sábado, 2 de julio de 2016

Solidaridad: ¿Qué es lo que hace que un hombre sea solidario con sus congéneres?



¿Qué es lo que hace que un hombre sea solidario con sus congéneres?

Sólo los solidarios dan, y lo hacen siempre.
Un solidario pleno de madurez y estabilidad emocional hace que sus actos sean reflejos de su ser y esto lo hacen sin necesidad de palabras y de esperar reconocimiento de los otros.
La respuesta puede desorientar en un primer momento, pero examinando un poco, la obra de ciento de hombres dedicados a una vida de servicio hacia los demás; es posible captar que este tipo de relaciones sorprendentes está lejos de ser inusual. Sabemos que el trillado tema tan caro a todos nosotros como lo es el tema del amor, ante él nos encontramos ante un ejemplo contundente de lo antes expuesto. Decimos sin ruborizarnos que el tema del amor es un fenómeno cotidiano, casi vulgar, visible en todos los seres hablantes, y que se manifiesta de diversa manera, -aunque ponemos entre paréntesis esta creencia-, ya que muchas veces se confunde el término amor, y no es tema a desarrollar en estas líneas-, tiene un punto en común con lo que nos proponemos exponer: De igual modo, así como ocurre con el tema del amor, ocurre con el tema de la solidaridad y los solidarios, éstos procuran que su templanza les sirva tanto a los demás como a él. Lo mismo sucede con los padres que le entregan a sus hijos las herramientas necesarias para caminar erguido por este mundo, Y, por el contrario, un falso solidario –un pedante -, un pedante inseguro y carente de dignidad, aunque tenga en su poder todos los blasones y reconocimientos sociales, acaba envolviendo a los otros en un halo de rencor y de dolor: el que recibe de un pedante sabe bien que recibió algo de alguien que solo quería obtener más reconocimiento para sí y que nada le importa excepto de su falso brillo, de solidario pues aquí el otro, su semejante es solo un simple instrumento para su propio goce.


Ahora bien otros dicen de sus sufrimientos, para apreciar estas cuestiones, tomaremos también algunas puntuaciones atinentes a nuestra temática. Hay varias maneras de manifestar el sufrimiento humano. Harto conocida es la articulación paradigmática de la que muchos hacen alarde, y que conforma el ítem principal de los que intentan amortizar el sufrimiento humano creándose toda una industria al servicio de las víctimas.

Nos referimos aquí al sufrimiento en términos generales, a saber sea físico, social, psíquico o espiritual. No nos referimos aquí a una teoría determinada ni a un momento del desarrollo particular del hombre, ni tampoco a cierta idea de salud o enfermedad. Debemos aquí tomarla en consideración en el sentido en el que se la entiende en agregar traducción de diccionario etimológico de lo que es el sufrimiento. Cuanto deberemos en cambio –en presente trabajo así lo requiere- oponer al concepto de sufrimiento una categoría que nos es propia. Porque si, en última instancia, el sufrimiento remite sistemáticamente a una propiedad inherente a todo ser humano el problema de su estudio nos conduce a recurrir nuevamente a distintas disciplinas. De ese modo, es viable su abordaje.
No nos referimos aquí por lo menos en estos párrafos a la teoría psicológica en particular, ni a un momento lógico en la estructuración del sujeto hablante, ni tampoco a cierta idea de sufrimiento como condición humana y privada sino como aquello que es usado como herramienta para desintegrar a los semejantes –aunque este concepto pueda parecer no so lo paradojal sino osado-. Debemos aquí tomarla en consideración en el sentido en que se la entiende en una pequeña franja de seres que si bien sufren, ubicada con total precisión en –algunas patologías tanto sociales, físicas y psíquicas bien delimitadas-, en dichos comportamientos presentan comparaciones con los comportamientos perversos antisociales. No nos equivocaríamos si afirmásemos, por nuestra parte, que, para algunos de estos seres humanos el sufrimientos solo es un instrumento. Para ellos, todo tiene su explicación en función de la inferioridad hacia el adentro y hacia el afuera, de la sobre-compensación respectiva y del poderío que  través de su sufrimiento ejercen en el mundo exterior. Los que de este modo sufren solo desintegran su olor ante los demás. Efectuando un nuevo examen de ciertas diferencias en juego, -visibles y comprobables en nuestros centros hospitalarios-, se observa un singular par de opuestos: Los holgazanes sufrientes molestan y hieren a los trabajadores que están al servicio de disminuir ese sufrimiento. Los resentidos pudren su corazón y su entorno. Sólo sonríen sin pudor cuando al hermano todo le sale mal, cuando el luchador pierde la pelea y cuando la muerte –real o simbólica-, gana la batalla. El fracaso ajeno, la desdicha del prójimo es un bálsamo que refresca su afiebrada mente. Gozan al esparcir a los cuatro vientos las desgracias propias y ajenas, las noticias negativas y siempre exageran su prosa. Son verdaderas fieras temibles.

Las nuevas tendencias en medios masivos de comunicación prestan un brillante servicio a este par de opuestos: aquí ninguno es excluido de un reportaje, ni detalle alguno deja de ser transmitido, el pudor es cosa del pasado, lo privado es público. De modo que la distinción entre el sufrimiento propio y su posible destierro es algo que no está en juego, es una batalla perdida.  Tal criterio tiene decisivas consecuencias doctrinarias.

Cientos de sembradores de desdichas expresan la semilla de la desesperanza, siendo permanentemente una espina que desangra la piel más fuerte. Hacen un culto del conflicto y si pueden lo agrandan "echan leña al fuego" simplemente porque están en eterno conflicto consigo mismo y hacen culto de su propio mal. Siembran odio, separación, a su alrededor simplemente porque para ellos es un negocio rentable pero tan pútrido como vender sustancias nocivas.


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