domingo, 5 de mayo de 2019

Asumir la responsabilidad: I ¿Qué es la fe?




Asumir la responsabilidad: I
¿Qué es la fe?


Resultado de imagen para IMAGENES DE FESimultáneamente con la ardua lucha emprendida por muchos estudiosos para responder a la pregunta sobre el tema que ahora nos convoca sobre ¿qué es la fe?, comenzó a reposar sobre la fe y dos modos fundamentales de obrar sobre ella. En primer lugar encontramos sujetos que reposan sobre el concepto que ellos tienen de la fe sin hacerse demasiados planteos y sin muchos escrúpulos duermen cómodamente sobre dicho concepto profundamente. Se sienten cómodos, protegidos. Son seres que entienden la fe como un escudo protector. Aunque estén llenos de “pecados”y de escrúpulos, nada se cuestionan, se sienten cómodos y protegidos.  La fe es un blando y cómodo cojín para estos seres en dónde simplemente, apoyan seguros, reposan con todo su bagaje de miserias. En segundo lugar, hay otro grupo de seres que consideran que para la paz del alma, hay que estar en guerra contra el “pecado”. Sólo se conquista la paz haciendo la guerra al pecado y la fe es algo a conquistar hora tras hora. Por cierto para  esta concepción, la fe no es un blando cojín ni mucho menos un sostén sobre el cual apoyarse en la vida o una póliza de seguro.

Lo que a continuación emprenderemos es un intento de rescate de ciertos conceptos que hunden sus raíces en el mundo Cristiano. 

Resultado de imagen para FRASES DE FE DE SAN AGUSTINLo que emprenderemos es un intento modesto de rescate de ciertos conceptos fundamentales de la cristiandad. A saber: No es la religión del miedo o de la comodidad y del cálculo.


Si analizamos nuestra naturaleza, mediante una aproximación metafísica y psicológica ala misma resulta imposible separarla de la naturaleza psicosocial que implica al hombre y lo instaura en la cultura de modo definitivo. Si bien en nosotros se da una naturaleza esencial y otra psicosocial, ambas forman parte complementaria y necesaria del ser humano aunque la segunda tiene sus bases en la primera, pero la primera de nada sirve sino llega acompañada de la segunda. Continuando con la necesidad de referirnos entonces a los conceptos cristianos vemos que el concepto de la verdad es tan caro como difícil de discernir aun para algunos sujetos practicante de dicha religión. La verdad no una cosa que está allí simplemente  ya confeccionada y nos es regalada graciosamente para nuestros ojos, ávidos de seguridad y de vida tranquila se deleiten de encontrarla de modo seguro y certero. Por el contrario, para el cristiano, la llamada verdad en sí, bien confeccionada, sin relación alguna con el sujeto, con cada uno de nosotros que es el sujeto, o la inteligencia de la verdad, es la verdad-cosa, materializada, es el apoyo exterior hacia el cual nos atrae nuestro temor, nuestra lasitud y nuestra falta de coraje y de iniciativa.

Muchos que no comprenden la doctrina católica creen que es la religión del miedo, de la comodidad y del cálculo “económico”; ¿puede acaso ser la religión cristiana, la religión del miedo? Todo lo contrario: es la religión cristiana la religión del coraje y del amor.

Pero para algunos cristianos se hace evidente que la religión es simplemente apoyarse en Dios, en Cristo y el la Madre Iglesia, simplemente porque es muy duro luchar solos; y, además, en esta vida y el la otra, les está prometido ciertos beneficios “un seguros de vida”contra todo riesgo. Algunos entienden así a la religión. Y no sólo los cristianos. Muchos practicantes de distintas creencias –una gran mayoría- consideran que la fe, y sus creencias son un simple seguro “contra todo riesgo”.
 
Las palabras Bíblicas “a quien dio uno le será dado cien”, es entendida como algo que le proporcionará al sujeto con esta concepción de la fe que, aunque sólo reciba una mínima parte, de lo que dio, se dará por satisfecho: de todos modos, es buena inversión en términos económicos y siempre sale ganando. Aun un pícaro, da por conveniencia  propia. Es esta una manera de entender la fe de un modo mortecino, adormecidos en la doctrina y en los dogmas. Es un modo de vida inauténtico –que le acontece a cualquier creyente de cualquier creencia religiosa, no solo a los cristianos, laicos o consagrados-, duermen, caminan dormidos por la vida, se aferran a sus dogmas y no se plantean ninguna pregunta. No abrazan la fe, por el contrario, simplemente se aferran a las creencias para sentirse protegidos.

La fe es un proceso que implica cambios, que es conquistada poco a poco. Pero para esos individuos, cuya fe es sinónimo de “garantía contra todo riesgo en una existencia inauténtica” la fe no es una riqueza que se busca con fatiga, sino, por el contrario, es algo que preexiste a toda fatiga y a todo afán, no es conquistada poco a poco, pedazo por pedazo, sino que es algo que nos es  dado de una vez; no es deseo indomable e inextinguible, que cuanto más se sacia de la conquista más se experimenta, sino que está ya enteramente constituida antes de toda iniciativa personal, siempre nuevamente propuesta y renovada. Para aquellos, que así viven dormidos, la fe es casi un premio a su pereza espiritual, asegurado para hoy, para mañana, para siempre. Esto se ve mucho hoy en día cada vez más en las nuevas doctrinas pseudo cristianas que aparecen en nuestras tierras.

La fe, en cambio es un proceso que implica cambios efectivos y complejos en el comportamiento del sujeto.

