Educar
no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades
de la vida.
Pitágoras
|
Esta
semana todos los noticieros de mi país reflejaron los hechos ocurridos en una
fiesta electrónica donde varios jóvenes murieron a causa de una droga
sintética, droga de diseño las llaman ahora. Estos hechos -que todavía están
investigando los funcionarios de la justicia-, fueron verdaderamente dramáticos. Todavía se está investigando qué contenía en las pastillas que los
jóvenes consumieron en esa fiesta electrónica y si las dosis de químicos eran letales. Algo había fallado en su
producción. La mitad de los concurrentes, se estima, consumieron esta droga,
pero cinco de ellos murieron y otros tantos están en grave estado. Esta
dramática noticia nos lleva hoy a reflexionar acerca del rol de los padres que
saben de esta nueva costumbre juvenil y sin embargo no pueden actuar para
preservar la vida y la salud de sus hijos.
El tema abrió un sinnúmero de
debates: si falló el control municipal, si cuál es la responsabilidad de los funcionarios públicos, si la
necesidad que tienen las personas hoy en día de evadirse o encontrar el
bienestar a través de las sustancias químicas no controladas los llevó a la muerte, y hasta muchos hablaron de
legalizar estas sustancias con el argumento de que la batalla contra las drogas
ya está perdida. Estos planteos que postulan legalizar una vez más aquello que
no funciona, aquello que lleva a la muerte, lejos de solucionar el problema,
simplemente quieren controlarlo, regularlo pero no nos habla de cómo evitar que nuestros jóvenes no busquen el bienestar sin necesidad consumir estupefacientes.
¿Pero
dónde están las voces que defiendan a la familia? ¿Acaso la familia, su
constitución y la autoridad parental están pasadas de moda?
Por las
consecuencias que vemos, la disgregación de la familia nos está destruyendo
como sociedad. Pero más allá de este triste hecho de tantos jóvenes muertos y
otros tantos que luchan por su vida cuando querían disfrutar de la vida con la ayuda de químicos que le procuran un sentido de pertenencia a la tribu urbana de aquellos que participan de una fiesta y bailan durante horas más
allá de los límites naturales gracias a consumir sustancias nocivas para permanecer por más
tiempo en el jolgorio que simplemente los lleva al aturdimiento y al descontrol
a riesgo de perder la vida, convirtiéndose en esclavos de los mercaderes de la
muerte, y alejándose de su naturaleza divina, nos cuestionamos el por qué de la dificultad que hoy en día tienen las familias en general.
En
estos tiempos observamos que las familias pasan por una dura prueba. Por un
lado, los padres desean que sus hijos disfruten la vida “a full”, con todos los beneficios que la sociedad de consumo tiene para ofrecer; por otro lado
no pueden poner los límites necesarios y así la vida de los hijos está en un
constante peligro. Esto nos lleva hoy reflexionar acerca de la familia y la
autoridad.
Hoy
nos proponemos revisar la importancia de estos conceptos tan difundidos por la
psicología actual, pues renovar los lazos familiares exige de parte de los
padres reconquistar el rol que así los define.
Si
bien el Psicoanálisis desde su fundación habla de la función paterna, y la
Psicología como ciencia se ocupó de describir la importancia de la figura
paterna y su autoridad, hoy nos proponemos que nuestra reflexión, incorpore la
dignidad y la vocación parental, y el vínculo con el Creador.
Todos
los creyentes hablamos que nuestro vínculo con Dios es el más importante para nuestra
vida. Pero este vínculo que debe ser fundacional de toda nuestra existencia,
pasa también por una adecuada vinculación con nuestros padres, pues es a través
de una relación adecuada con las figuras parentales que el niño forja su vida
en relación a la autoridad. No es difícil presumir el por qué los jóvenes de
hoy en día tienen tantos problemas a la hora de adaptarse a horarios de
estudio, al cumplimiento a tiempo de sus deberes de estudiante, a acatar las consignas que el maestro le da; por el contrario, cada vez hay una tendencia a exigir siempre
en el ámbito escolar más chances a la hora de recuperar materias y exámenes que
no aprobaron en tiempo y forma, a reclamar -como si fueran bebes recién nacidos
a los que hay que asistir de modo permanente-, a sus educadores siempre más oportunidades cuando no cumplen con los plazos establecidos a la hora de entregar un trabajo escolar; y luego cuando estos jóvenes se incorporan al
mercado laboral, muchos de ellos se enfrentan con numerosas dificultades para
adaptarse a una vida laboral plena y en buena relación con la cadena de mandos
dentro una empresa. Cuando falla –sabemos que nadie es perfecto en cuanto a la constitución
subjetiva-, pero cuando falla en demasía la vinculación con la autoridad, el
sujeto se enfrenta a múltiples problemas.
