viernes, 9 de octubre de 2015

La vida llena de tormentos




La vida llena de tormentos
-Curación de un poseído- 


San Marcos 5, 1-20

Llegaron al otro lado del lago, a la región de los Gerasenos, y al desembarcar, le salió al encuentro, de los sepulcros, un hombre poseído de espíritu impuro, que habitaba en los sepulcros, y que nadie podía sujetar ni siquiera con cadenas, pues muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía sujetarle. Continuamente, día y noche, estaba en los sepulcros, y en los montes gritando y golpeándose con piedras. Al ver desde lejos a Jesús, corrió y se postró ante El diciéndole a gritos: “¿Qué hay entre tú y yo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!” Y Jesús le dijo: “Espíritu impuro, sal de ese hombre!” Y Jesús le preguntó: “¿Cómo te llamas?” El respondió: “Mi nombre es Legión, pues somos muchos". Y se puso a rogarle insistentemente que no lo echara de aquella región.                                                          
Había por allí, en la ladera del monte, una gran piara de cerdos paciendo, y los espíritus inmundos suplicaron a Jesús: “Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos”. Y se lo permitió.
Entonces ellos salieron y entraron en los cerdos, y la piara, de unos dos mil cerdos, se lanzó al lago por el precipicio abajo y se ahogaron. Huyeron los porqueros y lo contaron en la ciudad y por los caseríos, por lo que la gente acudió a ver lo sucedido. Y al llegar a Jesús se quedaban pasmados viendo sentado, vestido y en sano juicio al endemoniado que había tenido la Legión, y se llenaron de miedo. Los que lo habían visto contaban lo que había ocurrido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces ellos suplicaron a Jesús que se alejara de su territorio. Al subir a la barca Jesús, el que antes había estado endemoniado le pidió ir con El. Jesús no le dejó sino que le dijo: “Vete a tu casa con los tuyos, y cuéntales todo lo que el Señor, compadecido de ti, ha hecho contigo. El se fue y comenzó a publicar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él, y todos se admiraban.

Algunas reflexiones
Es concocido por todos los profesionales de la salud mental lo complejo que es la escucha con las personas que muestran un grado de profundo deterioro mental. Años de estudio y capacitacíon, años de investigación silenciosa para intentar apaciguar los fantasmas que atormentan a cientos de miles de seres humanos. No menos complejo  en nuestros días ver cómo las personas huyen ante las enfermedades de sus propios amigos y parientes  como si fuera contaminante o peligrosa.
San Marcos, de manera cuidadosa y detallista nos regala la posibilidad de reflexionar sobre la obra del Salvador, de aquel que tiene el poder y que es el Señor. Jesús, Señor de nuestra vida, Jesús Señor de la historia, nos da la pauta de su poder en este texto y nos permite reflexionar sobre algunos aspectos a la hora de reflexiona acerca del sufrimiento humano.

Una vida llena de tormentos

En primer lugar, este hombre endemoniado es la expresión misma de esta opresión que es el mal, y de la violencia, que cuando nos domina y entran en nuestra vida llega a causar daños tanto físicos a terceros y a nosotros mismos, es una realidad que nos invade en especial en los días que nos toca transitar, ya que el mal ronda permanentemente entre nosotros –porque el maligno no descansa-, y busca a quien perjudicar, de ese modo tiene una nefasta influencia de modo personal y comunal. En este caso, el evangelista nos presenta a un endemoniado que cuando éste demonio da su nombre, Legión, porque son muchos, también es una manera de expresar que el mal se manifiesta de muchas formas.
Aquí nos permitimos una reflexión: ¿cuántas veces la violencia y la opresión del mundo que nos rodea llenan nuestra vida hasta ahogarla en un mar de humillación que no nos permiten ver nuestra propia condición de seres humanos? Hoy en día estos "demonios" antiguos presentan nuevos rostros pero su expresión y resultado final parece ser el mismo: causar daño.
Como bien lo expresa este pasaje del Evangelio, ya nadie soporta ni puede controlar al endemoniado, ni siquiera él mismo sabe lo que hace o puede evitar hacerse daño. De esto podemos reflexionar que los tormentos ciegan nuestra vida, ciegan nuestra alma.
El mismo poseído se arrojó a los pies del Salvador, pero el mal que habitaba en él habló para pedirle que se aleje de él, que no lo atormente, esto tal vez nos presenta una reflexión: la presencia de Cristo nos perturba cuando el pecado nos mantiene alejado de Él.

