miércoles, 10 de octubre de 2018

La atención y la concentración: un tema de amor



Hacia el amor

Un tema que nos llevará por el camino contrario al que transitan la mayoría de las terapias actuales en nuestra tierra es el tema del amor.
En el punto anterior, bajo un aspecto similar, cabe distinguir que con la supresión del “yo”hemos conseguido la tranquilidad de la mente. Pero no basta con alcanzar este objetivo. Estas energías liberadas  necesitamos derivarlas en el amor y la unidad. El amor: un término tan viejo y discutido, tan frágil y tan grande que merece un capítulo aparte. En todo caso, en los textos freudianos, muchas veces se encuentra como impedimento para la cura de un paciente, en los anales lacanianos corresponde al orden del engaño, pero para el mundo en general tiene otro significado. Como se recordará, este recorrido no excluye ningún concepto –estemos de acuerdo o no con ellos-, en pos de una búsqueda de un mejor posicionamiento a la hora de dirigir la cura de un paciente, vale decir, de ser responsables ante la integridad de los otros, ante nosotros mismos y ante la sociedad que todos componemos.

Así, desde el principio de los tiempos puede rastrearse el término “amor” y su uso en la literatura, en la filosofía, en el Psicoanálisis, en las distintas religiones, a los efectos de aprehender en qué medida dicha concepción se aproxima a brindarnos sus aportes en nuestra búsqueda.

Decíamos entonces que el recurso del amor constituye la mejor verificación de cómo el hombre reacciona frente al determinismo que le imprime las situaciones externas. De modo que es lícito postular que el ser hablante es algo más que lo que se pretende al señalar que es tan sólo un ser para la muerte.

Tomando un gran ejemplo, el que nos da Jesucristo en “El sermón de la montaña”, allí, no implica una suerte de fatalismo resignado, la visión de un mundo de mansos cobardes y estáticos dirigidos por los hilos del destino de miseria, todo lo contrario, en sus primeros tramos, despliega lo que podríamos llamar el programa del despojarse; y posteriormente, en sus instancias decisivas, nos entrega el proyecto del darse.

Una vez sentada la viabilidad conceptual de los engaños propios del yo, la única muralla de separación entre el otro y el yo es el propio “yo”, cabe ubicar ahora que  al afirmarse en sí mismo y por sí mismo, el “yo” se siente distinto y, de alguna manera, opuesto a lo que no es él. De esta oposición nace una suerte de tensión o dialéctica, acompañada de un cierto sentimiento de inquietud. Es sumamente difícil situarla a esta oposición, ya que, si así fuera estaríamos hablando  en definitiva, de que se produce algo parecido a un conflicto dualista, cosa que desaparece en cuanto es derribada esa muralla; pero, en cuanto el hombre se siente ligado y abrazado a sí mismo, diferente, diferenciado y opuesto a los demás, le nace automáticamente la inseguridad, por el hecho de encontrarse solitario; y, a la inversa, al desligarse de sí mismo y dejarse arrastrar por la corriente universal, se siente inmerso en la unidad con todos los seres, encontrando seguridad y armonía.
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De modo que dicha característica torna imperativo el decir que ya no existen el sujeto y el objeto como polos opuestos; desaparece también la dicotomía yo-tú, yo-mundo; y, en este momento, al perder los seres vivos, en especial el hombre, aquellos perfiles que lo diferencian del resto de la creación, el hombre se siente emparentado con todos los seres en su realidad última y acaba por instalarse en una unidad en común con todos en la más entrañable fraternidad. Es la experiencia de la unidad universal. “Que sean uno”.                                   Por otro lado, es más que amor. Pues, en el amor, una persona ama a otra persona. Pero en esta experiencia los dos sujetos acaban por sentirse uno parte del otro, como en una empatía cósmica, hasta llegar a sentir las cosas del otro como si fueran propias. Es obvio que en este contexto no caben rivalidades ni envidias.