Es
importante destacar que si la vivencia con respecto a la autoridad es
positiva, el sujeto en cuestión entenderá que la autoridad es aquello que
estimula el crecimiento personal a través del amor, entenderá también que la
autoridad y la función de los padres es también servicio, es vocación y es
protector, pues lo protege de daños externos y también lo protege de sus
propias tendencias autodestructivas. En cambio, cuando la vivencia de la
autoridad de los padres es negativa, lo llevará a ver la
autoridad como un poder destinado a oprimir, a quitarle su individualidad, lo
va a vivir como un poder violento, terrible y muy injusto. Esta experiencia
negativa con la autoridad paterna, llevará al sujeto a verse condicionado con
la futura relación con todas las autoridades: sea Dios, el clero, los maestros,
los jefes a la hora de trabajar, y también lo condiciona a la hora de tomar
responsabilidades futuras si la vida los pone en puestos que exigen dirigir a
otros.
San Agustín nos presenta este entrañable retrato de su madre Mónica: “Fue servidora de tus servidores, [Señor Dios]. Quien la conocía encontraba en ella mucho que alabar; y en ella te alababa y te honraba a ti, pues sus buenas obras hacían sentir que ella tenía tu presencia en su corazón. Había cumplido bien sus deberes para con sus padres, había sido esposa de un solo marido; siempre llevó su casa con piedad y los buenos frutos de su conversación daban de ella alto testimonio. Había educado a sus hijos, y tantas veces los había dado a luz cuantas veía que se desviaban de ti. Por último, Señor, había cuidado de todos nosotros, que por tu gracia nos llamamos hijos tuyos y después de la gracia del bautismo vivíamos en fraternal comunidad, nos cuidaba y atendía como si fuera la madre de todos; y a todos nos sirvió como si hubiera sido hija de todos”.
San Agustín
(Al final del capítulo 9 del libro IX de sus Confesiones)
|
Esta
experiencia negativa con la autoridad tiene también grandes consecuencias en la
dignidad de la propia persona:
1)
Condiciona la seguridad existencial del joven: Los jóvenes que sufren hoy en
día estas consecuencias de una mala relación con la autoridad parental a través
de una vivencia negativa es llevado por caminos sinuosos que entorpecen su
entendimiento y pone en riesgo su vida.
2)
Condiciona la capacidad de amar de los jóvenes: Aquí la confusión de lo que es
el amor, con los amoríos pasajeros, libres de compromiso, es lo que abunda en
estos sujetos. Será un ser incapaz de amar a otros y de ocuparse de la
seguridad de su prójimo.
3)
Condiciona la creatividad a la hora de resolver conflictos cotidianos.
4)
Lleva al sujeto a no sentirse digno de amor y con grandes sentimientos de
inseguridad, se considera un ser sin valor, se siente incapaz y será un eterno
inseguro en la vida, con lo cual lo lleva a mayores complejos en la vida pues
va a considerar alos otros como rivales, así se ponen a la defensiva o busca
destruir a los demás para reafirmarse a costa de ellos.
5)
Las personas que tienen una vivencia negativa de la autoridad son personas de
difícil convivencia, son inseguros, no despliegan los talentos con los que han
sido dotados. So sujetos que no pueden resolver conflictos cotidianos y por lo
general no pueden superar obstáculos que la vida pone a cada paso, no disfrutan
a la hora de realizar las tareas cotidianas, por el contrario, vive esta
situación de manera conflictiva y dramática.
¿Qué
hacer con este problema tan difundido hoy?
En
primer lugar los padres deben ser sinceros a la hora de reconocer la vocación a
la vida familiar, a la paternidad, de este modo la tarea de los padres se
realizara con una conciencia sana, plena de amor, lo que llevara al joven a
sentirse amado y protegido por los padres. No significa sobreprotección, por el
contrario es darle las herramientas necesarias para defenderse en la vida. La
forma concreta de llevar a cabo esta tarea es dedicarle tiempo para hablar,
para escuchar, para jugar, pero en familia, hacerles saber (no con palabras
vacías sin con hechos concretos) que los hijos son valiosos, plenos de
dignidad, y capaces de mirar la vida sin miedo, sin necesidad de recurrir a
sustitutos o caminos lúgubres que aplacan el alma. De esta manera los hijos
podrán vivir una vinculación con la autoridad de modo sano, para con ellos
mismos y en todas sus relaciones futuras: educadores, jefes, responsabilidad en
el trabajo, autoridad legal, etc.
Educar es promover a la prole el estado perfecto
del hombre en cuanto hombre, esto es, al estado de virtud.
Santo Tomás.
|
Plantear
este desafío para la renovación de la familia actual en pos de llegar a ser
hombres y mujeres capaces de crear un mundo más sano, más humano a través del
rescate de la vocación familiar, a la paternidad, no será posible sin conocer
la importancia de la autoridad como algo benéfico que nos lleva a la plenitud, más allá de todo lo que se dice falazmente de la autoridad
confundida con autoritarismo.
Este
es un camino y un desafío que recién empieza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página.