Ciertamente, hay en ellos mucho amor, -ese es innegable-, pero lo es de la comodidad y del reposo; buena voluntad también hay mucha, pero para conformarse sin molestias; y el celo abunda, mas para poner bien a la vista la etiqueta; y sobreabunda el amor, pero hacia todas las seguridades terrestres y celestes. Si algo falla, se deba a la falta o carencia por parte del practicante de la fe, eso es algo que utilizan mucho los “nuevos pastores”para someter a sus rebaños. La fe no es más que un recurso para proveer de bienes materiales o espirituales a sus adeptos.
Por consiguiente, decimos que la fe no es un simple dato, y que verdad no es un mero hecho.
Fe en la verdad, es para un cristiano, que lo es desde lo profundo de su vida espiritual, una conquista, conquistar la luz en su eterno caminar a tientas, mientras supera las múltiples incertidumbres y pesares que a cada paso se presentan durante su vida.

El primer hito que marcaremos es considerar la fe desde el punto de vista cristiano como una conquista.  Podría decirse que, en verdad, la fe es conquista, tan personal que exige siempre un nuevo empeño de parte de quien la ejerce: es ese tan precioso tesoro que, una vez hallado y precisamente, por haberlo hallado, se está siempre a punto de perderlo.  El argumento de la fe entendida como una conquista, cabe responderle, como uno de los más difundidos en el medio religioso no solo cristiano sino de todas las principales religiones de la historia de la humanidad.
En tal sentido, cuanto más se la conquista, a este tesoro, a este territorio de la fe y mejor se tiene, más se arriesga y más se está en disposición de perderla.

La seguridad tranquila y pacífica de aquellos que viven una falsa espiritualidad y una existencia inauténtica en donde se apoyan en la fe pero no viven de acuerdo a ella, o bien es una necesidad de afianzamiento o es un acto de soberbia. Cuanto más grande es el esfuerzo para hallar, se torna más imperioso ponerlo en consonancia con el diario vivir, y  más sólidamente se mantiene lo que se ha hallado: más disponibles se está para Dios. Porque, en el fondo, queremos decir, que sólo por Dios es necesario creer, y no por los beneficios que nos puedan llegar, por el consuelo que recibimos, por los bienes materiales o espirituales recibidos o por recibir, por la sociedad que nos observa o por otro motivo que nos haga la existencia más confortable.

San Agustín, nos dice  que “a Dios se le ama gratis”; su concepto nos pide “amar a Dios sin esperar recompensa”, y nuestro anhelo es querer ese amar a Dios con la conciencia  temer de perderlo siempre, es el amor de Dios y nada más.

Para San Agustín el mal no proviene de Dios, si hay mal es porque el hombre así lo quiere. Bien sabida es que la culpa de Adán y su pecado hace caer a la humanidad.
En tal sentido la fe no es un dato, ni tampoco una situación; por el contrario, hay que transformar, con nuestra iniciativa laboriosa, con nuestro hacer diario el dato en el acto de la fe, y la situación en un status espiritual, siempre inquieto y buscador.
La fe es entonces, una iniciativa permanente y por lo tanto es un acto siempre actual de libertad. No ya la fe hecha por una doctrina y repetida, adormecida, sino la fe que se hace a través de la renovación del acto de fe, el renovado proponerse de la verdad en la conquista perenne. La fe es indomable solamente cuando no está domada en la pacífica adquisición.
¿Es acaso compresible la comprensión de la recompensa de dónde queda la recompensa de esta fe activa? Pues bien, simplemente la fe es la misma recompensa.
Hay otro concepto que aquí entra en juego: la caridad.
Más no nos adelantaremos demasiado en nuestros pasos, simplemente diremos que la caridad no se compra ni se vende.
Para finalizar, querría detenerme en un punto que dejé de modo deliberado para este instante: la caridad, esa gran señora, la caridad. Paga sin contar. El límite de la caridad es la caridad misma, y es por eso que ella sobrepasa todos los límites. Frente a la caridad, todo es precario, aun la moral, aun cualquier orden social o constituido. Por lo mismo, creo inoportuno, en este lugar, abundar en sus conocidas postulaciones. La caridad merece un largo recorrido para ser abordada.
Para la caridad nada es definitivo; ella, sobre lo definitivo, siembra con mano generosa, nacen espigas nuevas y abundantes mieses, y todo lo transforma en un bello paisaje. Sobre lo definitivo ella avanza, barre las escorias y refunda lo que estaba desahuciado.
En lo atinente a las metas de la  caridad decimos que ella no alisa, amasa. Ella, suspendida de la iniciativa irresistible, es la libertad que se compromete, se expone aún en el borde de los abismos, y sufre.

Según se desprende de nuestra exposición, la fe es el sufrimiento de la libertad activa, siempre tensa hacia la conquista laboriosa de la fe. Mas solamente esta fe así entendida, es libre fe en la verdad, es religión en razón de que es presencia de cada uno en todos y de todos en cada uno, de cada uno en Dios o de todos en Dios. Es amar a Dios, sin esperar nada, solo su amor, sin esperar otra recompensa. Esta fe, para los cristianos, ya no es la fe adormecida, por el contrario,  es como una almohada, pero rellena con las espinas de la corona de Cristo. No está hecha para dormir sueños tranquilos y así caminar por la vida, soñando con los beneficios de la vida terrenal o celestial, o -“soñando románticamente con los angelitos y los santitos colgados al cuello como amuletos de la suerte”-, por el contrario es una fe comprometida con los concepto de la libertad y de la caridad.

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