Luego de examinar en este capítulo algunos temas desarrollados acerca del hombre sabio, ha llegado la hora de abordar lo que podemos denominar como funciona la metodología que nos alivia de tanto sufrimiento vano.
El problema de esta metodología se liga a la conocida referencia -a la que ya aludimos- acerca de una fe firme. Cabe preguntarse, ante la reiteración: se trata de un paradigma, pero descartando esa vana presunción ¿fe en qué? ¿en dónde aparece la fe? ¿para quién se manifiesta y a qué pedido responde? Son preguntas –no fácilmente escindibles ni fáciles de responder-que se nos plantean en un primer análisis.

El punto inicial es que en cuanto el hombre ha detenido la actividad de la conciencia ordinaria no se produce un vacío “hueco”, por el contrario, sino que la conciencia se hace en sí misma. Es la realidad de la persona que se hace presentifica a sí misma. Es la experiencia la propia realidad, y la de todo el mundo, es decir, mi realidad está toda en sí y toda-en-el-universo: se experimenta a sí mismo en los demás y a los demás en sí mismo.

Los sabios argumentan siempre una suerte de sabiduría en dónde anida el respeto por todo y por todos. Es por esta causa que el sabio respeta todo, venera todo, de tal manera que en su interior no hay espacio libre para actitudes posesivas ni agresivas. El sabio hace honor a esa frase tan conocida que reza: “Ama al prójimo como a sí mismo”.

Pero además, el sabio es capaz, de cargar a hombros con el dolor de la Humanidad, ha pasado definitivamente a la com-pasión con el mundo.
     
¿Pero qué es lo que necesitamos para conseguir esta liberación? En primer lugar, se  necesita, una práctica intensiva y constante de mente vacía. En segundo lugar, es necesario que vivas despierto, atento a ti mismo. Mediante una constante introspección-meditación-intuición tienes que descubrir que el “yo”(el falso yo) es la raíz de todas sus desventuras, y debes convencerte de la falacia e inexistencia de esa imagen ilusoria de ti mismo y estar atentos a las resistencias que este yo presenta.

Por otro lado, es importante no satisfacer a esa fiera hambrienta, pues cuanto más la alimentas, más tiranía ejercerá sobre ti: Es difícil llevar a la práctica algunos de estos consejos, por ejemplo:  si hablan mal de ti, no te defiendas; deja que sangre hasta morir el amor propio. Nunca te justifiques si tus proyectos no salieron a la medida de tus deseos. No des paso a la autocompasión, que es el bocado más apetecido por el “yo”. No busques elogios ni abierta ni solapadamente. Rehuye sistemáticamente los aplausos. No saborees el éxito. Ahuyenta, en tu intimidad, los recuerdos halagüeños, que también son bocados exquisitos para el “yo”.

Si le vas retirando el aceite, la lámpara acabará apagándose.
“Esta es la batalla de la libertad.
Recuerda también las consignas tantas veces repetidas: no te hagas ilusiones, el progreso será sumamente lento; pasarán años hasta que puedas saborear la deliciosa fruta de la liberación; y en el camino habrá vacilaciones, retrocesos y desalientos. Así es la naturaleza humana; comienza por aceptarla tal como es.
Sabemos que el actual cerebro humano es muy superior al de los demás mamíferos y vertebrados, y, a pesar de todo esto, y de los avances de los estudios sobre la química cerebral, de todas formas es muy limitado el control sobre nosotros mismos; y es temible que fuerzas inmensas como las que hoy posee el hombre estén manipuladas por cerebros poco dominados debido al poco control que el hombre ejerce todavía sobre su mente.

Hablábamos sobre el camino que conduce a la libertad y a la felicidad y éste  está erizado de obstáculos, como hemos visto en las páginas anteriores; y no siempre el dominio de la estructura y funciones cerebrales coincide con el progreso paralelo de la libertad. Entonces, debemos preguntarnos si el hombre moderno es, o no es, víctima de la angustia y el miedo en mayor o menor grado que el hombre antiguo, por ejemplo, o el mismísimo profesor universitario está más cerca o más lejos de la paz que, por ejemplo, el hombre de una lejana tribu africana.

