Las dificultades del peregrino
El camino de la vida es tan vital como lleno de
piedras, hiedras, animales conocidos y desconocidos, generalmente elementos
toscos y con frecuencia inesperados. ¿Qué hacer con esos elementos que el
peregrino encuentra a lo largo del camino? Muchos deciden quitar las piedras
del camino. Otros las pulverizan al pensar que así eliminan todas las
dificultades, otros las eliminan pensando que simplemente son estorbos. Muchos
las sepultan y otros simplemente se golpean contra ellas y las dejan esperando
que otros sufran la misma situación.
Cada caminante en algún momento tropieza con
dificultades a cada paso, se lastima, hiere su carne y muchas veces sangra. No
puede sortear cada dificultad y salir inmaculado. Quiera o no la vida le pone
estos acompañantes inesperados. ¿Qué hacer entonces?
El sindicato decretó una huelga. La reunión con los
socios fue todo un fracaso. El granizo arrasó con la cosecha de trigo de toda
la región. El barril de crudo superó los precios del pasado año. Se descompuso
el ascensor del edificio. El país no creció en el último trimestre. El banquero
tiene negocios sucios con el ministro de hacienda. El tráfico está imposible.
El nuevo jefe es antipático. Hay una larga fila de jubilados en el Banco. Cada
día crece el número de asaltos y asesinatos. Los vecinos nuevos son molestos.
Nuestro hijo no es buen estudiante. Nuestra escuadra de fútbol perdió el
partido. Tenemos que cambiar la cañería de la casa. La inflación come nuestros
magros ahorros. Los niños desnutridos mueren en hospitales municipales. El sur
está cubierto de nieve y el ganado muere generando cuantiosa pérdida económica.
La tasa de divorcios creció en la última década. Un tornado devastó el humilde
poblado…
He aquí algunos de los compañeros de la vida.
Prisioneros en esa madeja de horrores, cercados por
todos lados, y diariamente bombardeados por la miseria, parece difícil
mantenerse con calma y no sucumbir a ese asedio siniestro. Es lícito pensar si
debemos transformar esas desgracias en aliadas, pero tal vez vale el intento.
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Lo adecuado es dejar que cada cosa, que cada
piedra, accidente o dificultad sea lo que son.
La idea de aceptación el tan antigua y embebida de religiosidad que
merece ser considerada. Cuando llegamos a la conclusión de que no podemos
detener los huracanes, y que los hechos se harán presentes en nuestra vida sin
nuestro consentimiento, lo razonable es aceptarlo con calma.
Aceptar no significar resignarse. Significa admitir
la situación o persona tal como es. Aceptar es tener una actitud activa ante
una situación. No nos dejamos acribillar por los problemas que a diario nos
envuelven en sus oscuros ropajes por todas parte. Más bien es prestar atención
a cada suceso, es estar alerta y presente, no irritarse y dejar que las cosas
se expresen tal como son.
No resistir a las piedras que están en el camino
del peregrino, es no enfadarse con ellas ni apartarlas ni pulverizarlas, pues
al hacer esto solo nosotros sufrimos a causa de nuestra propia actitud.
Por medio de la aceptación, no solo evitamos la
ira, sino que aceptamos al otro tal como es. Lejos de parecer una posición
pasiva, cuando un sujeto acepta una situación y no reniega de ella esta en una
posición activa, privilegiando así sus actitudes posteriores.
Lo fundamental es no caer en las redes de los
vendedores de ilusiones y los líderes de la muerte que llenan nuestros sentidos
con su mercancía desde todos los lados y a cada momento. Más importantes es
prestar atención a cada uno de los acontecimientos de nuestra vida sean
importantes o superficiales y analizar cada cosa permitiendo que sean lo que
sean.
No resistir las piedras del camino, no
desintegrarlas a golpes ni enfadarse con ellas van a impedir buena parte de
nuestro sufrimiento al dejar de transferir cargas emocionales de origen propio
y violento a todo lo que acontece a nuestro alrededor nos libera de ser el
blanco de todos los males y la víctimas cautivas de la mirada, de la desidia y
de la propia agresión del otro.
Mostrar delicadeza y comprensión con los obstáculos
y con las piedras que encontramos a lo largo de nuestro camino, aceptarlas tal
como son nos libera de obtener mayor sufrir pues nuestro propio disgusto y
cólera no puede amortiguar ni disminuir su efecto. Ser cuidadosos con ellas es
la única forma de evitar golpearnos con ellas. Y como dice la sabiduría de los
antiguos si no podemos asumirlas, cargas con ellas, es mejor dejarlas atrás en
paz, despedirnos de ellas como amigos.
Hemos intentado así transformar los supuestos
enemigos en amigos y secar los ríos de
sufrimiento humano.
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