lunes, 8 de agosto de 2016

Solidaridad y el sufrimiento humano




Continuar con el tema de la solidaridad, nos propone revisar el concepto del sufrimiento humano.
Atendamos a otra consecuencia del sufrimiento humano. Como condición fundamental, el sufrimiento está articulado en conceptos que implican cierta condición de descentramiento.  
No nos ha sido posible recortar un centro motor, un lugar propio único, un punto central aglutinante un punto desde el cual puede irradiarse los componentes del sufrimiento humano. Este descentramiento da la posibilidad de la mutación que todo sufrimiento presenta, tan relacionado al concepto freudiano de castración. Tomando este concepto de castración, en el sujeto humano lo lleva a la pérdida del goce, la lo provisorio, y al desmembramiento.
Pero muchas veces lo aparentemente compacto del sufrimiento humano puede inclusive ser ilustrado por la sociedad mediante la aseveración de imposible de eliminar –aun parcialmente-, respecto de la ilusión que se genera al promover el sufrimiento como algo que denota cerrazón sobre sí mismo. 
Otra consecuencia del sufrimiento humano en la teoría, es la del privilegio y la del castigo, temática notable también abierta por las propias religiones de todos los tiempos. Esta primacía de lo que hasta allí –prejuiciosamente o no- era mero material religioso se inaugura de manera decisiva, como ya es sabido, a partir de ello un prejuicio que llega hasta nuestros días. Este es un punto muy conocido por los sociólogos, sobre el que sería redundante detenerse. Sólo acotaremos aquí que el tema del sufrimiento tiene valía en detalles ínfimos como en pasajes tratados hasta por las grandes religiones tanto occidentales como orientales.
La conocida inclinación de nuestros conocidos psicoanalistas contemporáneos quienes se detienen con gran frecuencia y grandilocuencia en los grandes temas del psicoanálisis no dejaron ni un solo instante de hacerlo bajo por supuesto la óptica freudiana o freudo lacaniana; también desde otras disciplinas, a saber: médicos, filósofos, comunicadores sociales, periodistas etc.; se ha propuesto muchos de nuestros contemporáneos como dotados de una iluminada sabiduría por medio de la cual extienden largas y a veces extenuantes consideraciones sobre las cuestiones que perturban a la humanidad. Se sienten autorizados a poseer una palabra correcta y correctiva pues, en el lugar en que están instalados y en el que los sistemas sociales lo han instalado y los sostienen, sean los medios masivos de comunicación, los hospitales, entre otros no deja de facilitarles su accionar-, se convierten así en autoridades a todo terreno sobre cualquier aspecto que aqueje a la humanidad. La grandilocuencia y la rapidez con que se desplazan a diario en los medios de comunicación les permiten hablar de casi todo adjudicándoles causas psicológicas a temas periféricos y a veces excluyentes. Sin embargo cuando de sufrimiento humano se trata vemos oscuros matices y cuadros tan abstractos libres a la interpretación discrecional de cada ser humano. Ya el mismo Freud se percató y nos alertó de modo bien explícito, al decir que el psicoanálisis no es un sistema filosófico y menos una visión omniabarcativa del mundo; tampoco es válida la idea de un psicoanálisis aplicado.

Como puede verse, se trata de un amplio espectro en comparación al reduccionismo y a la premura al que hoy en día estamos acostumbrados a otorgarle en los medios masivos de comunicación. El sufrimiento humano y la solidaridad ocupan un vasto territorio, en el cual caben diversos modos de comportamientos frente a los mismos. Las conductas llamadas normales y las que no lo son todo eso compone el inmenso territorio del comportamiento humano. El abanico del lenguaje –pilar fundamental de toda manifestación del ser hablante-, es tan extenso que no es imposible abarcarlo en este simple trabajo.
Si bien en las distintas épocas, notamos que las mismas palabras aluden, delimitan, un concepto una cuestión determinada de modo muy diferente a la que hoy en día lo hace vale decir que el uso del lenguaje es en el tiempo en que se desarrolla, su aplicación práctica vale en cuanto lo hacemos dentro del marco social y cultural del sujeto que lo porta.
Si bien fue Freud quien explicito en su texto ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, vemos que, la técnica analítica requiere un campo de lenguaje.

Atendamos ahora bien a una cuestión importante: si no tomamos es cuenta la importancia de la dimensión de estar preparados para responder ante el llamado, la demanda de un ser humano sufriente, nada relativo a la verdad de ese sujeto podrá hacerse presente ante nuestros ojos por nuestra propia ceguera.

Es importante ocuparse de limpiar nuestra propia casa antes de enseñar a los demás a hacerlo; si nuestra mente divaga en páramos infectos, llamas infernales y agonía, no es lícito hablar del drama ajeno. Lo más adecuado es "hay que comenzar por casa", "la caridad bien entendida nace en casa".

¿De qué limpieza estamos hablando? Es de nuestro propio psiquismo. Así vemos cómo todo aquel que se arrogue el derecho a trabajar para otros, con otros debe ejercer consigo mismo un trabajo terapéutico exhaustivo en primer lugar antes de querer dedicarse a ayudar a sus congéneres.


Sólo haremos solidaridad en la medida en que seamos libres y honestos. La única manera de dar al prójimo algo es satisfacer primero nuestra propia sed, eso es aceptando y con extrema serenidad tal como somos y comulgando con lo mejor de nosotros. Olvidamos la esencia Bíblica del "amor al prójimo como a ti mismo", pues creemos que al dar al ajeno nos volvemos vulnerables y prontos a morir. Hay que comenzar, pues, por uno mismo y nuestros semejantes, pues, si vemos a los otros, como simples alimañas dispuestas a destruirnos siempre estaremos dando batalla. Hay que comenzar por reconocer nuestro propio odio.

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