Uno de los métodos olvidados por el hombre moderno y que retorna en diversas ofertas terapéuticas de hoy en día es el tema de la relajación. Ya que toda tensión es un esfuerzo, y todo esfuerzo, una quema y desgaste  de energías. Esta quema puede ser útil o inútil. Si la tensión se canaliza para el logro de un gran propósito, es un esfuerzo positivo. Lo lamentable es cuando la energía es desperdiciada inútilmente. Y no sólo puede ser un desperdicio inútil, sino también y sobre todo, nocivo.
Y así nos encontramos, en nuestros días, con personas que viven día y noche en un tenso estado general, con el rostro crispado y la musculatura contraída, llenos están los consultorios de kinesiología, los spa, los centros de relajación muscular, los centros turísticos que proponen días de descanso y diversión,-que no son más que simples paliativos-, la verdad es que estas  circunstancias son ideales para que se produzcan los estados obsesivos y angustiosos. Y así, la persona llega a sentirse impotente, infeliz. Pero la relajación, es nuestro primer aliado en el camino de recobrar la paz. Otro de los pasos a seguir es la concentración. Para esto debemos retomar un tema olvidado por la Psicología actual: la atención. De tan olvidada retornó en un síndrome: el síndrome de la falta de atención. Hoy muchos de nuestros niños lo padecen.

La atención, es una facultad connatural al ser humano. Nuestra atención, reclamada por mil estímulos exteriores e interiores, muchas veces incapaz de centrarse durante unos segundos en un punto fijo, la vamos a sujetar ahora allí donde nuestra voluntad determine. En nosotros se da una naturaleza esencial y otra psicosocial. Ambas maneras forman parte del ser humano y, aunque la segunda tiene sus bases en la primera, ambas se complementan. Pero es necesario concentrarse. Y para concentrarse es necesario estar presentes en aquello que estamos haciendo. Esa es la esencia de la concentración.
Por eso es imprescindible, pues, establecer una buena relación entre nuestra atención y nuestros actos. Pero como generalmente no estamos presentes debido a las constantes castigos, obsesiones, y fantasías del yo, nos ausentamos, no nos concentramos debidamente nos herimos a nosotros mismos, por eso los estímulos exteriores nos golpean y nos hieren, porque nos toman desprevenidos, porque estábamos ausentes de nuestra casa.
Esta noción nos aconseja de estar atento a una sola cosa a la vez. La atención es la facultad automática del sistema nervioso para valorar lo que interesa y dejar de lado lo que no interesa, pues cuando seguimos varias ideas, no simultáneas, sino entrecruzadas o interpuestas, y al mismo tiempo no podemos desentendernos de otra idea parásita, entonces la fatiga es muy grande. En cambio, cuando seguimos una idea con exclusión de toda otra, o estamos atentos tan sólo a lo que hacemos, olvidándonos de todo lo demás, entonces el cansancio es mínimo y el rendimiento máximo. Lo importante es que la atención esté en un solo punto cada vez.
Otra de las técnicas que se enseña es la técnica de la respiración.
Debido al estado de tensión, nerviosismo y malhumor en que viven la mayoría de las personas en la actualidad es debido, en parte, a una deficiente irrigación. Normalmente, el hombre actual vive y trabaja en oficinas, talleres, fábricas etc., y tienen una respiración deficiente.
Nuestra naturaleza está determinada por la influencia de los estados anímicos, y a la vez, que estos  influyen decisivamente en la respiración. Cuando la persona está tranquila, su respiración es apacible. Cuando está agitad psíquica o físicamente, su respiración se torna irregular. Podemos afirmar, pues, que la respiración es el espejo de los estados interiores. Por consiguiente, será también correcta la conclusión inversa: si las tensiones interiores repercuten en la respiración, podemos influir y modificar los estados interiores.