sábado, 10 de diciembre de 2016

Hacia un bello despertar: primera parte



Hacia un bello despertar: primera parte

Image result for imagenes de pan y vino  Con pan y vino se anda el camino.



En las siguientes líneas propondremos, desarrollar, múltiples vías para cambiar de un caminar dormido a un bello despertar.
De todas formas, a la par de emitir cuestiones prácticas –que no llegan ni quieren llegar a ser consejos bajo ningún punto de vista-, no dejan de advertir, debo aclarar que lo que afirmo en las siguientes líneas es que esta metodología es la única que considero idónea para mi modo de caminar despierta por estar iluminada,  por estar bañada por la fe, pero me atrevo a formular que, aún aquellos que poseen una débil llama de fe o aún quienes no posee fe alguna  podrían verse conducidos a adoptar una actitud a la vez crítica y capitalizadora de las presentes líneas, en lo concerniente a sus trabajos terapéuticos y hacia su propia misión y ética en la vida.


Pero, a modo de anticipo, es válido pensar -de modo provisorio-, algunos instrumentos para el cambio. Estos aliados para el cambio son los siguientes:
El primer problema con el que hemos de enfrentarnos, por consiguiente, en este punto, es intentar el análisis del hecho de sufrimiento humano y el álgido tema de la salvación, no sólo en sus elementos reales y concretos que entran en juego, sino en su íntima esencia y en su fondo conceptual.
Nuestro primer intento será el enfoque descriptivo de fenómeno social de la salvación, teniendo en cuenta las creencias populares y su condicionamiento sociológico.
En sus distintas formas, la salvación es una realidad permanente en la vida individual y social. Atañe al hombre en su totalidad biopsíquica y espiritual y en su doble condición: como individuo y como miembro de una sociedad. Esta realidad está tan ligada a todos los momentos del quehacer humano que sólo mediante un proceso de abstracción podemos concebirla de modo aislado de nuestra íntegra actuación en la vida. La salvación no es, pues, un simple accidente circunstancial en nuestra existencia. Es una realidad que afecta al hombre en su total integridad, de tal modo que sin la salvación la existencia humana perdería su sentido.

1 La caridad bien entendida empieza por casa: Hay que salvarse a sí mismo.

Esta realidad permanente de la “salvación” en un sentido vulgar del término, la podemos comprobar primeramente en nosotros mismos, que constantemente solemos utilizar la palabra salvación en nuestro decir cotidiano casi sin darnos cuenta, que constantemente al asimilar nuevos conocimientos, al corregir defectos, al adquirir un beneficio o un nuevo modo de obrar que nos modifica para nuestro propio bien decimos “nos salvamos”.

Todos experimentamos los efectos supuestos de una salvación –o lo que creemos profanamente que es la salvación-; todos somos influidos en nuestro modo de ser y de actuar por otras personas, y todos ejercemos, en mayor o menor grado, un estímulo salvador sobre los individuos que se relacionan con nosotros. En un sentido general, todos somos salvadores y salvados a la vez.

Ante todo, es necesario definir el término "salvación". Aquí la expresión "salvarse a sí mismo" es tomada en una doble vertiente: en primer lugar en su acepción simple y llana, la popular creencia de salvarse de toda desdicha. En segundo lugar, entendemos el sentido religioso y trascendente que nos conduce a la obtención de la Gloria.

Cuando hablamos de salvarse, estamos hablando de una posición activa, dinámica en dónde hacemos y nos comprometemos a obtener la salvación por medios propios, tener iniciativas para mitigar el sufrimiento.

Si dirigimos una mirada a nuestro alrededor, ella nos bastará para comprobar la realidad universal y permanente del fenómeno salvífico. En todos los países del mundo y en todos los tiempos son innumerables los seres, que concurren a instituciones religiosas, a curadores, a chamanes, adivinos, a casas de juegos de azar, lugares consagrados a las divinidades o lugares profanos pero todos sistemáticamente dedicados a la propuesta de “salvar” de un modo u otro al ser sufriente. Por otra parte, la historia de la civilización nos revela que este tema es un hecho que se ha producido en todas las épocas y pueblos, como función igual de la comunidad. Desde siempre el ser humano ha sido condicionado en su formación por la sociedad en la cual vive, desde los pueblos primitivos hasta nuestros días con sus tecnologías de última generación, la sociedad moldea al individuo de conformidad con las creencias vigentes, con sus costumbres y sus modos de ver el proceso de la salvación.

