sábado, 10 de junio de 2017

Algunas puntuaciones acerca de la adversidad: III parte


  
   Fracaso, error  y abatimiento
Me atrevo a suponer, una vez más que la primera reacción ante el título del presente punto ha sido la de una secuencia que va desde el asombro hasta la de desesperanza. Porque independientemente de la trayectoria teórica y clínica de cada terapeuta, lo interesante, respecto al fracaso, lo espontáneo es que esta palabra se inscribe en el imaginario de toda la sociedad y sus integrantes.
Hay una sustancia venenosa y de inagotable poder: el fracaso. También él es un producto humano (mental).



¿Habré cometido un error entonces al no definir convenientemente el término fracaso? ¿O es que, en su defecto, se produjo un desliz imputable a todos y a cada uno de nosotros que nos implica tanto como los más reconocidos conceptos universales que, ya nadie discute en las aulas universitarias? ¿Pero por qué se hace tan difícil hablar del fracaso?
Es claro que no hay ni error ni descuido, según se desprende de lo que luego intentaré exponer. Entonces: Fracaso, nos remite a estropicio, ruina, frustración, error, obstáculo, -sin serlo puntualmente-, pero para nuestro entendimiento nos lleva a relacionarlo con todo lo que significa destrucción y desastre total de lo que más anhelamos su opuesto: la fortuna. Porque si de ésta última palabra hablamos, no pocas veces en nuestras vidas hemos de atribuirnos otras cosas que las cosas buenas que la fortuna –la buena fortuna-, nos puede proveer, se diría que solo eso anhelan la gran mayoría de los seres hablantes.
En general armamos un proyecto, y las expectativas es alcanzar el objetivo y adherimos a una estrategia para lograrlo. Pero, al culminar la tarea, el proyecto no llega a cumplir nuestras expectativas de modo total. Por consiguiente, un resultado pobre lo entendemos como negativo; pero en realidad simplemente fue inferior a lo previsto. De todos modos lo decodificamos como un fracaso rotundo pues no alcanzó a llenar nuestras expectativas.
A causa de la frustración y nuestras heridas narcisistas, nos resistimos a evaluar el por qué llegamos a esos pobre resultados y rechazamos con vigor los pobres resultados obtenidos. Y es en ese momento donde dicho resultado que evaluamos como "negativo" es para nosotros un "fracaso", pero para complicar la situación, negamos todo.
¿Dónde radica el error? ¿En haber deseado altos resultados sin esfuerzo, ilusionando con ser los mejores? No, ciertamente, sino en adherir esas ilusiones altas al solo mérito de ser sin hacer. Entre el ser y el objetivo se estableció pues un vínculo trunco e inapropiado.
Forjamos ensueños dorados, nos identificamos con el triunfo casi en una especie de hipnosis (o borrachera), y sin embargo las vanas construcciones ilusorias se derrumban, haciendo pedazos los argumentos y los deseos. La desilusión aparece como resultado de las ilusiones desechas. Tal como sucede con un individuo que basa todo en sus ilusiones a las que se aferra con todo su ser y cuando se esfuman se produce en él un amargo despertar, en un desgarramiento que lo deja abrazado, en soledad, en un mar de cenizas.
Pues bien, es mi convicción que remover y convocar en nuestra ayuda al hombre sufriente para tratar de trabajar tramos mayúsculos de su vida –aun sin procesar, o procesadas de forma inconveniente- consiste, en grado benéfico, en la intención de toda terapia en la obra de nuestra disciplina. Pero la delimitación del perímetro y el trazado del marco conceptual de nuestra disciplina –por otra parte nutrida de varias disciplinas, con fronteras amplias y generosas- no son ajenas al dolor y al sufrimiento humano. Los conceptos teóricos tan caros para algunos marcos teóricos que dejan de lados el sufrimientos del humano hablante, reticentes en su favor, y también encargados, por su propia cuenta, de descalificar a las psicoterapias tildándolas de incoherentes, timoratos de insolventes desde el punto de vista teórico, ven día a día cómo sus analizantes se suicidan de diversos modos mientras ellos siguen y discuten de manera ecolálica y acrítica el dogma fosilizado –que alguna vez han acusado a otros de poseer-,siguen sin ver el proceso inflacionario y hasta devaluado por desgaste que ellos mismos provocaron en las últimas décadas de su propio marco teórico.

Bien, ¿pero qué es esto del fracaso? En efecto, el nombrarlo posiciona allí la vigencia de los contextos donde un concepto no posee su extensión o su referencia o su significación habitual sino que se la denominó dentro de un marco conceptual reduccionista con una intención determinada.
Y el fracaso es, pues, un concepto relativo. Nace y se desvanece cuando reconocemos una parte de acción en el resultado. Y, a partir de ese momento, el fracaso tiene dos caminos, en el primero, comienza a presionar al que lo produjo; en el segundo, es desterrado hacia el territorio extranjero, con lo cual se convierte en parte de un enemigo foráneo. Pero la presión existe en la medida en que sentimos, y lo más normal es ofrecer resistencia. La presión y la resistencia resulta así una trampa opresiva y acelerada.
Y así, presos en ese círculo vicioso y viciado, el hombre y la sociedad son víctimas de profundas y perdurables perturbaciones tal vez, es hora de advertir que no somos víctimas atrapadas, sino que somos los intolerantes que simplemente damos nuestra cabeza contra la pared, con nuestras propias resistencias, contra los resultados negativos, contra la adversidad. Todo se convierte en una locura.
Aquello que, en un primer momento, fue un resultado imprevisible y contrario a la esperado, a fuerza de martirizar nuestra alma y resistir aceptarlo, lo hemos convertido en un verdadero monstruo pleno de poder y opresor.
                                                                  
