El camino de la paciencia: primera parte
Paciencia: trabajo y voluntar para cer crecer el trigo
El sujeto humano nace con su compleja incapacidad
para subsistir sin ayuda; en nada se parece al resto de las crías animales que
a las pocas semanas pueden valerse por sí mismas. Las crías de las distintas
especies nadan, vuelan, caminan, corren; sólo por el mero hecho de existir.
Disponen de todo el bagaje instintivo necesario para la defensa y
supervivencia. Su equipo instintivo los provee de todo lo necesario y los
conduce por caminos certeros para su supervivencia, instintos que funcionan de
manera casi mecánica.
No puede conocerse al hombre –y mucho menos querer
ayudarlo en su dolor-, si no se lo conoce en su aspecto corporal, tanto como en
su constitución morfológica como en su funcionamiento fisiológico y su desarrollo
orgánico. Hoy en día no podemos negar la influencia que tienen las hormonas,
las funciones neurofisiológicas, la alimentación correcta, en el
desenvolvimiento de las funciones intelectuales, el sueño, el sistema nervioso,
la capacidad de aprendizaje, el cansancio o la fatiga.
Pero como decíamos, para el hombre todo es
diferente. El humano, cuando nace es el ser más desvalido. Es necesario que
aprenda, que lo asistan, que alguien se ocupe de él y lo ayude a utilizar todas
las herramientas que consigo trae: el pensamiento, la voluntad, los instintos,
las aptitudes, el temperamento, y lo ayude a realizar las primera complejas
asociaciones mentales.
Aprende a valerse de su inteligencia más que de sus
instintos, aprende el riesgo que implica usar su inteligencia: aprende a
comparar, excluir, optar, y, en ello le van como costo un gran pago: aparecen
las grandes incertidumbres y nada se puede predecir. Y es así como adquiere
como compañera a la ansiedad, la cual no lo dejará solo en el camino de la
vida.
Pese a sus riesgos –en el sentido de invitar tal
vez a un sesgo un tanto filosofizante- el título del presente punto da acabada
cuenta de que el sujeto humano muy tarde aprende a vivir. Muchos lo han dicho
de diversos modos y consignado de las formas más antagónicas, pero al fin de
cuentas aluden a puntos sustanciales de nuestra propuesta. Expresiones
crípticas en principio, uno de ello sería el sujeto humano muy tarde aprende
que el arte de vivir, no lo encuentra como graduado cuando adquiere su mayoría
de edad o al conseguir un logro académico, deportivo, artístico o sentimental.
Porque vivir no es simplemente ganarse el pan, formar una familia, tener dinero
o éxito. ¿Cuántos seres forman una bella familia o son exitosos en su profesión
y sin embargo la tristeza y el desencanto les exigen seguir dormidos el resto
del camino?
Vivir asumir ese ineludible tramo final al que
llamamos "la hermana muerte", pero libres de la ansiedad que nos
impide ser libres.
El sabio vivir es una constante superación del
sufrimiento humano, en mayor o menor grado, disminuir aquella ansiedad, que no
nos libera del final.
Por medio de la superación del sufrimiento,
conquistamos la tranquilidad de la mente, nuestros nervios se serenan y el alma
brilla de paz.
Pero esta felicidad no se compra en una tienda de
moda, no se gana a la lotería ni se puede alcanzar por medio de un regalo. Se
necesitan largos años de esfuerzo, férrea disciplina, metodología apropiada y,
mucha tenacidad a prueba de contratiempos y suficiente coraje para ganar la
partida a la adversidad y al sufrimiento.
Paciencia no es una espera infructuosa. Paciencia
es esfuerzo, orden, dedicación, práctica y autocontrol.
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