Curación del endemoniado

Siguiendo en la medida de nuestras posibilidades, el texto evangélico vemos lo siguiente: Es Cristo quien se dirigió a Gerasa, podríamos pensar que esta era una visita casual a esa ciudad, una coincidencia, pero era para la salvación del alma del endemoniado. Pero ya lo dice Cristo: “No son los sanos los que necesitan de curación sino los enfermos”.

Cristo siempre vence al mal

San Marcos nos presenta algo impresionante: el mal se atormenta cuando aparece Cristo, el Señor y Salvador, no lo soporta, porque el mal nunca soporta a Dios.
Cristo siempre vence al mal, Cristo lo venció y lo vence y por eso el mal y el demonio tienen terror de Cristo. Cuando pronunciamos el nombre de Cristo el mal no resiste, no puede resistir, ante la presencia del sumo bien, y este mal se siente acorralado, derrotado, en este pasaje lo vemos claramente cuando al ver de lejos a Jesús, esta legión le gritó: ¡qué quieres de mí hijo del altísimo, no me atormentes!
Cuando Cristo llega a nuestra vida, el mal se atormenta. Pero muchas veces somos nosotros mismos quienes demoramos la presencia de Cristo en nuestras vidas tanto en nuestra vida personal o social. Porque en nuestro interior sabemos que la presencia de Cristo lo va a vencer, nosotros resistimos por causa entre otras cosas del orgullo, soberbia, rencor, y entonces el mal perdura en nosotros, porque a causa de nuestras debilidades Cristo no está tan cerca de nosotros para que lo derrote, y así nosotros nos seguimos regodeando en el mal. Es San Pablo quien nos aclara esta situación tan humana, tan antigua y actual a la vez, con una frase concreta: “Yo sigo haciendo el mal que no quiero, pero dejo de hacer el bien que sé que tengo que hacer”. Esta es nuestra gran encrucijada interior, nuestro tironeo permanente entre lo bueno y lo malo.
Es importante destacar que el espíritu maligno lo reconoció como Hijo del altísimo. Jesús simplemente y con toda su autoridad le ordena salir de ese hombre y luego le preguntó cuál es su nombre. El espíritu maligno le responde: “Legión”, somos muchos. El espíritu maligno le suplica a Jesús que les permita entrar en los cerdos, tal como lo relata este pasaje del Evangelio, y Jesús lo permitió. Así liberó al hombre endemoniado, con su autoridad.
Tenemos hoy la posibilidad de hacer una estricta relación entre este pasaje del Evangelio y así podríamos hablar hoy en día de las legiones de males que atormentan nuestra vida: el mal, la envidia, los celos, el orgullo, el odio, el rencor, la venganza, los vicios. Todas estas legiones atormentan la vida de las personas y nos cuestiona acerca de nuestra conversión, nos exige un espíritu abierto para que la Gracia de Dios pueda actuar en nuestras vidas.

Actitud de la sociedad

En cuanto a la actitud tomada por la sociedad que rodeaba al endemoniado, aquellos que vieron el espectáculo sorprendente en la fe de aquel demonio que se apoderó de la piara, claro la sociedad perdió a esos cerdos, perdió económicamente, por eso le pidieron a Jesús que no interviniera, que siguiera su camino, que no molestara, pues ellos habían tenido una pérdida económica que les iba a redituar una desazón social muy importante, por consiguiente, ellos prefirieron pedirle a Jesús que siguiera su camino. Esto también podemos relacionarlo con lo que sucede hoy en día: muchas veces las legiones que atormentan a nuestra sociedad: el juego, la droga, la prostitución, la injusticia, se tornan en estructuras de pecado en nuestra sociedad, tal como nos los dice el documento de Puebla. Y cuantas veces cuando uno intenta echar mano para que Cristo sea el que instaure la verdadera justicia en nuestra sociedad y en nuestra vida social, cuantas veces le seguimos diciendo al Señor que sigua de largo, que no moleste; la sociedad le sigue diciendo a veces al Señor que siga, porque su presencia hace que el mal retroceda y tanto nosotros –en forma personal como en forma social-, preferimos seguir codeándonos con el mal.
Por medio de Cristo el enemigo es desterrado. Porque así como nosotros descubrimos que a veces estamos poseídos por tantas formas del mal, también descubrimos, sabemos que Jesús vence al mal porque Él es más fuerte, es Cristo el que ha destruido el pecado, el mal, la fuerza del maligno.



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