Hacia un bello despertar: cuarta parte
Despertar a la vida
Nuestro primer punto se relaciona con la cuestión
de la salvación, vale decir aquello que la traducción castellana designa con su
doble definición como la acción y efecto de salvar o salvarse y por otro lado
la consecución de la gloria eterna. ¿De qué manera juega la salvación en el
bienestar del hombre actual? ¿Por qué aparece como una condición fundamental
para éste? De más está destacar su importancia, al introducir el concepto de
sufrimiento.
El despertar es el "primer acto de
salvación".
Nuestra conciencia social –al igual que toda
conciencia individual-, es una pequeña proporción de nuestro aparato psíquico,
rodeada de infinitos territorios inexplorados, desconocidos y de infinitos
recursos. En el medio sociocultural intervienen estímulos con los cuales el
sujeto se relaciona. El hombre actual vive y actúa en un mundo del cual no
puede prescindir. Ahora bien, si las fuerzas naturales originarias y sociales
en las que ha nacido, coinciden o armonizan con ese mundo interno, éste lo
estimularía en forma positiva, favoreciendo el libre desenvolvimiento de esas
fuerzas –en la mayoría de los casos-.Por el contrario, sólo suscitará su
resistencia a ajustarse al medio, a exiliarse; verá en cuantía su esfuerzo por
rebelarse; o bien, en otros casos, obtendrá su adaptación pasiva, que implicará
no una vida auténtica sino una especie de vida adormecida.
Como muchas veces sucede en nuestra patria, a la
vista parece que nada sucede, nada se advierte, "no pasa nada". Todo
está en una calma letárgica. Pero en lo profundo todo se torna movimiento y
amenazas. Hay fieras dormidas y volcanes a punto de explotar. Hay energías y
viejos demonios dispuestos a derramar su energía retenida como un violento
tornado, hay fuerzas que encierran la semilla de la destrucción y que están a
la espera del mejor terreno para hacer su irrupción.
El hombre, por lo general, camina dormido, se mueve
y actúa casi de modo automático, sabe de estas fuerzas aunque desconozca el
nombre del demonio, pero aún desconociendo el nombre de enemigo éste allí está
esperando al acecho.
Este hombre que camina por caminos diversos y está
dormido, posee un lado oscuro, irracional, desconocido que, mediante
misteriosos recursos y sortilegios lo llevan a ríspidos e inesperados parajes,
sus rumbos se pierden por causa de una brújula sin norte. Y sin embargo sufre.
***
Nos desplazamos vertiginosamente hacia un mundo
completamente automatizado, tecnificado, entramos ya velozmente al mundo de la
cibernética, aun mundo en el cual el hombre, si no reacciona a tiempo, quedará
atrapado en la red imaginaria de sus propias creaciones, prisionero de
falencias alarmantes. Cada vez con mayores medios para comunicarse el hombre
está más solo y más vacío. Es prisionero de la tecnología y adicto a la vez a
ella con la esperanza vana de aliviar en sus fauces el sufrimiento que lo
aqueja.
La vastedad y la trascendencia del tema que nos
propusimos abordar solicitan la explicación de ciertas referencias atinentes a
los presupuestos metodológicos y expositivos de los puntos que siguen.
Este sufrimiento del hombre dormido es a causa de
su propia modorra. No se da cuenta que puede liberarse de esa narcótica
sensación. Su afiebrada mente da forma a múltiples fantasmas, que luego lo
atormentan. De esos terribles enemigos llamados "miedos", esas
sombras siniestras y generalmente sin fundamento, hablaremos en las próximas
páginas con detenimiento, son las principales herramientas de tortura de la
época moderna.
Y el hombre moderno sigue dormido. En ese dormir el
hombre no puede ser objetivo, todo tiene una dimensión diferente de la realidad
cotidiana. En sueños exagera los diversos perfiles, agranda o desmerece los
acontecimientos, se habitúa a la violencia y acepta la traición como elemento
de intercambio y trueque. Solo se sostiene con vanas ilusiones que lo devoran y
lo llevan a mayor narcosis.
El miedo engendra fantasmas y pesares por donde se
le invite a entrar. Allí aparecen los temores al fracaso, a la traición, a la
pérdida, a la envidia, a los chismes, y las respuestas nunca aparecen. Y sin
embargo todo es un engaño, un embuste producto de abrir las puertas a nuestros
propios fantasmas. No hay nada de real, o en verdad muy poco y casi siempre es
a causa de nuestras propias convicciones atraer a nuestras vidas todas suerte
de calamidades. La mayoría de las personas viven esta pesadilla estando despiertas.
Según se aprecia, con todo lo expuesto es claro,
que -a nuestro entender-, el sufrimiento que cabe desprender de aquel hombre
que camina dormido ya que más bien puntuaría en otros capítulos a las
consecuencias clínicas que éstas arrojan; vale decir que la particular
concepción que se tenga del ser humano determina de modo decisivo, la
concepción teórica, y como consecuencia el modo de abordar el sufrimiento que
éste porta.
***
Cabe destacar, como inicio de este punto, la
indagatoria sobre los miedos y ansiedades que sufren los hombres en general.
Una somera lectura del índice de cientos de textos de psicología de las
distintas denominaciones teóricas que la componen permiten detectar, los
siguientes términos: ansiedad, angustia, depresión, fobias, narcisismo, miedos,
temores, pesadillas, agobios, horrores, pánicos, etc. Claro están las
diferencias entre todos estos conceptos, donde cada término adopta el sentido
vinculado a la teoría, en tanto, exposición de un saber referencial; pero más
nos importa para nuestro trabajo las consecuencias que estos fantasmas producen
en las afiebradas mentes del hombre.
El tan estudiado tema por el psicoanálisis, el
narcisismo, convoca por su parte a la constitución misma del ser. El yo se
forma en los primeros estadios de la vida del infante humano, y puede juzgar la
realidad hasta donde su comprensión que parece advertir acerca de los reducidos
alcances de su humana realidad le permite hacerlo. Vale decir que toda persona
posee características biopsíquicas que son comunes a todo el género humano; que
integra grupos sociales cuyos miembros tienen ciertas características
semejantes y, por último que se encuentra en situaciones únicas individuales.
Los fantasmas del (narcisistas) pueblan su mente de
ansiedad y de temores. Nadie sabe en verdad cuando despierta. De tanto pensar
en los sucesos infelices, los magnifica, y no se dan cuenta que crean con ello
una suerte de "efecto residual diurno" y, al igual que sucede en los
sueños, con restos de jirones de nuestra propia experiencia, inventamos
historias no resueltas, allí aparecen las pesadillas, esas inmensas bolas de
nieve que cuanto más ruedan más grandes se hacen.
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