar no sólo es fácil, sino casi inevitable. No obstante, es necesario decir, advertir, en
todo caso, que también pueden
practicarlo este deporte los que no tienen experiencia de fe; y, de todas
formas, aquí lo recomendamos a título de terapia liberadora. Pero no es
simplemente amar a quienes te aman, aquí se trata de otra cosa: Se trata de
dedicarse a amar precisamente a aquellos de quienes has recibido desilusión o
te han traicionado. Ese es el desafío en este deporte, y no hay terapia tan
liberadora como esta, aunque en un primer momento y debido a nuestros
prejuicios parezca una perfecta locura, es simplemente la perfecta alegría, la
sublime libertad. Y es, por otra parte, el Gran Mandamiento del Señor, pero que
yo, en este momento, lo recomiendo como la manera más eficaz de liberarse del
sufrimiento que proviene del otro.
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