miércoles, 30 de septiembre de 2015

Santo Tomás Apóstol: ¿Pero acaso es el único?




Santo Tomás, apóstol.


¿Pero acaso es el único?


Hoy queremos comenzar a reflexionar acerca de nuestra propia desconfianza, -condición humana y muy común en estos días-. Como hilo rector de nuestra propuesta veremos algunos de los aspectos de Tomás, el "incrédulo", bien podría ser el santo de nuestra época. 

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Vemos sin lugar a dudas la desconfianza que nos narra el Evangelio, en cuanto a su respuesta y conducta; sin embargo, Tomás, de ninguna manera fue un escéptico y mucho menos un miedoso. Por el contrario, se destacó como un apóstol autónomo y decidido.

Todos los otros apóstoles trataban de apartar al Hijo del hombre del camino hacia Jerusalén. Temían un atentado por parte de los fariseos. 


Sin embargo Tomás desechó sus preocupaciones con palabras audaces, grandiosas y sencillas.: "Vayamos con él para morir con él" (Jn 11, 16).


Así no habla alguien que por puras inhibiciones no logra la fe ni la acción.
De nuevo se destacó Tomás cuando Jesús, en la última cena, insinuaba su pronta despedida. Aquello lo conmovió v mientras los demás callaban, él se atrevió a formular la pregunta: "Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podremos saber el camino?" Si hubiese sido una pregunta tonta, el salvador no habría dado aquella respuesta formidable; "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, si no es por mí". (Jn 16, 6).


Y con todo, después de aquellas expresiones de lealtad incondicional hasta la muerte y esos signos inconfundibles de amor y confianza para el Rabí de Nazaret, ¿qué significa aquella duda obstinada de la resurrección del Señor? Si Tomás se niega a aceptar por la fe lo que le narran los apóstoles, no es por desconfiar del poder milagroso del salvador - pues muchas veces fue testigo de él-. Su sospecha se dirige contra los apóstoles, cuya conmoción inmensa le aconseja precaución. No en un hombre de cortesía vana, sino de entera franqueza y a sus amigos les decía lo que pensaba. Es comprensible que en aquel momento dudara. desde el punto de vista humano, sobre todo.


Pero Cristo le tomó la palabra y ocho días después, de nuevo Se apareció a sus discípulos y Tomás reconoció su falta. se echó a los pies del Señor y confesó su fe delante de todos con la misma franqueza "¡Señor mío y Dios mío!". Estaba demasiado conmovido para decir más; pero en ese momento fue Tomás el vocero de la humanidad entera que, en el transcurso de toda su historia, no ha encontrado una forma más breve, más humilde y más íntima de confesar su adoración a Dios. 

Pero nosotros, hijos de nuestro tiempo, ¿reconocemos nuestras faltas y nos arrojamos a los pies de Nuestro Salvador con la misma humildad y franqueza con que lo hizo en impetuoso Tomás? O acaso nos dejamos ganar por la desesperanza y aunque el día nos sonría no queremos reconocer la caricia divina?


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