La vida de nuestros santos y el concepto de resiliencia
Hace varios días consulté algunos
textos de la vida de santos que no son tan populares o conocidos, sin embargo,
sus vidas son admirables, tal como la vida de los santos populares y conocidos
por todos.
A través de la observación y descripción sociológica,
psicológica, encontré en estos ejemplos de vida cristiana muchos puntos en
común que llamaron mi atención y me dieron la oportunidad de pensar algunos
temas puntuales, que teniendo el debido cuidado de no generalizar, -ya que todo
ser humano es singular-, hemos de describir rasgos universales o comunes que
todo ser humano parece poseer y que implica esta llamada a cada uno hacia la
santidad.
Uno de los acontecimientos que
llamó mi atención es que todos los santos parecen haber estado expuestos a la influencia de
personas que les heredaron testimonio de espiritualidad.
Otro de los acontecimientos
importantes que me gustaría describir hoy es que no siempre la formación temprana en
la vida de los santos estuvo rodeada de amor o de buenas influencias.
Sobrados ejemplos nos llevan a pensar en ello. Muchos de nuestros santos como
por ejemplo Santa Teresa del Niño Jesús vivió su infancia rodeada de cuidados
amorosos; en cambio otros santos no tuvieron esa influencia al crecer en un
mundo hostil, violento, intolerante, vemos por ejemplo la vida de San Pablo,
que ya maduro se convirtió. Estos matices lejos de alejar a estos grandes
maestros de espiritualidad los acerca en un punto en común: la comunidad.
Parecería que ninguna vocación carece de fundación comunitaria.
Por ello destacamos el rasgo fundamental de la vida en
santidad la importancia de la comunidad de creyentes. Si bien sabemos que
muchos de nuestros santos fueron solitarios o bien tuvieron momentos de
alejamiento del mundo, aún así se encuentra el rasgo comunitario antes
mencionado. Más allá de la vida ascética, monacal, de la vida del claustro y de
la penitencia, los santos se ven impulsados a vivir en medio de una comunidad
espiritual.
Otro rasgo importante es la
resiliencia, es decir crecer
ante la adversidad: Este
rasgo de la personalidad de los santos es definido como la “capacidad de crecer
ante la adversidad”, es salir fortalecidos de las tribulaciones. Tenemos muchos
ejemplos: San José, Agustín, Pablo, Teresa de Ávila, entre otros. Ellos se
distinguieron por soportar grandes penalidades y persecuciones por ser
defensores de la verdad y la fe aun a costa de la propia vida, de la propia
consciencia e inteligencia, de la paz y de la comodidad o de la confrontación
con los poderes temporales que los amenazaban. Todo lo apostaron, todo lo
dieron.
Pero también encontramos que
todos los santos dudaron, tuvieron miedo, fueron prisioneros de tiempos oscuros
y tenebrosos. Ahí tenemos el caso de Pedro, como él se vieron tentados a negar
su Fe en medio del rechazo social y la persecución en un momento de debilidad.
Muchos de los santos no pudieron en un momento dado de su vida librarse de los
problemas psicológicos que se generan ante una gran presión, ante la ira, la
frustración o la tristeza. Pero al contrario de lo que suele sucedernos a
aquellos que no conocemos el camino hacia la santidad o que flaqueamos en el
intento, los santos siempre sobresalen en su conducta por ese rasgo que los
distingue: la resilencia, fruto de la Fe. Este hecho es definitorio ante la
tribulación.
Pero ¿qué es la resiliencia?:
La psicología positiva nos lo
explica de esta forma: La Resiliencia y el crecimiento postraumático surgen como
conceptos de investigación, a través de los cuales se pretende determinar por
qué algunas personas consiguen aprender de sus experiencias e inclusive
encontrar beneficios en ellas. La resiliencia se sitúa en
una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, habiendo vivido una situación traumática, han conseguido superarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura científica actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad. Lejos quedan los antiguos conceptos que unen a algunas personas al masoquismo o sadismo.
una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, habiendo vivido una situación traumática, han conseguido superarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura científica actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad. Lejos quedan los antiguos conceptos que unen a algunas personas al masoquismo o sadismo.
¿Es tan difícil considerar que
debido a la Fe y la Gracia, han modificado los procesos psicológicos? Si nos
detenemos a analizar la conducta de nuestros santos vemos que San José dudó en
un momento, pero, sin embargo fue noble y obediente; San Agustín –necio y
apasionado, con una mente brillante, beligerante, llegó a desarrollar su mente
y un autodominio personal admirable y sin detenernos en lo brillante de su
teología Agustín se destaca por su vehemencia al defender la Fe. Qué decir de Teresa
de Ávila, mujer de carácter áspero y beligerante, que pudo motivar con su
amor a innumerables personas; y Teresa de Liseaux una tímida,
insegura e inquieta, joven pero que al amparo de la Gracia expresó con
tal belleza la doctrina que se le elevó a Doctora de la Iglesia. Más hacia
nuestros días encontramos las contradicciones en el temperamento de José María
Escrivá quien tuvo un fuerte carácter y al mismo tiempo una gran dulzura.
Ni qué hablar de Don Bosco que siendo obstinado, podía obedecer hasta el
extremo, o si hablamos del Padre Pío quien fue a veces desobediente y temeroso,
venciendo sus temores aceptó su misión. Es que en psiquismo de los santos
parecería existir o coexistir un punto de inflexión.
Si conceptualmente aceptamos como
definitorio del psiquismo humano el pathos, en el caso de los santos este
concepto parecería no alcanzar, debido al modo de respuesta ante las
dificultades. Los santos respondieron de manera distinta: fueron alquimistas que
convirtieron el plomo en oro. Su personalidad, sus conductas, y cómo
resolvieron los problemas se convirtieron en plataforma para la Gracia.
Surgen entonces las siguientes
preguntas: ¿Cómo se logra a esto?, ¿Pueden la psicología humana actual y la cultura
relativista ser capaces de obstaculizar o facilitar la santidad? ¿Cuál fue la
clave de estos hombres y mujeres para transformar la debilidad en fortaleza?
¿Podemos aspirar a la santidad todos los cristianos, más allá de nuestras
debilidades? En este punto comienzan a haber razones de peso para pensar que la
antropología de los santos necesita de una psicología de la Gracia. Es más
creemos que la psicología actual humana, la psicología de la conducta –sea de
la línea teórica que sea-, debe nutrirse de la Gracia.
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