¿Qué es lo que hace que un hombre sea solidario con sus congéneres?
Sólo
los solidarios dan, y lo hacen siempre.
Un
solidario pleno de madurez y estabilidad emocional hace que sus actos sean
reflejos de su ser y esto lo hacen sin necesidad de palabras y de esperar
reconocimiento de los otros.
La
respuesta puede desorientar en un primer momento, pero examinando un poco, la
obra de ciento de hombres dedicados a una vida de servicio hacia los demás; es posible
captar que este tipo de relaciones sorprendentes está lejos de ser inusual.
Sabemos que el trillado tema tan caro a todos nosotros como lo es el tema del
amor, ante él nos encontramos ante un ejemplo contundente de lo antes expuesto.
Decimos sin ruborizarnos que el tema del amor es un fenómeno cotidiano, casi vulgar, visible en
todos los seres hablantes, y que se manifiesta de diversa manera, -aunque ponemos entre paréntesis esta creencia-, ya
que muchas veces se confunde el término amor, y no es tema a desarrollar en estas líneas-, tiene un punto en común con lo que nos proponemos exponer: De igual modo, así como ocurre con el tema del amor, ocurre con el tema
de la solidaridad y los solidarios, éstos procuran que su templanza les sirva
tanto a los demás como a él. Lo mismo sucede con los padres que le entregan a
sus hijos las herramientas necesarias para caminar erguido por este mundo, Y,
por el contrario, un falso solidario –un pedante -, un pedante inseguro y
carente de dignidad, aunque tenga en su poder todos los blasones y
reconocimientos sociales, acaba envolviendo a los otros en un halo de rencor y
de dolor: el que recibe de un pedante sabe bien que recibió algo de alguien que
solo quería obtener más reconocimiento para sí y que nada le importa excepto de
su falso brillo, de solidario pues aquí el otro, su semejante es solo un simple
instrumento para su propio goce.
Ahora
bien otros dicen de sus sufrimientos, para apreciar estas cuestiones, tomaremos
también algunas puntuaciones atinentes a nuestra temática. Hay varias maneras
de manifestar el sufrimiento humano. Harto conocida es la articulación
paradigmática de la que muchos hacen alarde, y que conforma el ítem principal
de los que intentan amortizar el sufrimiento humano creándose toda una industria
al servicio de las víctimas.
Nos
referimos aquí al sufrimiento en términos generales, a saber sea físico,
social, psíquico o espiritual. No nos referimos aquí a una teoría determinada
ni a un momento del desarrollo particular del hombre, ni tampoco a cierta idea
de salud o enfermedad. Debemos aquí tomarla en consideración en el sentido en
el que se la entiende en agregar traducción de diccionario etimológico de lo
que es el sufrimiento. Cuanto deberemos en cambio –en presente trabajo así lo
requiere- oponer al concepto de sufrimiento una categoría que nos es propia.
Porque si, en última instancia, el sufrimiento remite sistemáticamente a una
propiedad inherente a todo ser humano el problema de su estudio nos conduce a
recurrir nuevamente a distintas disciplinas. De ese modo, es viable su abordaje.
No
nos referimos aquí por lo menos en estos párrafos a la teoría psicológica en
particular, ni a un momento lógico en la estructuración del sujeto hablante, ni
tampoco a cierta idea de sufrimiento como condición humana y privada sino como
aquello que es usado como herramienta para desintegrar a los semejantes –aunque
este concepto pueda parecer no so lo paradojal sino osado-. Debemos aquí
tomarla en consideración en el sentido en que se la entiende en una pequeña
franja de seres que si bien sufren, ubicada con total precisión en –algunas
patologías tanto sociales, físicas y psíquicas bien delimitadas-, en dichos
comportamientos presentan comparaciones con los comportamientos perversos
antisociales. No nos equivocaríamos si afirmásemos, por nuestra parte, que,
para algunos de estos seres humanos el sufrimientos solo es un instrumento.
Para ellos, todo tiene su explicación en función de la inferioridad hacia el
adentro y hacia el afuera, de la sobre-compensación respectiva y del poderío
que través de su sufrimiento ejercen en el mundo exterior.
Los que de este modo sufren solo desintegran su olor ante los demás.
Efectuando un nuevo examen de ciertas diferencias en juego, -visibles y
comprobables en nuestros centros hospitalarios-, se observa un singular par de
opuestos: Los holgazanes sufrientes molestan y hieren a los trabajadores que
están al servicio de disminuir ese sufrimiento. Los resentidos pudren su
corazón y su entorno. Sólo sonríen sin pudor cuando al hermano todo le sale
mal, cuando el luchador pierde la pelea y cuando la muerte –real o simbólica-,
gana la batalla. El fracaso ajeno, la desdicha del prójimo es un bálsamo que
refresca su afiebrada mente. Gozan al esparcir a los cuatro vientos las
desgracias propias y ajenas, las noticias negativas y siempre exageran su
prosa. Son verdaderas fieras temibles.
Las
nuevas tendencias en medios masivos de comunicación prestan un brillante
servicio a este par de opuestos: aquí ninguno es excluido de un reportaje, ni
detalle alguno deja de ser transmitido, el pudor es cosa del pasado, lo privado
es público. De modo que la distinción entre el sufrimiento propio y su posible
destierro es algo que no está en juego, es una batalla perdida. Tal
criterio tiene decisivas consecuencias doctrinarias.
Cientos
de sembradores de desdichas expresan la semilla de la desesperanza, siendo
permanentemente una espina que desangra la piel más fuerte. Hacen un culto del
conflicto y si pueden lo agrandan "echan leña al fuego" simplemente
porque están en eterno conflicto consigo mismo y hacen culto de su propio mal.
Siembran odio, separación, a su alrededor simplemente porque para ellos es un
negocio rentable pero tan pútrido como vender sustancias nocivas.
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