sábado, 18 de febrero de 2017

El camino de la paciencia: primera parte




El camino de la paciencia: primera parte

Paciencia: trabajo y voluntar para cer crecer el trigo



El sujeto humano nace con su compleja incapacidad para subsistir sin ayuda; en nada se parece al resto de las crías animales que a las pocas semanas pueden valerse por sí mismas. Las crías de las distintas especies nadan, vuelan, caminan, corren; sólo por el mero hecho de existir. Disponen de todo el bagaje instintivo necesario para la defensa y supervivencia. Su equipo instintivo los provee de todo lo necesario y los conduce por caminos certeros para su supervivencia, instintos que funcionan de manera casi mecánica.


No puede conocerse al hombre –y mucho menos querer ayudarlo en su dolor-, si no se lo conoce en su aspecto corporal, tanto como en su constitución morfológica como en su funcionamiento fisiológico y su desarrollo orgánico. Hoy en día no podemos negar la influencia que tienen las hormonas, las funciones neurofisiológicas, la alimentación correcta, en el desenvolvimiento de las funciones intelectuales, el sueño, el sistema nervioso, la capacidad de aprendizaje, el cansancio o la fatiga.
Pero como decíamos, para el hombre todo es diferente. El humano, cuando nace es el ser más desvalido. Es necesario que aprenda, que lo asistan, que alguien se ocupe de él y lo ayude a utilizar todas las herramientas que consigo trae: el pensamiento, la voluntad, los instintos, las aptitudes, el temperamento, y lo ayude a realizar las primera complejas asociaciones mentales.
Aprende a valerse de su inteligencia más que de sus instintos, aprende el riesgo que implica usar su inteligencia: aprende a comparar, excluir, optar, y, en ello le van como costo un gran pago: aparecen las grandes incertidumbres y nada se puede predecir. Y es así como adquiere como compañera a la ansiedad, la cual no lo dejará solo en el camino de la vida.

Pese a sus riesgos –en el sentido de invitar tal vez a un sesgo un tanto filosofizante- el título del presente punto da acabada cuenta de que el sujeto humano muy tarde aprende a vivir. Muchos lo han dicho de diversos modos y consignado de las formas más antagónicas, pero al fin de cuentas aluden a puntos sustanciales de nuestra propuesta. Expresiones crípticas en principio, uno de ello sería el sujeto humano muy tarde aprende que el arte de vivir, no lo encuentra como graduado cuando adquiere su mayoría de edad o al conseguir un logro académico, deportivo, artístico o sentimental. Porque vivir no es simplemente ganarse el pan, formar una familia, tener dinero o éxito. ¿Cuántos seres forman una bella familia o son exitosos en su profesión y sin embargo la tristeza y el desencanto les exigen seguir dormidos el resto del camino?

Vivir asumir ese ineludible tramo final al que llamamos "la hermana muerte", pero libres de la ansiedad que nos impide ser libres.
El sabio vivir es una constante superación del sufrimiento humano, en mayor o menor grado, disminuir aquella ansiedad, que no nos libera del final.
Por medio de la superación del sufrimiento, conquistamos la tranquilidad de la mente, nuestros nervios se serenan y el alma brilla de paz.
Pero esta felicidad no se compra en una tienda de moda, no se gana a la lotería ni se puede alcanzar por medio de un regalo. Se necesitan largos años de esfuerzo, férrea disciplina, metodología apropiada y, mucha tenacidad a prueba de contratiempos y suficiente coraje para ganar la partida a la adversidad y al sufrimiento.
Paciencia no es una espera infructuosa. Paciencia es esfuerzo, orden, dedicación, práctica y autocontrol.
                                

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