jueves, 2 de junio de 2016

Solidaridad




Acerca del problema de la relación entre lo que somos y lo que decimos ser

¿Todos somos solidarios?

La puesta en interrogación del título que abre el presente trabajo da pié inicial para hablar de un tema tan arduo como olvidado por los psicólogos y psicoanalistas actuales. Es que no es del campo propio del psicoanálisis el tema de la solidaridad. Si atendemos a los textos freudianos, nos encontramos con cierto dato que ya hemos dado cuenta en otras oportunidades: no es difícil señalar que sólo se ocupa de religión en sus textos titulados: Moisés y la religión monoteísta, y en La Estrategia de la ilusión, entre otros. Y del tema solidaridad, específicamente hablando no está en claro en su teoría un texto al respecto. Este tema no solo no es localizado como una categoría –desde un artículo específico-, sino que no ocupa un sitio crucial. Se trata ya, de un tema no tratado, un tema marginal, un tema de casi desconocido.
Para encarar esta cuestión, comenzaremos por la revisión de algunas opiniones populares tan difundidas en nuestro país, como poco fundadas a saber: Decimos: Tenemos "un pueblo solidario, todos somos así".
Destacaremos aquí tres maneras de entender el nexo entre lo que decimos y las evidencias: la primera es la que considera la manera de entender el verdadero concepto de solidaridad, tal como la entendemos en nuestra lengua como la adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros o bien es una comunidad de intereses y responsabilidades comunes; en segundo lugar es la que opina que es un imperativo absoluto; en último lugar, la que cree que la solidaridad es patrimonio de todos sin matices sin tiempo ni lugar.

III. La solidaridad humana

1939 El principio de solidaridad, expresado también con el nombre de “amistad” o “caridad social”, es una exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana (cf SRS 38-40; CA 10):

Un error capital, “hoy ampliamente extendido y perniciosamente propalado, consiste en el olvido de la caridad y de aquella necesidad que los hombres tienen unos de otros; tal caridad viene impuesta tanto por la comunidad de origen y la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres, cualquiera que sea el pueblo al que pertenezca, como por el sacrificio de redención ofrecido por Jesucristo en el altar de la cruz a su Padre del cielo, en favor de la humanidad pecadora” (Pío XII, Carta enc. Summi pontificatus).
Catecismo de la Iglesia Católica
Estas palabras suenan muy bonitas, pero son falaces, tienen la analogía del pedante; en el fondo, son solo un imperativo erróneo. La única apariencia de verdad es que somos personajes de historieta. A la primera observación del misterio "solidario" de los argentinos, salta a nuestros ojos una de las evidencias más duras: los solidarios no se ufanan de serlo, simplemente lo son. Sólo las almas generosas soportan esta pedante pretensión de generalizar una virtud que está muy lejos de ser masiva, según podemos apreciar al mirar la cruda realidad actual. Los solidarios actúan, no pueden dejar de hacerlo. No necesitan blasones falaces para seguir actuando. Lo hacen ante las catástrofes y ante cualquier necesidad por pequeña que sea.


Respecto de la primera cuestión mencionada, vale la pena hacer algunas puntuaciones. No sin cierta perplejidad se observa tanto en el psicoanálisis como en el decir cotidiano, la ausencia de la palabra “solidaridad”, tanto como el abuso de ella en los medios de comunicación en los que parece estar al servicio de los intereses comerciales solo cuando, -escribiendo con justeza sobre lo que aparece en tantos medios masivos de comunicación-, sirve a intereses alejados del sufrimiento humano, pues simplemente la “solidaridad” es muy utilizada si éste sufrimiento humano le sirve para obtener mayores ventas, o bien un aumento de la audiencia. Sin embargo, muchas veces estos mismos medios agrupan en varios islotes mediáticos que se dedican exclusivamente a realizar o difundir programas solidarios a fin de amortiguar el sufrimiento humano, mostrando las bondades de aquellos que se dedican a través de fundaciones u organizaciones a trabajar de manera altruista, sin embargo esto lo hacen mayoritariamente en horarios televisivos marginales o bien en espacios pagados. En otra ocasión, el término “solidaridad” brilla por su ausencia en textos teóricos o sólo es posible localizarlo en referencia a escritores que pertenecen a una religión determinada, la mayoría de las veces es un término nimio, despreciado por los intelectuales, rechazado por la ciencia, y muchas veces excluido de lo cotidiano, vale decir de lo diario.
En segundo lugar, vemos, que, en nuestra sociedad está muy difundida la idea de que “todos somos solidarios” y esto lo repetimos a modo imperativo. El dato que aquí traemos marca una línea de trabajo que tomaremos de modo literal. La solidaridad la concebimos en la sociedad actual como un imperativo absoluto,-como ya dijimos antes creemos que siempre nuestra sociedad ha sido en todo tiempo y lugar solidaria, y esta solidaridad es ejercida por todos sus integrantes-. Ante esta consideración intensiva y consistente del concepto, nos encontramos en la obligación de preguntarnos ¿qué tiene que ver ello con los tradicionales conceptos psicoanalíticos de narcisismo que todos conocemos desde la teoría? Por otra parte, ¿no hay hasta una negación de la mente que quire esconder lo inhumano y que se titula absolutamente solidaria al utilizar el término mentado, y que se reclaman como tales? O bien, para decirlo de otro modo: ¿qué ocurre con la llamada solidaridad, ampliamente difundida no en pocos ámbitos sociales, la que brindaría algo así como un seguro contra la propia desesperación humana y la angustia frente a aquello que queremos evitar, esconder, de nuestra naturaleza imperfecta, de la clásica respuesta de tantas instituciones de beneficencia, concebidas para el bienestar social ésta al modo de ayuda al desposeído y del sufriente? Ante estos interrogantes cabe acotar, en primer lugar, que el espacio que el Psicoanálisis abre no es, bajo ningún punto de vista despreciable en sus concepciones del narcisismo, por el contrario, son un aporte fundamental a la hora de sumar lisa y llanamente a campos preexistentes como el presente con respecto a su homogeneidad. Si bien no existe algo así como el punto de vista del psicoanálisis, y no consideramos la existencia de un psicoanálisis aplicado, nos atrevemos a tomar de esta disciplina y de otras, sus conceptos de narcisismos tan importantes para resaltar nuestras definiciones sobre el por qué en algunas ocasiones la solidaridad no pasa de ser un simple reflejo narcísico de la condición humana. En el camino estamos con el compromiso de reflexionar acerca de aquello que se nos devela como la verdadera solidaridad de aquello que se postula actualmente en nuestra sociedad como un semblante políticamente correcto de una condición humana que no todos llevan a cabo de manera sincera.

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