                                                        
Si bien se requiere de profesionales capacitados, con objetivos claros y buena capacidad de reflexión acerca del problema de la salvación’ésta se lleva a cabo, no obstante mediante un lento y permanente proceso de impregnación, resultado de un lento trabajo.

No hay recetas mágicas ni terapias que puedan salvar a alguien sin que éste trabaje para ello. La vida es el arte de "salvarse" de modo constante, es un arte que se adquiere únicamente con la acción, se aprende viviendo y eso es algo que cada uno debe hacer por sí mismo. No hay terapeuta ni terapia, no hay "plan social" ni Ministros que sea capaz de transmitir la propia experiencia o de infundir el deseo de salvarse, de despertar de poner energías elementales para afrontar el diario vivir con todos sus desafíos, sus amenazas y sus bellezas.

Actualmente, carecemos –en grandes grupos sociales-, hasta de la elemental educación sistemática de los pobladores de nuestro planeta. Grandes poblaciones carecen de una educación sistemática, gratuita y obligatoria. La creciente explosión demográfica, el cambio climático, que se hace sentir sobre todo en los países poco desarrollados, ha provocado el aumento del número de analfabetos en todo el mundo, se presume una disminución del trabajo para las próximas décadas, y, por consiguiente una mayor desocupación.

En nuestra América Latina nos encontramos con grandes naciones en las cuales la masa indígena que vive en estado tribal, constituye una parte considerable de la población, en algunos casos superior al cincuenta por ciento. Estos pueblos viven en sociedades rurales o al margen de la sociedad llamada “nacional”, o bien en reducciones organizadas por servicios indigenistas o por misiones religiosas. Estos grupos participan en la economía y en la cultura de su país en forma muy variada. En la mayoría de los casos estas poblaciones están sometidas, no obstante, al aprendizaje de tareas agrícolas y a las artesanías rudimentarias y milenarias que sus pueblos mantienen desde siglos.
 Si bien el acto educativo es inherente y necesario a la naturaleza humana, y que, al nacer el infante humano está desprotegido, abandonado a sus propias fuerzas, es el ser de la naturaleza más desamparado, sin la intervención de otro no tardaría en sucumbir. La inferioridad de sus recursos y medios físicos de defensa y la lentitud de su proceso de maduración le hacen imprescindible la protección ajena durante un lapso de tiempo mayor que a cualquiera de los demás de los seres vivos. Sin la intervención de ese otro sin la socialización, sin la educación, el ser humano no adquiriría el lenguaje, los hábitos, las ideas, los sentimientos que pertenecen a la vida cultural.

Pero la transmisión del lenguaje humano no es sólo una función necesaria para la vida del individuo. Es también una función ineludible de la vida de la comunidad. La sociedad humana, para poder subsistir y progresar de modo indefinido, necesita propagarse espiritualmente mediante la transmisión a las nuevas generaciones del lenguaje. El hombre posee una herencia cultural transmisible de generación en generación, que, a la vez se enriquece sin cesar. Toda sociedad que aspira a perpetuarse y lo consigue lo hace transmitiendo a los seres jóvenes su tesoro cultural, para que luego que la muerte de cada individuo corte de modo definitivo el hilo de las tradiciones que lo unían a la vida colectiva, no se pierdan sino que queden anudados en cada nuevo nacimiento.

Es el propio hombre quien se salvará a sí mismo mediante una toma de conciencia, y tomar conciencia de que tiene todo ser humano un arsenal de capacidades dormidas, que el hombre puede soportar más de lo que imagina, que dispone de una maravillosa herramienta mental que le abrirá horizontes insospechados. Pero para acceder a todo su potencial, es necesario comenzar por creer en sí mismo y en sus capacidades.
El camino de la salvación, no es simplemente un aspecto más de la cultura, y a su encuentro iremos sin pausa en los próximos artículos.

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