¿Qué han hecho los imperios, pues? De cara al futuro, es necesario tener presente que una cosa es el necesario esfuerzo y otra cosa muy diferente es el resultado obtenido. El esfuerzo siempre depende de nosotros, no así el resultado.
En lo que depende de nosotros (como sujetos y como ciudadanos), debemos asumir el reto, el llamado a la lucha y para ello debemos proveernos de todas las armas y de todos los medios que están a nuestro alcance: las lecciones de la historia, las experiencias propias y ajenas, la colaboración y el rechazo de los demás, el sentido común, los ideales, el patriotismo, el entusiasmo, el honor... En una guerra, no debes descuidar ningún detalle; cada estrategia puede marcar el delgado límite entre la derrota y la victoria.
De igual manera que en un proyecto individual, todo proyecto que implique una meta, un objetivo a alcanzar, debe poner en acción toda la sagacidad, el tesón, la pasión (la vitalidad).
Pero al mismo tiempo esto debe tener un contenido de paz (tranquilidad).
Uno de nuestros principales defectos consiste en ser esclavos: adheridos entre nuestro deseo y el resultado obtenido, lo que es equivalente a apropiarse de un resultado alto y que supuestamente nos pertenece (pelar la gallina antes de atraparla)
Corremos una y otra vez el mismo riesgo, que consiste –decimos _ no en que el resultado que suponemos vamos a obtener siempre es brillante, sino que nos apropiamos, lo comercializamos y abusamos de él antes, mucho antes de obtenerlo; se trate pues de la misma y eterna ilusión. A causa de esta creencia que nos lleva a apropiarnos de aquello aun no obtenido, si el resultado no es idéntico a lo que hemos imaginado, surge la impresión de que ha habido un robo, pues algo que de ante mano consideramos como propio en nuestra ilusión no se concreta en la realidad. El peor de los daños es el apropiarnos de algo que aun no tenemos.
Como resultado de sentir que algo nos pertenece pero no lo hemos obtenido, surge el temor como mecanismo defensivo y también se asocia la agresión para defender aquello que consideramos como propio. De ahí decimos que las inevitables preocupaciones aparecen ensombreciendo todo y produciendo un gran desgaste anímico.
Como consecuencia de las grandes preocupaciones y de la incertidumbre falla nuestro modo de descansar, de alimentarnos y crecen las tensiones.

Cualquier persona o sociedad (como organismo) desciende por una pendiente peligrosa: la inseguridad, la cual da lugar a un sin número de complejos.
¿Cuál es la salida, pues? Una vez agotados todos los recursos y cuando el combate todo lo ha destruido y todo está en ruinas, el sentido de pertenencia y la más elemental tendencia vital con confirman que es insensato gastar energías y tiempo en lamentos circulares, es inútil destrozar nuestros sesos contra una pared ante la imposibilidad de cambiar un solo acto del pasado, ante lo inamovible del hecho consumado. Pero lejos de relegar los resultados –muchas veces producto de aspiraciones que no corresponden a los logros obtenidos-, en vez evaluar esos resultados y quedar en un estado de paz; una paz necesaria que se logra con el desprendimiento de los resultados, nosotros optamos por destruir con mayor furia todo lo que nos recuerde nuestro propio fracaso, creando así un círculo vicioso y una trampa mortal.
Pero la propuesta es evaluar siempre ¿de quien o de que dependen los resultados? En términos generales decimos que los resultados dependen de una serie de factores entre los cuales hay imponderables, causalidades, factores azarosos, que ciertamente, se hallan muy lejos de la buena voluntad de los seres que proponen alcanzar una meta determinada: cuantas veces el agricultor sabio ve su cosecha malograda y su trabajo devaluado por estar notablemente condicionada a factores climáticos desfavorables, terremotos o la baja en la bolsa de valores; y también influyen los estados anímicos del agricultor, su capacidad de negociación, la capacidad de pilotear en una tormenta y otras eventualidades.
Si los resultados no dependen entonces sólo de nuestro deseo, es enfermizo los obsesivos martillazos del fracaso.  Pero tenemos una fuerte tendencia melodramática para humillarnos y sentir culpa o buscar culpables. De nada sirvió pero igual seguimos haciendo lo mismo. Ni por error se nos ocurre cortar con las ataduras de "ser los mejores del mundo" "ser un país rico" "no somos racistas" "acá se puede caminar de noche sin problemas" "pero ellos no molestan a nadie, son borrachos y adictos pero a nosotros no nos molestan", deberíamos ocuparnos en vez de preocuparnos. Si soltamos esas ataduras que nos sujetan a ser los mejores cuando no está aún en nuestras posibilidades concretas, y nos quedamos en paz al saber que hacemos cada vez y cada día lo mejor que podemos, aceptando la realidad en vez de ocultar su lado oscuro, allí tenemos una posibilidad de cambiar nuestra historia.
He aquí uno de nuestros defectos y una de nuestras mayores debilidades: no podemos distinguir entre la paz y las pasiones; es por ello que aun no podemos ser guerreros a la hora de combatir nuestras propias zonas oscuras.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en esta página.